martes, 23 de diciembre de 2014

CAPITULO 14


¡Hola!
Sólo os diré: leed este maravilloso capítulo ;)


14

BAILE DE ENSUEÑO

Al amanecer, Perséfone se despertó junto con Diara, la chica que le había ofrecido bañarse, para recoger algunos frutos que crecían en los matorrales de la senda paralela al lugar donde se asentaba la tribu. Cuando terminaban de recoger, se les acercó el chico con el que había bailado la noche anterior.
-Hola-lo saludó Perséfone
El chico le indicó que lo siguiera hacia un lado de la senda, bastante alejado de donde se encontraban. Diara se fue con el cuenco lleno de frutas hacia las cabañas, dejándolos solos. Perséfone dudó si seguirla a ella o al muchacho, pero como éste insistía y tiraba de su brazo decidió seguirlo a él. La llevó hasta donde unas especies de vacas cortaban el camino, se encontraban a cierta distancia de ellos. Había unas cinco y no eran como las vacas que había visto en Galicia, estas tenían las patas más largas, grandes cuernos y eran bastante más delgadas. El chico, algo nervioso, señaló las vacas con la vara que tenía en la mano y dijo:
-Sal jy met my trou?
Perséfone no entendió nada. Pero como vio que señalaba los animales y sonreía, contestó:
-Son muy bonitas-a la vez que asentía con una sonrisa
El muchacho se puso muy contento, sin más, se acercó a Perséfone a la vez que la agarraba delicadamente por los brazos y se inclinó para besarla.
-No-gritó Perséfone a la vez que se deshacía de los brazos del muchacho.
Al hacerlo, hizo que la vara que sostenía el muchacho saliera disparada y golpease en el trasero a una de las últimas vacas. Se creó el caos entre los animales. El muchacho, al ver a las vacas tan enfurecidas, se quitó rápidamente del medio, pero Perséfone cometió el error de gritar y correr senda a bajo, con las vacas galopando detrás de ella.
Mientras tanto, en la aldea, los piratas se desperezaban y empezaban a cargar en Pegaso las provisiones regaladas por Limber.
-¡Capitán! ¿Has visto a Per?-preguntó Amarillo con el vestido de Perséfone en las manos-. Esto es suyo, me lo ha dado una de las muchachas.
-Pues la verdad es que no la he visto-respondió Alejandro extrañado-, creía que estaba cogiendo las provisiones también
-¡Ah! Mira, por allí va-dijo felizmente Amarillo señalando la senda que estaba algo alejada de ellos. Perséfone corría por ella perseguida por enormes vacas- Creo que necesita algo de ayuda.
-Sí, yo también- dijo Alejandro con una irónica voz de enfado y se alejó corriendo en busca de Perséfone.
Perséfone no se le ocurría otra cosa que correr más que las vacas para que no la atropellasen. De repente apareció Alejandro atravesando rápidamente la senda, la agarró por la cintura a la vez que corría y la apartó de las furiosas vacas, cayendo hacia un lado del camino.
-¡Au!-se quejó Perséfone a la vez que se incorporaba, colocando una mano en la espalda -Qué bruto…Y luego decías que no ibas a resultar pesado
-Lo siento, pero tenía que apartarte de la vacas-dijo Alejandro con la respiración agitada aún tumbado, después sentó y le preguntó-¿Qué has hecho?
-¡Nada! El chico ese, con el que te dije que baile ¿te acuerdas? Me llevó a ver esas vacas  y…
El muchacho apareció por la senda corriendo tras las vacas, desapareciendo a lo lejos.
-Ese chico-señaló Perséfone.
-Bueno, ¿y qué pasó?-insistió Alejandro.
-Pues que intentó…
El muchacho volvió a aparecer en la senda. Corría hacia ellos y parecía enfadado. Al llegar junto a ellos, empezó a hablar acaloradamente. Alejandro se levantó y lo cortó:
-<< Espera, espera. Seguro que ha sido un malentendido>>
El chico volvió a hablar en afrikaans
-<<Casi pierdo a mis vacas por su culpa. Les ha lanzado mi cayado>>
-¿Qué? ¿Les lanzaste su cayado, Per?-preguntó Alejandro extrañado, volviéndose hacia ella
-Fue sin querer. Es que él intentó besarme, yo le aparté y, al hacerlo, el palo que tenía en la mano saltó-le explicó Perséfone también poniéndose de pie.
-¿Qué intentó besarte?-se sorprendió Alejandro.
Al asentir Perséfone, Alejandro le preguntó al muchacho el por qué.
-¿Accediste a casarte con él?-volvió a preguntar a Perséfone tras la respuesta del chico.
-¡No! Sólo le dije que sí me gustaban sus vacas-contestó Perséfone
Alejandro, ante está respuesta, se echó a reír. Había comprendido la confusión. No podía parar, incluso se doblaba por el dolor de barriga que le producía la risa. Perséfone y el muchacho se miraron confundidos.
-Vamos, deja de reírte-se quejó Perséfone-, no tiene gracia.
Alejandro, con mucho esfuerzo y soltando de vez en cuando una carcajada, le explicó al muchacho la confusión, quien también se echó a reír. Perséfone cruzó los brazos molesta. Alejandro volvió a hablar en afrikáans.
-<<Te ayudaré con las vacas>>
-<<No, ellas se detuvieron frente al río>>-le dijo el muchacho señalando hacia el final del camino.
-<< ¿Cómo te llamas?>>-le preguntó Alejandro.
-<<Kwame>>-le respondió y luego añadió sorprendido:-<< ¡Tú sabes nuestro idioma!>>
-<<Sí>>-confirmó Alejandro.
-<<Entonces, pregunta a la chica que si quiere casarse conmigo. Para evitar errores>>-le pidió Kwame.
Alejandro miró a Perséfone, que seguía con los brazos cruzados, un poco enfurruñada y sin entender nada.
-<<No, lo siento. Ella no quiere porque… está conmigo>>
-<<Oh, ¿ella es tu esposa?>>
Alejandro tardó unos segundos en responder con altivez:
-<<Sí>>
Kwame puso cara de sorpresa y después dijo rápidamente:
-<<Perdón, no quería molestar>>
-<<No te preocupes. No eres el primero que intenta besarla>>-le dijo Alejandro, quitándole importancia.
Kwame volvió a disculparse con Alejandro y con Perséfone, quien no le entendió, y se fue hacia donde se habían ido sus vacas.
-¿Qué ha dicho? Mejor, ¿de qué habéis estado hablando?-le preguntó Perséfone.
-Nada, que sentía haberte molestado-mintió Alejandro.
-¿Y qué tiene que ver casarse con vacas?-preguntó Perséfone confundida.
-Aquí, para pedir a alguien en matrimonio, se les muestra las vacas que tiene pues son algo así como sus bienes más preciados-le explicó Alejandro sonriendo-. Si tienes muchas vacas, es que eres muy rico y tienes mayor posibilidad de casarte.
-Vaya, eso sí que es nuevo para mí-dijo Perséfone mientras se frotaba un lado de la espalda inconscientemente.
-Lo siento, ¿te duele?-le preguntó Alejandro al verle tocarse la espalda.
-No, no mucho-le dijo Perséfone y luego añadió sonriendo:-Gracias por ayudarme…La verdad es que ha sido gracioso.
-Sí, que lo fue-dijo Alejandro mientras Perséfone se reía-. Anda, volvamos con los demás. Está tarde nos vamos.

Tal y como dijo Alejandro, hacia media tarde partieron de la tribu de Limber, no antes sin haber prometido compensar a la tribu por su ayuda. Al anochecer, ya se encontraban en mar abierto rumbo a la India. Los piratas se hallaban cada uno con sus cosas. Amarillo, Ocho y Dragón jugaban a los dados. Profundo había vuelto a la cofa del vigía y Barriga de Oso a las bodegas para dormir. Sacul, Pies Largos y Cortés estaban en cubierta, los dos primeros tumbados en el suelo mientras que el último, apoyado en uno de los mástiles, tocaba la vihuela.
Cuando pasaban una gran isla de África, Perséfone salió del camarote. Cortés seguía tocando la guitarra y Amarillo jugando junto con Ocho, pero el resto se habían quedado dormidos. Perséfone miró hacia la toldilla y vio que Alejandro seguía en el timón.
-¿Tú no duermes?-le preguntó Perséfone desde cubierta.
Alejandro salió de su ensimismamiento y miró hacia abajo.
-¿Y tú?
-No pillo el sueño-respondió Perséfone encogiéndose de hombros.
-Lo mismo me ocurre a mí… ¡Eh! Vuelves a tener tu vestido-se fijó Alejandro.
-Sí, es que la otra ropa era provisional hasta que se secará mi vestido-le explicó Perséfone a la vez que se dirigía a las escaleras. Subió hasta el último escalón para sentarse sobre él-. ¿Aún tienes el lazo? Ya te lo puedes quitar, seguro que la herida ya está mejor.
-Ya lo sé. En realidad, ya no está en la herida exactamente sino en la muñeca-le mostró Alejandro retirándose del timón y yendo hacia Perséfone.
-Am… ¿por qué te lo dejas?-preguntó Perséfone mirando que efectivamente el lazo no envolvía la herida
-Porque me trae suerte-respondió Alejandro y ante la mirada atónita de Perséfone continuó:-En serio, mira ahora navegamos mucho más rápido que antes. Y he podido arreglar la cubierta. Y…te he salvado de las vacas.
-Me podría haber salvado yo sola-dijo Perséfone mirando hacia delante.
-¿Qué? Si sólo corrías delante de ellas.
-Pero justo antes de que aparecieras ya estaba pensando en correr hacia un lado del caminito ese-le contó Perséfone.
-Claro, pero seguías corriendo delante-dijo Alejandro sentándose junto a ella.
-Es que a veces el miedo te impide pensar deprisa-se excusó Perséfone dando concluida la conversación-. Y, ¿cuándo llegaremos a la India?
-A esta rapidez, tal vez mañana por la noche o el día después-le respondió Alejandro- ¡Qué nervios! ¿No? Estamos a un paso del tesoro.
-Sí, la verdad es que resulta muy emocionante-coincidió Perséfone tras pensarlo-. Después de todo lo que hemos hecho…bueno, será más para ti que llevas más tiempo detrás de él.
-Sí, pero tú también has participado y mucho. Sin ti no hubiera conseguido resolver ni la mitad de las pistas-le dijo Alejandro agradecido-. Tienes todo el derecho de estar nerviosa también. Este tesoro es tan nuestro como tuyo.
-Gracias. Además, hemos conocido y visto muchas cosas-recordó Perséfone-, La Alhambra, Grecia, bailes divertidos…Cuando consigamos el tesoro podríamos visitar de nuevo a la gente de Granada o a la tribu de Limber.
-Claro. Seguro que a Limber lo visitamos, pero la gente de Granada será más difícil porque van cambiando de sitio…
-Es cierto, se me había olvidado… Por estos mares hace mucho frío-dijo Perséfone abrazándose a sí misma y frotándose los brazos.
-Sí, siempre que nos acercamos por aquí hace frío¡Tengo una idea! Para perder el frío, y ya que has mencionado los bailes antes… ¿Por qué no me enseñas a bailar como suelen hacer en esas fiestas tuyas?-le sugirió Alejandro.
-No sé, creo que no te gustaría-le dijo Perséfone y luego añadió:- Es algo aburrido.
-¡Vamos! Yo te enseñé a manejar la espada y ahora vas presumiendo por ahí. Yo quiero presumir de saber bailar cortesanamente-la animó Alejandro-, como se suele hacer en las fiestas que tanto detestas.
-Son más divertidos tus bailes piratas, te lo aseguro. Además, yo no sé muy bien…-empezó a decir Perséfone y al ver la fingida cara compungida de Alejandro, sonrió y añadió:- Pero si quieres…
Perséfone se puso de pie y levantó una mano en dirección a Alejandro, éste la agarró sonriendo. Se pusieron uno frente al otro.
-Primero el saludo-le indicó Perséfone e inclinó las rodillas mientras se cogía un lado del vestido. Alejandro inclinó la espalda hacia delante a la vez que colocaba una mano en su barriga.
Los dos se incorporaron a la vez riendo. Perséfone se acercó a él y le dijo:
-Ahora el chico da una vuelta alrededor de la chica al tiempo que coloca una mano en su espalda.
-¿Así?-le preguntó Alejandro mientras daba una vuelta alrededor de ella
-Sí…y ahora, se cogen de la mano. Ambos con la misma mano, en nuestro caso de la derecha- cuando se cogieron de la mano, añadió:- Dan vueltas lentamente y, de vez en cuando, paran para cambiar de mano y girar hacia el otro lado.
Alejandro y Perséfone daban vueltas al son de la vihuela de Cortés. Ambos se reían y se miraban a los ojos. A veces, paraban, cambiaban de mano y giraban hacia el otro lado. Pronto empezaron hacer tonterías y a improvisar un baile. Alejandro hacia girar a Perséfone con el brazo, o la enrollaba en su brazo a la vez que la acercaba a él y después la desenrollaba. Luego pasaron a bailar uno frente al otro, Alejandro con una mano en la cintura de Perséfone y ésta con una mano en el hombro de él.
-Pues para detestar esas fiestas sabes bailar muy bien-le comentó Alejandro mientras paraban de bailar lentamente-. Seguro que disfrutas de lo lindo bailando en ellas.
-Yo no bailo mucho en esas fiestas. Son bailes en pareja y no me gusta, casi siempre me quedo sentada-le contó Perséfone, dejando caer su mano con delicadeza.
-¿Por qué? Con lo divertida que serías como pareja de baile.
-Es que casi siempre, la invitación a un baile es la proposición al compromiso con esa persona-explicó Perséfone mientras se dirigía hacia la barandilla de la toldilla-, algo así como acordar que después serán novios o prometidos…como lo que ha ocurrido con Kwame.
-Y a ti no te gusta eso-dedujo Alejandro poniéndose a su lado.
-No, ¿por qué ser esposa de alguien con el que sólo has bailado?-le dijo Perséfone mirándole-. No has compartido nada con él. Ni unas risas, una buena conversación, vivencias, amistad… No lo has conocido verdaderamente, ¿entiendes?
-¿No has pensado que el baile sería una buena manera de empezar?-le preguntó Alejandro sonriendo.
-Sí, claro. Por eso bailaba al principio. Hasta que siempre que bailaba, al día siguiente me encontraba con un anillo en el dedo y obligada a pronunciar un “sí, quiero”.
-¿Te casaste?-se sorprendió Alejandro.
-No-negó Perséfone riendo levemente poniendo una mano sobre la baranda-. Por eso, soy tan poco popular en los bailes y, últimamente, solía quedarme sentada.
-Vaya, pues ellos se lo pierden-dijo Alejandro sonriendo-. A mi me ha encantado bailar contigo.
-A mí también contigo-confesó Perséfone algo avergonzada.
Perséfone le miró y le sonrió. Los se quedaron mirándose a los ojos mientras la bonita música de la vihuela los envolvía. Sin saber por qué, por instinto, por impulso, por ese cúmulo de sentimientos que se desesperaban por salir, sus cabezas se volvieron a acercar a la vez que sus ojos se cerraban. Y sus labios también se acercaron, para poco después unirse en un bonito, tierno y delicado beso.
Cuando se separaron, se miraron sin saber que decir, para luego sonreírse el uno al otro con timidez.


Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

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