viernes, 31 de octubre de 2014

CAPITULO 7


¡Hola!

¡Continúa la aventura! Por fin desembarcan en Granada para ir tras la primera pista que parece ser la llave del tesoro. ¿Conseguirán entrar en el lugar que la custodia?


7

SER DIFERENTE

-¡Tierra! ¡Diviso tierra!- gritaba Profundo desde la cofa del vigía la noche del día siguiente.
Alejandro se asomó a la barandilla del castillo de proa para ver mejor. Podía ver la tierra gracias a las luces que había sobre ella.
-No nos acerquemos mucho. Naveguemos en paralelo para observar el puerto-ordenó Alejandro mientras bajaba al castillo de proa para dirigirse deprisa hacia la toldilla para coger el timón.
Una vez observado, se acercaron al puerto y anclaron el barco algo alejado del resto de navíos. Alejandro dio instrucciones a aquellos piratas que se quedaban.
-Moved a Pegaso de vez en cuando para que no sospechen por su permanencia aquí. Es decir, os alejáis del puerto, os vais a otro…cosas así-le explicó Alejandro- Dadnos cuatro días. Si al cuarto día no hemos llegado, marchaos de aquí,  sabréis que nos han cogido…cosa que dudo que ocurra.
-Bueno, ya veremos, Alejandro-dijo Barriga de Oso- Si vemos que tardáis, esperaremos un poco más. A nosotros no nos importa, ¿verdad, chicos?
-Claro que no-dijo Sacul y luego añadió guiñando un ojo a Perséfone:- Te esperaré lo que haga falta, Per
- Puedes esperarla sentado porque Per se queda en Granada-repuso Alejandro
-¿Qué?-dijeron los piratas a la vez
-¿Te vas? ¿No te quedas con nosotros?-preguntó Cacín
-Pero si nos caes muy bien-le dijo Sacul- Te traeré siempre el desayuno si te quedas.
-¿Por qué te vas?-le preguntó Amarillo
-Ha sido agradable estar con vosotros, pero debo quedarme en Granada-les explicó Perséfone- Mi sitio no está en la mar.
-Te echaremos de menos, Per-le dijo Barriga de Oso dándole la mano
Todos se pusieron a su alrededor para darle la mano. Todos menos Alejandro quien chasqueó la lengua algo molesto y dijo:
-Basta, dejadla. Nos tenemos que ir. ¡Vamos! Pongámonos en marcha.
Cortés, Cacín, Pies Largos, Ocho, El Plumas y Perséfone lo siguieron por la escala que bajaba hasta el muelle y abandonaron el barco.

El grupo se adentro en el pueblo perteneciente al puerto y logró robar una carreta, frente a una taberna, que cargaba con paja y en la que estaba atado un caballo. Ocho se sentó a las riendas junto a Cacín, y el resto se libró de la paja y se sentó en la parte de atrás.
-Esto es horrible. ¡He robado!-iba diciendo Perséfone arrepentida
- Si tú apenas has participado-repuso Alejandro- No te han visto.
-Es mejor que te dirijas hacia el camino de las montañas- aconsejó Cacín a Ocho- Parece subir pero luego bajas hasta llano y después es todo campo, bosques, ríos…
El grupo estuvo en marcha toda la noche. Cuando estaba amaneciendo, ya habían dejado las montañas e iban por un tortuoso sendero que atravesaba un bosque.
-Párate cuando veas un río, Ocho-dijo Cortés pasado el mediodía- Estoy sediento.
-Sí, será lo mejor-coincidió Alejandro
El río no apareció hasta tres horas más tarde. Lo vieron entre los árboles del bosque a la izquierda del sendero. Introdujeron la carreta entre los árboles y la estacionaron cerca del río. Todos bajaron rápidamente para beber agua y mojarse un poco la cara.
-Qué raro ha sido notarla dulce-comentó Alejandro y los demás asintieron, menos Perséfone quien se alegraba mucho de saborear agua normal.- ¿Aún queda mucho, Cacín?
-Sí, un poco. Deberíamos acampar porque de noche va a ser más difícil ver el camino-aconsejó Cacín- Además, esto ha cambiado mucho desde la última vez que estuve, necesito luz para asegurarme.
-¡Eh, por allí se ve humo y luz!-se sorprendió Pies Largos
-Serán bandoleros-dedujo Cacín- Hay muchos por aquí. Algunos roban a los viajeros y otros sólo huyen debido a las pragmáticas de los reyes.
-Entonces son como nuestros amigos-dijo Ocho- Los bandoleros son como los piratas de la tierra.
-Sí, yo también soy de esa opinión-dijo Alejandro
-Pues saludémosles-sugirió Cortés
-¡No! Pueden ser peligrosos-dijo Perséfone asustada.
-No nos van hacer nada, Per-la tranquilizó Alejandro- Además, ni si quiera nos han visto
-Me podía haber quedado en el puerto-lamentó Perséfone
-¿Y por qué no lo has hecho?-le preguntó Alejandro instándola a hacerlo
-Porque me has dicho que te ayudará, ¿no te acuerdas? -le recordó Perséfone molesta- O estamos haciendo un “de nuevo”, otra vez.
-Entonces ¿has decido ayudarme definitivamente?-le preguntó feliz Alejandro
-No lo sé…me lo estoy pensando-respondió Perséfone
-Pues piensa rápido porque ya casi llegamos-le dijo Alejandro
-¿Qué? Pero si Cacín ha dicho que todavía queda mucho. Además, estamos parados-replicó Perséfone
-No ha dicho que quede mucho-la contradijo Alejandro- Sino que no estaba seguro.
-¡Shh! Viene alguien- les comunicó El Plumas, poniendo fin a la discusión, y señaló hacia la luz.
Se acercaba a ellos una muchacha con un cántaro en las manos. Caminaba mirando hacia abajo pero, al alzar la mirada y verles, se quedó paralizada.
-Tranquila, no vamos hacerte nada. Ya nos íbamos-le dijo Alejandro adelantando un paso hacia ella- Somos como tú, bandidos. Bueno, más bien piratas
Al oír aquello, la muchacha empezó a retroceder lentamente sin dejar de mirarles.
-La estás asustando-le susurró Perséfone a Alejandro, y luego dirigiéndose a la muchacha dijo:- Tranquila, no te hará nada, es bueno.  Mira, yo soy Perséfone ¿Cómo te llamas tú?
-Ana-respondió la muchacha aún asustada
 -Encantada, Ana ¿Sabrías decirnos si nos queda mucho para llegar al centro de Granada?-le preguntó Perséfone
-Pues…creo que sí, un poco-contestó Ana-. Yo solo quería un poco de agua.
-Oh, claro. Toda tuya-dijo Perséfone señalando el río- Nosotros ya nos íbamos.
-Deja, yo te ayudo-dijo Pies Largos a Ana mientras cogía el cántaro.
-Gracias
-Solo una cosa más, ya que hemos trabado amistad-dijo Alejandro sonriendo a Ana- ¿Alguno de tus amigos de allí sabe algo acerca de Granada? Por ejemplo…que te diría yo…la Alhambra, por decir algo.
-Un amigo de mi padre sabe mucho sobre la Alhambra. Fue sirviente en ella-le contó Ana algo más confiada- además de un par más que nos acompaña.
-¿De verdad? Y… ¿podría hablar con ellos?-preguntó Alejandro ilusionado
-Claro, seguidme-les indicó Ana
Alejandro y el resto la siguió de buena gana, excepto Perséfone que aún no se fiaba ¿Y si les robaban? Pero que tonta, si no llevaban nada de valor, sólo las espadas que portaban los piratas.
Ana los llevó hasta un claro del bosque donde había unas diez personas alrededor de una hoguera. Además de las personas, había un perro, tres caballos y un par de carromatos.
-¿Quiénes son, Ana?-preguntó un hombre de pelo cano y piel morena mientras se acercaba a ellos.
-Unos…conocidos del río. Él quería hablar con alguna de nuestra gente, concretamente con aquella que sirvió en la Alhambra-explicó Ana
-Hola, soy Alejandro. Encantado de conocerle-se presentó Alejandro animadamente dándole la mano- Esta es mi tripulación
-¿Tripulación?-se extrañó otro hombre, de ojos azules como el océano, que se había acercado para ver qué pasaba
-Sí, somos piratas.
Todos reaccionaron como Ana. Los que estaban de pie frente a ellos retrocedieron un poco con los ojos muy abiertos y los que estaban sentados cerca de ellos se levantaron rápidamente.
-¿Piratas? ¿Y qué quieren unos piratas de nosotros?-dijo el hombre de pelo cano- Os advierto que…
-Tranquilo, hombre. Somos amigos. Únicamente queríamos información-le explicó Alejandro alzando las manos- No queremos molestar.
Aunque algo sí que molestaban, sólo Perséfone y Cacín se habían quedado a su lado. El Plumas observaba admirado un pájaro que había en la jaula que sostenía un niño de pelos muy rizados, Ocho se calentaba su voluminoso trasero en el fuego, Pies Largos comía de la fruta que le ofrecía una amable abuela y Cortés tocaba una vihuela que había cogido del suelo
-Papá, son buena gente-intervino Ana- En el río se portaron muy bien conmigo. Es que la palabra pirata asusta un poco.
-Y uno de ellos toca muy bien la vihuela-comentó el hombre de los ojos azules señalando a Cortés quien había logrado que un par de personas bailara a su lado- Tiene mucho arte.
-Es Cortés, le encanta la música-le explicó Alejandro
-¿Cortés? Entonces, somos iguales.
-¿Qué?-preguntó Alejandro que no había entendido
-Nada, nada…Venid, sentaos con nosotros. Os explicaremos lo que queráis, mi nombre es Bartolomé. El papá de Ana se llama Antonio-les dijo el hombre de los ojos azules- ¿Tenéis hambre? Hace poco conseguimos unas frutas magníficas.
Algo sorprendidos por el brusco cambio de parecer, siguieron a Bartolomé y Antonio por aquel claro. Se sentaron alrededor del fuego junto con los demás y pronto se hicieron buenos amigos. Estos “bandoleros”, entre gitanos y moriscos, eran gente que escapaba de la guardia real para conservar su libertad. Perséfone reconoció que eran personas realmente encantadoras y que las malas historias que rondaban sobre ellos eran totalmente falsas.
-No nos quieren porque dicen que no somos normales, que somos diferentes-decía una mujer que se llamaba Aurora- Y yo pregunto, ¿quién creo la diferencia?, ¿quién decidió lo que era diferente?, ¿qué es ser normal?
-Sí, yo opino lo mismo. Los considerados normales se comportan de mal como se supone que nos comportamos nosotros- comentó Antonio a la vez que bebía un poco de agua-En realidad, bien o mal, todos nos comportamos de manera muy parecida, da igual quien seas.
-La sociedad hace creer a las personas que ser diferente es malo. Pero no es cierto-dijo un tal Santiago-Ese pensamiento perjudica mucho. Somos tan buena gente como los demás.
-A fin de cuentas, todos somos iguales dentro de la diferencia. -acabó diciendo Francisco- Me refiero a que todos somos personas que sentimos, queremos, soñamos, con miedos,…y no debemos juzgar que cada uno sea de una manera distinta a la de uno propio.
-Eso es ¿Por qué no ser lo que uno es? ¿Por miedo a los demás? ¿Por vergüenza? ¡Jamás!-dijo Alejandro- Yo soy lo que quiero ser, no lo que me dicten los demás.
-Me gusta mucho lo que has dicho-le dijo Francisco- Nosotros decimos algo parecido, y es que nosotros tenemos una sola religión: la libertad.
-¡Porque es libertad lo que quiero!-gritó alegre Cortés haciendo alusión a la canción del pirata.
-¡Por eso no soy marinero!-siguieron a la vez, el resto de piratas mientras alzaban sus copas.
Las risas empezaron sonar en el claro del bosque. Cortés volvió a coger la vihuela y empezó a tocarla de nuevo. Se le unieron un laúd y una pandereta. Todos empezaron a cantar y bailar alrededor, y pronto el ambiente se volvió muy divertido. La música y el cante de aquel grupo de personas calmaban el alma y llenaban de vida.
Perséfone se quedó sentada con el resto, hablaba con una muchacha llamada Ani.
-Entonces, ¿tú no…?-empezó a preguntar Ani, pero se detuvo cuando un niño y una niña se interpusieron entre ella y Perséfone- Pequeñitos, jugad allí... Perdón, como te decía, ¿tú no eres pirata?
-No, claro que no. Sólo los acompaño. Pero me quedaré en Granada-les comentó Perséfone- Tal vez, pueda venir a visitaros
-Sí, claro. Pero nosotros vamos cambiando de sitio-le dijo Ani
-Oh…Bueno, al menos sé que conozco a gente de aquí-se consoló tontamente Perséfone.
-Oye, tu cara me suena mucho… ¡Ya sé! Creo que he visto un dibujo tuyo en una posada-comentó una chica cuyo nombre era Fiba- Decía que te estaban buscando.
-¿Cómo? Pero yo no he hecho nada-dijo Perséfone extrañada- ¿Seguro que era yo?
-Sí, pero no te buscaban por nada malo. Era como si estuvieses perdida-le explicó Fiba- Bueno, en realidad ponía “Secuestrada”
-Secuestrada-repitió Perséfone- Oh, vaya…He metido a alguien en un lío… Pero yo me fui porque quise.
-¿Por qué te fuiste?-le preguntó Ani
Perséfone les explicó a aquellas chicas la razón por la que se había ido.
-Pero muchacha, no debes enfadarte por cosas así. Tener un hogar y una familia es lo más valioso que una persona pueda tener-le dijo la abuela de Ana, Francisca, que también estaba allí- Y cuando digo familia, no sólo me refiero a la de sangre sino a aquellas personas con las que te sientas realmente feliz y a gusto.
-Sé que fue algo feo lo que hice… Pero aún estoy enfadada, y no pienso volver-dijo Perséfone frunciendo el ceño.
-Pero, tu familia estará preocupada por ti-le dijo Fiba
-No, seguramente estarán felices de haberse deshecho de mí-negó Perséfone tozudamente
-No es cierto. Eso es lo que tú quieres creer porque estás enfadada-le explicó Francisca- Cuando se te vaya el enfado, lo verás todo diferente.
Perséfone se quedó callada sin saber que decir y pensando, una vez más, en aquellas personas con las que estaba cabreada y no quería volver a ver.
-Es que… ¿por qué me tiene que gustar lo que le gusta a todos?-dijo Perséfone rompiendo el silencio- Seguramente no soy la única, más de una persona habrá a la que tampoco le gusten las fiestas y prefiera pasar su tiempo haciendo otra cosa que realmente le guste, pero no lo hace por miedo a no encajar o lo que opinen los demás.
-Eso es cierto, debes hacer lo que tú quieras, no lo que quieran los demás -comentó una tal Mónica mientras comía uvas.
-Pero, ¿no has pensado que tu amiga y tus padres sólo buscaban lo mejor para ti?-le preguntó Ana.
-Tal vez… Sí, claro que lo he pensado-confirmó Perséfone tristemente- Supongo que fue un conjunto de cosas…y después, el que ella me ignorase me hizo sentir realmente sola… De momento, me alejo. No soy feliz allí.
-Y te alejas en buena compañía, ¿cómo se llama el de los rizos?-preguntó Ani
-Alejandro, es el capitán-respondió Perséfone y añadió desdeñosa:- Y no es tan buena compañía.
-Bueno, voy a hablar con él y bailar un poco-dijo Ani levantándose
Perséfone observó cómo Ani se acercaba a Alejandro y a Bartolomé quienes hablaban con otro tipo corpulento y de piel morena conocido como Chemi, uno de los moriscos que había visto la Alhambra por dentro. Alejandro parecía muy interesado en lo que decía aquel hombre pero cuando Ani se acercó se le fue la mirada tras ella y le sonrió pícaramente. “¡Hombres!” pensó Perséfone.
Cuando la fiesta tocó a su fin, sacaron mantas de los carromatos y las repartieron para poder dormir mejor en el suelo. Perséfone cogió una de las mantas que le ofrecía una abuela muy amable que daba muchos besos sonoros en las mejillas, y se fue hacia uno de los árboles para tumbarse a su pie.
Cuando llevaba un rato allí tumbada, Alejandro se la acercó con una manta y se tumbó junto a ella.
-¡Hola!-le dijo feliz- Ya sé cómo entrar. Cacín tenía razón, por medio de aquella torre bajita de los jardines se llega a la Torre de la Vela.
-Eso es genial-le dijo Perséfone mirándole-Aunque, después de llegar a la Vela, tendrás que buscar la llave por toda ella. Y esa torre debe de ser muy grande.
-Lo es. Me han dicho que tiene, una mazmorra y cuatro pisos contando la azotea donde hay una campana-le explicó Alejandro – Y pensado como Dybá, deduzco que la llave está junto a la campana o alrededores de esta.
-¿En la campana?-se extrañó Perséfone- ¿Y por qué allí?
-Porque, fíjate, no eligió cualquier lugar de Andalucía para esconder su llave sino uno bien importante y muy difícil de acceder en su época-razonó Alejandro- Y dentro de ese sitio, eligió la torre más destacada, desde donde me han contado se puede ver toda Granada ¿Y qué mejor lugar de esa torre que la campana?  Ningún hombre había llegado a ella antes, a no ser que fuese de dentro de la Alhambra. Ocultando la llave ahí, demostraría que era un pirata poderoso y que nada era obstáculo para él.
-Vaya…es un buen razonamiento-reconoció Perséfone y luego le preguntó:- ¿Y si no es así?
-Pues me volveré loco-dijo con naturalidad Alejandro a la vez que suspiraba
-Buena idea-opinó Perséfone sonriendo y luego, mientras mirabas las estrellas, dijo:- Que bonitas se ven las estrellas aquí, sin tanta luz alrededor
-Más bonitas se ven desde mar abierto-le dijo Alejandro
-No me he fijado
-¿Qué? Pero si has dormido en mar abierto-recordó Alejandro
-Ya, pero la primera noche me dormí sin fijarme en nada, sólo en que estaba en un barco desconocido para mí, la segunda llovió y el resto he dormido en tu camarote-le explicó Perséfone
-Sí, es cierto. Y mi espalda me lo confirma, la bodega es algo incómoda-comentó Alejandro y luego añadió feliz:- Compraré unos jergones para la tripulación.
-Más bien cogerás prestados, ¿no?-le dijo sonriendo Perséfone
-Pues no lista- negó Alejandro con sorna. Luego desvió la conversación-. Mira, mi barco se llama como una de esas constelaciones, se lo puso mi padre, antes era de él. El barco de Dybá también tenía el nombre de una constelación.
-¿A tu padre le gustaban las estrellas?-preguntó Perséfone asombrada
-Sí. Además, Dybá le enseñó el nombre de algunas constelaciones. La que más le gustaba era Pegaso-le explicó Alejandro- Pegaso  es una animal sacado de mitos, es un caballo con alas. A mi padre le gustaba porque era un caballo especial y volaba, decía que era una representación de la libertad.
-La verdad es que combina mucho con tu forma de ser- le comentó Perséfone- El caballo que no es igual al resto, que es lo que es y tiene la libertad de ir a donde quiera, sin imposibles.
-Sí, es cierto. No lo había pensado-le dijo Alejandro- A mí me gustaba porque tiene alas. Es algo increíble ¿no?-insistió al ver que Perséfone no se sorprendía- ¡Un caballo con alas! ¡Y puede volar! No como esas gallinas.
Perséfone empezó a reírse un poco y después no podía parar de reír. Tuvo que taparse la boca con las manos para que el sonido de su risa no despertase a los demás.
-Vaya, he hecho reír a Per-se sorprendió Alejandro a la vez sonreía
-Pensé que Pegaso  tenía un sentido más profundo, nada que ver con gallinas-dijo Perséfone mientras dejaba de reír. Y luego añadió:- ¿Y qué es eso de que me has hecho reír? Yo siempre río.
-Últimamente no reías-repuso Alejandro
-Pero si nunca me has visto reír-dijo Perséfone encogiéndose de hombros
-Pues por eso... ¡Mira! ¡Una estrella fugaz!-dijo rápidamente mientras señalaba el cielo y luego dijo mientras cerraba los ojos:- ¡Un deseo!
-¿Qué? Yo no la he visto-se decepcionó Perséfone
-¿Crees que se concederá a pesar de que haya pasado ya la estrella?-le preguntó Alejandro a la vez que abría un sólo ojo.
-Sí, porque estoy pidiendo yo otro-respondió Perséfone que también había cerrado los ojos.
Justo en ese instante, Ani pasó cerca de ellos a la vez que les decía “Buenas noches” con una sonrisa.
-Buenas noches- dijeron a la vez Perséfone y Alejandro, y la vieron alejarse para tumbarse junto a un carromato.
-Una chica encantadora-dijo Alejandro mientras bostezaba
-Sí, muy simpática-coincidió Perséfone secamente, a punto de dormirse.
-Pero no es tan graciosa como tú-la halagó Alejandro sonriendo levemente
-¿Me consideras graciosa?
-Sí, te lo dije antes
-Que bien…
-Ajá…
Y los dos se quedaron profundamente dormidos.



Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.


miércoles, 22 de octubre de 2014

CAPITULO 6


¡Hola!
Continúa la aventura de Pegaso.  Están acercándose a la primera pista del tesoro del temido pirata Dybá. Todo a punta que se oculta en la bello reino de Granada, en la dama árabe que la corona: la Alhambra.
Pero, ¿cómo podrán entrar en ella? ¿conseguirá Alejandro llegar hasta la torre más alta de la Alhambra?
Os dejo con el Capítulo 6, espero que resuelva vuestras dudas.




6

EL PLAN

Al día siguiente, los rayos de sol despertaron a Perséfone. Se desperezó en un poco antes de levantarse de la cama. Una vez de pie, observó el camarote de Alejandro. ¿Qué no tocara sus cosas? Estaba todo tirado por el suelo y muy desordenado. En la mesa sólo había botellas y un catalejo, el resto estaba por los suelos: cartas de navegación, mapas, trozos de fruta… En la estantería que había a la derecha de Perséfone, no había libros sino todo tipo de cosas como zapatos, un pañuelo, un manojo de llaves, un cuchillo, una espada, brújulas… Se acercó a la pared donde había un espejo colgado y miró su reflejo. Estaba horrible. Su vestido azul oscuro estaba sucio y su moño se estaba deshaciendo. Perséfone decidió terminar de desbaratarlo y dejarse el pelo suelto.  Nunca le había gustado llevarlo recogido, le provocaba dolor de cabeza. 
-¡Aja! ¡Te pille cogiendo…! Nada
Alejandro había entrado de repente en el camarote haciendo que se sobresaltara.
-¿Qué haces?- pero no espero respuesta y se puso a buscar por el suelo- Me gustaba más tu otro peinado, por cierto.
-Muy gracioso ¿Qué haces tú?
-Busco un trozo de pergamino para hacer un plan. Dentro de poco llegaremos a Granada y no tenemos ninguno.
-Ah… ¡Eh! ¡Podré quedarme en Granada!-dijo alegremente Perséfone tras reflexionar
-¿Qué? ¿Te quedarás en Granada?-le preguntó Alejandro mientras se levantaba rápidamente con un gran trozo de pergamino en la mano.
-¡Claro!-contestó ella con una sonrisa- Es fantástico. No lo había pensado, pero si pasamos por ahí, ¿por qué no quedarme?
-Sí, tiene su lógica- dijo Alejandro forzando una sonrisa- Bueno, voy hacer un plan.
Y se salió del camarote seguido de Perséfone. Ella se puso, como siempre, junto a la barandilla pero esta vez miraba el mar con una sonrisa en el rostro.
Alejandro se sentó en el suelo junto a Barriga de Oso, Cacín y Cortés quienes lo esperaban para planear la entrada, a hurtadillas, a la alcazaba de la Alhambra.
La alcazaba estaba al oeste de la Sabika, colina donde se alzaba la Alhambra, y actuaba como fortaleza de la misma. Tiene forma de triángulo, limitada por  murallas  y varias torres, entre ellas, la Torre de la Vela, la cual se encuentra en la punta oeste de dicho triángulo.
-Eso facilitará nuestra entrada en ella-dijo Alejandro tras la explicación de Cacín-Quiero decir, que no tendremos que dar muchas vueltas alrededor de la alcazaba
-Pero hay un problema. Tengo entendido que dentro de la alcazaba están los soldados-explicó Cacín- Debemos evitarlos si queremos entrar.
-Necesitamos un plano de la Alhambra-dijo Barriga de Oso
-¿Y quién tiene eso?-preguntó Cortés riendo- Nadie ha visto esa cosa por dentro.
-Claro que sí la habrán visto. Es como una especie de ciudad. Y, después de que conquistaran Granada, muchos han sido invitados a verla por el rey o por el conde a quien pusieron al cargo-explicó Cacín- Lo que yo digo es que entrar sin ser invitados será complicado.
-Por eso estamos haciendo un plan-repuso Alejandro algo enfadado-. Ya estoy cansado de que me repitan que es complicado. Vamos hacer un plan y después veremos si es complicado ¿vale?… He dicho, ¿vale?
-Vale-dijeron al unísono.
-Bien. Cacín, ¿podrías hacer un dibujo de la Alhambra?-le preguntó Alejandro
-Puedo intentarlo, pero llevó mucho tiempo fuera no sé sí…-pero se cortó al ver la cara de Alejandro y dijo:-Lo intentaré y ya te digo.
Cacín se levantó en busca de El Plumas para que le dejase una de sus plumas. Vieron de lejos como El Plumas ponía cara de fastidio y preocupación, pero aún así bajaba a las bodegas a por una.
-Volved a vuestros puestos. Sin dibujo no podemos seguir-les dijo Alejandro
Se levantó y se dirigió de nuevo al timón. Desde allí pudo ver como Sacul se acercaba a Perséfone, le daba una manzana y se ponía charlar con ella. Él le contaba algo y ella reía. Alejandro bufó,  les dio la espalda dejando de sujetar el timón y se puso a pensar en la Alhambra. Parecía difícil entrar… ¡pero no imposible!  Si el ejército de los reyes pudieron entrar hace años, ¿por qué no él? Pero él no necesitaba entrar luchando, ya que seguro lo vencerían, sólo quería entrar sin que le viesen, subir hasta por esa maldita torre y encontrar la llave. Y sí… ¿Y si no entraban todos? De hecho, cuantos menos mejor, con un par le bastaría.
-Hola. ¿Ya tienes un plan?
Alejandro se giró y vio a Perséfone con una manzana mordida en la mano.
-Casi. Espero que Cacín me haga un dibujo de la Alhambra-le explicó Alejandro mientras la observaba con atención
-Oye, ¿cuánto crees que tardaremos en llegar a Granada?-le preguntó Perséfone
-No lo sé. Pero, ¿seguro que quieres quedarte en Granada? No prefieres otro sitio... ¡Eh! ¿Ya lo tienes?-dijo al ver a Cacín
- Aquí está tal y como la recuerdo. La vi  hace cinco años, en la última visita que hice a mi madre- le explicó Cacín- Tenía un gran bosque alrededor. Lo que más me sorprendió saber es que tiene varias entradas.
-Entonces, será fácil entrar ¿no?-opinó Perséfone, más animada con la idea de quedarse en Granada
-No, según le contaron a mi madre, nunca están todas abiertas, alternan una o dos cada día. Además, los soldados hacen guardia día y noche, aunque sus guardias no son como las que tenían los musulmanes. La única puerta que vi cerca de la Torre de la Vela, es esta de aquí-explicó Cacín señalando en el dibujo una torre más baja al lado de la Torre de la Vela- Da a esta misma torre bajita. Ya no sé si a partir de ésta puedes ir a la Torre de la Vela.
-¿Cómo sabes que por ahí hay una puerta? -preguntó Alejandro- Creí que nadie podía acercarse a ese castillo sin el permiso del conde o del rey
-Sí puedes. Bueno, no mucho porque los soldados te llaman la atención. Pero puedes pasear por los alrededores del bosque y el río siempre que no molestes o tengas malas pintas-le contó Cacín- Yo pude ver que habían plantando un bonito jardín cerca de la entrada que os he dicho antes. Según mi madre, el conde que cuida de la ciudad lo mandó crear poco después de la conquista.
-Entonces, ¿la gente puede pasear por los alrededores?-le volvió a preguntar Alejandro- Y más aún si son nobles o bien vestidos, ¿no?
-Sí, claro-respondió Cacín
Después de cavilar unos momentos, Alejandro tuvo la gran idea.
-¡Ya sé!-dijo de repente Alejandro  y se puso delante del timón para decir:-Escuchadme, ya sé cómo podríamos entrar. Pero necesito un plano, al menos sólo de la alcazaba o saber si la entrada que dice Cacín lleva a la Torre de la Vela.  De momento, aumentamos la velocidad del barco para llegar cuanto antes y así poder averiguar algo más.  Además, tenemos que saber dónde dejar el barco porque para esta misión necesitaremos estar mínimo tres días fuera, pues la Alhambra está lejos de la costa. Y mientras unos pocos estamos fuera, otros tendrán que quedarse en Pegaso para cuidarlo, ¿de acuerdo?
La tripulación empezó hablar toda al mismo tiempo y a voces, no se les entendía nada.
-Pero,  ¿cuál es el plan?-preguntó Pies Largos
-Y ¿quién se quedará aquí? Porque yo no pienso perderme la diversión-dijo Amarillo
-¿Se necesitarán plumas?- preguntó preocupado El Plumas y apartándose de Dragón quien también exponía sus quejas.
Alejandro les mandó callar algo molesto. Cuando todos estuvieron en silencio, explicó su plan. Dos de ellos se acercarían a esos jardines para poder entrar a la alcazaba por la puerta que le había mencionado Cacín y así comprobar si desde esa pequeña torre se podía acceder a la Torre de la Vela. Mientras, otros se quedarían fuera distrayendo a los guardias de alguna manera que ya inventarían más tarde o para ir en ayuda de los otros dos si se diera la ocasión.  Si resultaba que podían llegar a la Torre de la Vela, se podrían en marcha de inmediato aquellos dos que habían entrado. Si no era así,  inspeccionarían un poco y saldrían para hacer un nuevo plan.
-Prometo llevaros en la próxima, de verdad. Es una Promesa de Capitán. Pero no puedo llevaros a todos conmigo porque sería muy delatador, y necesito que algunos os quedéis aquí para saber que el barco está en buenas manos y seguro –dijo Alejandro seriamente- En nadie confío más que en mi tripulación para cuidar de Pegaso.
La tripulación se miró entre sí un momento y después asintió con orgullo. Alejandro les sonrió y continuó hablando:
-La misión de los que se queden, no sólo será cuidar del barco sino de “comprar” provisiones. Vosotros ya me entendéis
La tripulación rió entre dientes, sabiendo que el que se quedase también se lo pasaría bien.
-La mitad vendrá conmigo y la otra mitad se quedará, ¿vale?-continuó Alejandro- Os lo echaréis a suertes. Pero a quien seguro necesitaré es a Cacín, pues él conoce Granada. 
La tripulación estuvo de acuerdo con eso, pues sin Cacín no había plan.
-Bien, dadme una moneda y veremos quién viene conmigo-dijo Alejandro mientras bajaba a cubierta.
Después de echar la moneda al aire varias veces salió que se quedaban: Barriga de Oso, Amarillo, Sacul, Profundo y Dragón. Por tanto, Cortés, El Plumas, Ocho y Pies Largos  acompañarían a Alejandro.  Cuando se hubo decidido quién le acompañaba y quien se quedaba, Alejandro habló en susurros con su tripulación para que Perséfone no le escuchara mientras ésta los miraba ceñuda.
-Bien, pues de momento navegaremos más rápido para llegar cuanto antes-les dijo Alejandro cuando hubo terminado- Y…también necesitaré la ayuda de Per.
-¿Qué? ¿Para qué?-preguntó sorprendida Perséfone.
-Verás, sólo te necesitaría para poder pasear por esos jardines. Es que he pensado que pareceríamos más inocentes si en lugar de dos hombres rodando por ahí, se ve una bonita pareja-le explicó sonriente Alejandro.
-Pero…yo no quiero… ¿y si nos atrapan? No quiero enredarme en esto-dijo Perséfone enfadada.
-Te prometo que no dejaré que te pase nada. Ninguno de nosotros dejará que te pase nada malo-le aseguró Alejandro rápidamente, luego volviéndose a su tripulación dijo:-¿Verdad que no dejaréis que le pase nada malo a Per?
-Claro que no, Per-le dijo Pies Largos moviendo la cabeza animándola a participar- ¡Yo te protegeré!
-Te cuidaremos muy bien-le confirmó Cortés
-Puedes estar segura de ello-le dijo Cacín- Somos hombres de palabra.
-Además, si nos cogieran… Cosa que dudo-dijo Alejandro con aire de suficiencia- Diría que te obligue a venir conmigo, y te absolverían seguro.
-Es que me estás obligando a ir contigo. No voy hacerlo, tendrás que buscar otra manera-repuso seriamente Perséfone y le dio la espalda mientras cruzaba los brazos. De repente sintió que la agarraban por debajo del vestido:- ¡Pero… ¿Qué haces?!
Alejandro se había agarrado a ella y estaba de rodillas
-Por favor, Per. Ayúdame a coger esa llave. Te prometo que no dejaré que te pase nada. Promesa de Capitán, y sabes que las promesas de capitán valen mucho-le dijo Alejandro tratando de convencerla.
-¡Suéltame!-le mandó Perséfone- ¡Vas hacer que me caiga, y si me caigo me enfadaré!
-Vale-dijo Alejandro soltándola rápidamente y luego añadió inocentemente:- Sólo es pasear por un jardín, y estaremos disfrazados.
-¿Disfrazados?-se extrañó Perséfone
-Sí, porque sólo si estás bien vestido dejan pasear por allí, ya oíste a Cacín-le explicó Alejandro aún de rodillas- Además, eso nos ayudará a que sea difícil el identificarnos correctamente.
Perséfone miró un momento a Alejandro y después a la tripulación quien le pedía con las manos que les ayudara.
-¿Seguro que no pasará nada?-le preguntó Perséfone a Alejandro
-Seguro seguro, no sé si pasará algo-se sinceró Alejandro- Lo que te prometo es que no dejaré que te pase nada malo a ti.
-Puedes estar seguro de eso, porque como muera….-empezó a decir Perséfone
-¡Qué exagerada!-dijo Alejandro y la tripulación asintió detrás suya dándole la razón.
-¡Me da igual!-vociferó Perséfone haciéndolos callar a todos- Repito. Como me pase algo, mi fantasma te perseguirá allá donde vayas.
-¡Genial! ¿Eso es un sí?-dijo Alejandro contento.
-Es un “ya veremos”
-¿Qué es un “ya veremos”?
-Es un “quizás” –respondió Perséfone
-Me vale con un quizás-dijo Alejandro mientras se levantaba con una sonrisa en la cara- ¡Muchachos! ¡Rumbo a Granada!



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Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos

jueves, 16 de octubre de 2014

CAPITULO 5


¡Hola!

¿Os gustaron los anteriores capítulos? Espero que sí.  En este se empieza a poner interesante y, pronto, irán a por la primera pista. Pero antes, debéis conocer a la fantástica tripulación de Pegaso.
Deseo que disfrutéis de la experiencia.




5

LA TRIPULACIÓN

Amarillo flotaba y nadaba sobre la superficie del mar. Parecía divertirse muchísimo
-No te preocupes-la calmó Barriga de Oso que se había acercado hasta allí- Lo hace siempre. Cuando se cansa le tiro una cuerda y lo saco como si lo hubiera pescado.
Perséfone sonrió aliviada. Ese tal Amarillo estaba algo loco.
-Parece que se divierte-comentó Perséfone observándolo nadar.
-Sí, le gusta el agua casi tanto como lo amarillo-explicó Barriga de Oso- Por eso le decimos Amarillo
-Ya me lo había imaginado
-Yo soy Barriga de Oso, por mi amplio vientre -le dijo mientras se pasaba una gran mano por su enorme panza.- ¿Tú por qué te llamas Per?
-Es de Perséfone
-Bonito nombre
-Me agrada que le guste a alguien-dijo sorprendida y añadió algo molesta:- Tu capitán no es de la misma opinión
-Alejandro es demasiado sincero a veces-comentó Barriga de Oso entre risotadas- Es de esas personas que primero actúa y luego piensa.
-Sí, eso me pareció-dijo Perséfone sonriendo.
De pronto, otro pirata apareció a su lado corriendo y también se lanzó al agua. Cacín también se acercó a ella, pero no se tiró al agua sino que se sentó sobre el cañón que había a lado.
-Cortés es muy divertido y toca la vihuela-le contó Barriga de Oso señalando al muchacho que se hallaba con Amarillo en el agua.
-Oye, ¿has resuelto ya lo de la palabra “vela”?-le preguntó Cacín a Perséfone.
-No. Supongo que debe ser algo de Granada, pero nunca he estado allí, así que no se que puede ser-respondió ella
-Yo soy de allí, te lo he dicho antes, ¿verdad? Quizás podría ayudarte, me gusta esto de los acertijos-le comentó Cacín– Veamos... ¿Qué puede ser “vela” en Granada?
-Algo que se encienda- sugirió entre risas Barriga de Oso.
-¿Qué hacéis?-preguntó Sacul sentándose de un salto sobre la barandilla al lado de Barriga de Oso
-Pensar que es “vela”, ya sabes, lo del poema- le explicó Cacín.
-Vela es eso-dijo Sacul señalando hacia los mástiles.
-En Granada no hay velas de esas- comentó Cacín- Lo destacable en Granada es lo morisco. Aunque ya no lo es tanto, gracias a nuestros encantadores reyes.
-¿Qué hace? ¿Es el vigía?- preguntó Perséfone mirando hacia las velas y viendo a Profundo en la cofa del vigía.
-A veces. Le gusta estar allí, dice que así se siente en armonía con el océano-le explicó Barriga de Oso.- Cosas de Profundo, ya ves.
-Un día podemos subir juntos, Per. Vigilaremos las estrellas-le propuso Sacul pícaramente y guiñándole un ojo. Barriga de Oso le dio una colleja- ¡Au! Sólo pretendía ser amable.
-Claro, y yo me lo creo, Don Galán-le dijo Barriga de Oso-  No la incomodes. Ya oíste a Alejandro ayer.
Sacul le sacó la lengua cuando no miraba y le indicó a Perséfone con un dedo que estaba loco. Perséfone rió. A veces Sacul tenía su gracia.
-¡Eh! Espérame, Amarillo-gritó Sacul mientras se ponía de pie en la barandilla y se tiraba al agua.
-Luego no pienso sacar a ninguno-les gritó Barriga de Oso y luego, mirando a su izquierda, dijo con fastidio:- Tú también no.
Alejandro pasó corriendo al lado de Barriga del Oso, le lanzó la nuez y saltó por encima de la barandilla a la vez que decía:
-¡Allá voy!
Se zambulló en el agua con el resto de la tripulación. Ellos lo recibieron con alegría y pronto empezaron a salpicarse entre risotadas.
-¡Ya sé!-dijo de repente Cacín- Sé lo que es “vela”.
-¿Qué?-preguntaron al unísono Perséfone y Barriga de Oso.
-La Alhambra
-¿La Alhambra? Pero si eso es un castillo-dijo Perséfone extrañada
-Sí, pero una de sus torres es llamada la Torre de la Vela-explicó Cacín- La llaman así porque es la torre que utilizaban los moriscos para vigilar que nadie entrase en la Alhambra o la atacase. Está en la parte de la alcazaba. Se me ha ocurrido al ver a Profundo, ¿no es genial?
-Oh, claro, eso tiene que ser. La llave debe estar en esa torre- dedujo Perséfone sorprendida.
- ¡Alejandro! ¡Sube aquí ahora mismo! ¡Sabemos dónde está la llave!-lo llamó Barriga de Oso y luego, dirigiéndose a Cacín, dijo:- Rápido, trae la escala.
Cuando Alejandro hubo subido al barco con el resto de la tripulación, Barriga de Oso le explicó lo que había averiguado Cacín.
-Genial, entonces ya sabemos donde tenemos que ir. Ya estamos más cerca del tesoro-dijo Alejandro contento. Su tripulación aplaudió alegre.
-Pero, ¿no tenéis un problema?-les preguntó Perséfone- La Alhambra estará muy protegida y no está precisamente al lado del mar, ¿no, Cacín?
-Bueno, nadie dijo que fuera fácil-dijo Alejandro- Sólo necesitamos un plan. De momento, me voy secar un rato al sol.
-Yo creo que es imposible.
-No, no lo es-la contradijo Alejandro quisquilloso.
-Claro que sí-replicó Perséfone cabezonamente- ¿Cómo vas a entrar? Seguramente estará muy custodiada después de todo el lío que se montó con su conquista.
-Basta. Ahora vamos a empezar de nuevo-mandó Alejandro
-¡No!-negó la tripulación en tono de fastidio.
-¿Por qué no te has callado, Per?-le preguntó Cortés a la confundida Perséfone
-Eres muy guapa pero algo testaruda –le dijo Sacul
-¡Vamos! ¡Todos al agua!- ordenó Alejandro- Menos Barriga de Oso, Cacín y Per que estaban aquí.
-¡¿Qué?! ¿Otra vez?-dijo Cortés
-¡Sí!-confirmó Alejandro
Algo molestos, los piratas se lanzaron al agua junto con Alejandro.
-Pero, ¿qué hacen?-preguntó Perséfone
-Empezar de nuevo. Cuando algo fastidia a Alejandro o no sale como le hubiese gustado, empieza de nuevo-le explicó Barriga de Oso- Bueno, tendré que volver a echar la escala.
Perséfone pensó que estaban todos locos. No sabía quién era más tonto Alejandro o el resto por hacerle caso.  Pasados unos minutos, los piratas que estaban en el agua volvieron a cubierta.
-Bien. Cuéntame ¿Qué has descubierto?-preguntó Alejandro a Perséfone cuando volvió a estar en el barco.
-Ya lo sabes-contestó molesta
-¿Qué? Pero si estaba en el agua-le dijo Alejandro con una sonrisa. Le divertía la cara de Perséfone-Me ha dicho Barriga de Oso que habéis descubierto donde estaba la llave, ¿y bien?
Perséfone lo miró unos segundos con los labios fruncidos de irritación y luego le volvió a explicar, muy seria, donde estaba la llave.
-¡Eso es fantástico! Ya estamos más cerca del tesoro-volvió a decir Alejandro y se giró hacia la tripulación para indicarle con las manos que gritaran felices como lo había hecho antes. La tripulación volvió a celebrarlo pero con menos entusiasmo.- Bien, yo no veo ningún problema. Está claro que debemos hacer planes muy buenos para entrar allí. Pero no es imposible.
Al decir “imposible” lanzó a Perséfone una evidente mirada de que no lo contradijera. Después, cogió la nuez de la mano de Barriga de Oso y se dirigió hacia la toldilla para tumbarse y secarse al sol.
-Voy a contarle a El Plumas y Pies Largos lo que hemos averiguado-dijo Cacín.
-Voy contigo-dijo Cortés- Yo me encargaré de Dragón.
-Yo se lo contaré al resto-acabó diciendo Barriga de Oso a quien siguió Amarillo
Como Perséfone no quería quedarse sola con Sacul, se fue hacia la toldilla en busca de Alejandro. Lo encontró esparramado en el suelo mientras esperaba que el calor hiciese su efecto.
-No todo lo puedes solucionar empezando de nuevo-le dijo Perséfone.
-Claro que puedo-repuso Alejandro sin abrir los ojos.
-Muy bien. Quieres decir que si te pillan entrando en la Alhambra y te llevan a la cárcel le dirás a los guardias “de nuevo” y entonces ellos te soltarán para que puedas intentar volver a entrar-expuso Perséfone en tono irónico.
-No, pero podría escaparme y volver a intentarlo.-le explicó Alejandro despreocupadamente- Siempre hay segundas oportunidades.
 -Lo dudo-le dijo Perséfone que pensaba en Belinda y luego añadió en un murmuro:-Yo nunca he tenido una segunda oportunidad
-Eso es porque no has mirado bien-le dijo Alejandro mientras abría los ojos y se sentaba. Luego se levantó y se apoyó en el timón con un brazo.-Algunas son claras y otras hay que buscarlas. También depende del pesimismo de algunas personas, como tú.
-¿Yo soy pesimista?-se indignó Perséfone
-Sí, no dejas de decir que si esto no es posible, que ni esto tampoco- le explicó Alejandro poniendo un tonito de fastidio. Luego sonrió y dijo:- Debes ser más positiva. ¿Cómo sabes que no es posible si ni si quiera lo has intentado? Para mi nada es imposible.
Perséfone no supo que decir por un momento. En parte tenía razón, pero no quería dársela.
-¿Donde perdiste esa segunda oportunidad?-le preguntó Alejandro.
-Te aburriría contándotelo-respondió Perséfone
-No me gusta aburrirme-dijo Alejandro volviéndose para coger el timón.
Como no dijo nada más, Perséfone se enfadó.
-¿Ya está?
-Ya esta, ¿qué?-preguntó Alejandro extrañado
-Creí…creí  que insistirías
-¿Por qué iba a insistir si me estás diciendo que me aburriría?-preguntó Alejandro
-No sé…Por educación-contestó Perséfone cruzando los brazos.
-No sé qué es eso. Pero si tanto te importa…cuéntamelo-le dijo Alejandro y añadió rápidamente:- Pero muy brevemente.
-No, ya no quiero contártelo-repuso Perséfone dándole la espalda
-¡No hay quien te entienda!-dijo Alejandro, aunque no estaba molesto. En realidad le divertía la situación:- Primero que sí, ahora que no…Decídete
-Muy bien, te lo contaré.
-Vale, yo intentaré escucharte
Perséfone ignoró su comentario y empezó a contarle su problema con Belinda. Cuando término, Alejandro se quedó un momento callado con los labios muy apretados, pero de repente los abrió de golpe y se empezó a reír, tanto que le salían lágrimas de los ojos.
-¿Por qué te ríes? A mí no me hace gracia.
-Creí que…que…era algo…más grave-dijo entrecortadamente entre risas- Por favor, Per. Eso se arregla…hablando.
Cuando llegó a la palabra “hablando” volvió a reírse con más fuerza. Tanto se reía que se doblaba y le costaba mantenerse en el timón. Perséfone esperó enfadada y pacientemente a que se le fuese el ataque de risa. Pero, sin saber por qué, el enfado se le fue apagando y la risa de Alejandro contagiando hasta hacerla sonreír.
-Bueno, en realidad, no era un problema tan grave. Pero para mí sí. Que de repente tu única y mejor amiga en el mundo te deje a un lado no es agradable-dijo Perséfone
-¿Era tú única amiga de verdad?-preguntó Alejandro dejando de reír por fin. Cuando Perséfone asintió, la miró y le dijo para animarla:- Pues ella se lo pierde sino te habla. Eres muy graciosa.
Perséfone sonrió mientras bajaba la mirada. Alejandro era muy raro, pero también buena persona.
-Yo te daría dos consejos-le dijo Alejandro mientras alzaba una mano con solo dos dedos arriba- Uno es que siempre debes seguir tus criterios, siempre que estos sean  buenos. Y dos, disfruta de lo que tienes
-Me gusta tu primer consejo-le confesó Perséfone- Pero no entiendo el último, ¿qué tiene que ver con lo que te he contado?
-Tiene que ver con el hecho de que estabas con tus amigos y familiares ¿No sabes lo afortunada que eres por poder disfrutar de ellos? Son gente que te quiere y busca lo mejor para ti-le explicó Alejandro-Disfruta de lo que tienes significa que vivas el momento, que valores lo que tienes y busques la manera de sentirte bien con lo que está a tu alcance.
Perséfone agachó la cabeza mientras reflexionaba sobre lo que le había dicho Alejandro. Cuando alzó la mirada, vio que Profundo se acercaba.
-Capitán, se avecina lluvia-informó una vez que estuvo al lado de ellos.
-Oh, no. ¿Para cuando crees que estará aquí?-le preguntó Alejandro.
-Para esta noche-contestó Profundo mansamente y se fue de nuevo.
-¿Cómo sabe que habrá lluvia?-preguntó Perséfone a Alejandro.
-Tiene un don especial para eso. Le encanta la naturaleza y demás-le explicó Alejandro.
Perséfone miró hacia el cielo y vio que estaba claro. No se veía ninguna nube gris. Seguro que se equivocaba. Decidió sentarse en las escaleras como antes, así al menos estaría lejos de los otros piratas. Antes habían sido agradables, pero aún no se fiaba del todo. De pronto, su tripa sonó. No había comido nada desde que se escapó de casa.
-Oye, ¿cuándo coméis aquí?-preguntó a Alejandro por encima del hombro.
-Cuando queremos, aunque no mucho porque nuestras provisiones son limitadas-respondió Alejandro- ¿Por qué? ¿Tienes hambre?
-No…bueno, tal vez…un poco. Pero si no tenéis la suficiente puedo esperar.
-Tonterías. Comeremos los dos, yo también tengo hambre.-dijo Alejandro- ¡Pies Largos! Trae aquí un poco de comida de la bodega. Mejor aún, preparad las mantas y comeremos todos.
Después de un rato, los piratas colocaron varias mantas en la cubierta y encima de ellas la comida. Había fruta, pan y pescado. Todos se sentaron alrededor de las mantas y empezaron a comer con las manos. Al principio, Perséfone se quedó algo cortada, a pesar del hambre que tenía,  pero cuando Barriga de Oso le pasó una manzana y la animó, se puso a comer tanto como los piratas.
Cuando terminaron, retiraron las mantas y la guardaron en la bodega. Perséfone les ayudó y vio las bodegas por segunda vez, la primera fue cuando la encerraron por creerla una ladrona. En la primera planta había varios cañones y, en un rincón, espadas tiradas en el suelo de manera desordenada. En la segunda había mantas, algunas colgadas entre dos palos de madera a modo de hamacas, y dos mesas con varias monedas y dados encima. Y en la última planta guardaban la comida y las mantas-manteles, además es donde se encontraba la pequeña celda donde antes habían encerrado a Perséfone.
Luego, volvió a subir a cubierta donde Alejandro hablaba con Barriga de Oso y Cacín sobre cómo entrar en la Alhambra.
-Bueno, ya nos preocuparemos de eso más tarde-decía Alejandro y se tumbaba- Hoy es para relajarse.
El cielo empezaba a oscurecerse y tener pinceladas anaranjadas. Grandes nubes grises se acercaban por el Este. Cortés había cogido una vihuela y la tocaba. A su lado, Ocho empezó a cantar y pronto todos los piratas se le unieron:

-Pirata soy
Surcando lo mares voy
Es libertad lo que quiero
Por eso no soy marinero

Pirata soy
Surcando los mares voy
El ron me encanta, es mi pasión
Por eso lo bebo a borbotón

Pirata soy
Surcando los mares voy
Esta es la vida que elegí
¡Por eso me gusta a mí!

Cuando terminaron de cantarla, todos rieron. Como por arte de magia salieron las botellas y, mientras bebían, volvieron a cantar a la vez que bailaban. Los piratas se agarraban de los brazos y daban vueltas en parejas, pasándose unos a otros al son de la música. Perséfone fue arrastrada por Alejandro a la zona de baile y de repente se encontraba dando vueltas con los demás piratas, quienes la recibieron alegremente. Cuando dejaron el baile de las vueltas, empezaron a bailar unos detrás de otros formando una fila agarrados por los hombros. Perséfone tenía que reconocer que al menos, los bailes de los piratas, eran más divertidos que los bailes de las fiestas a las que había asistido. Después del baile en fila, volvieron a estar en parejas, unidos por los brazos iban desplazándose por el barco dando brincos y cambiando de vez en cuando de parejas. Todo ello, sin dejar de cantar “Pirata soy…” Verdaderamente, era una gran fiesta.
Poco a poco, los piratas fueron abandonando la fiesta para irse a dormir a la bodega, menos Profundo, quien volvió a subir a la cofa del vigía. Perséfone se dirigió hacia el castillo de proa donde aún estaba la sábana con la que la había tapado Alejandro. 
Cuando ya llevaba un rato acurrucada en el suelo y tapada por completo, una gota cayó sobre su cara, después unas tres más y, en cuestión de segundos, un chaparrón de agua caía sobre ella. Se levantó a toda prisa mientras se cubría con la manta. Casi sin ver, debido a la oscuridad y a que la lluvia la obligaba a ir inclinada, bajó del castillo de proa con la idea de guarecerse bajo las escaleras que llevaban hasta la toldilla.
-¡Au! Me has pisado
Había chocado contra Alejandro sin querer y casi se cae.
-Perdona
-No pasa nada. ¿Ves como Profundo siempre tiene razón?-le dijo Alejandro empapándose de agua- Iba a buscarte para que durmieras en mi camarote, así no te mojarás.
-No, gracias. Dormiré debajo de las escaleras-se excusó Perséfone.
-Allí te mojarás igual y terminarás enfermando-repuso Alejandro y luego, mirando hacia arriba, gritó:- ¡Profundo! ¡Baja de ahí o te acabarás ahogando, y no quiero ninguna baja en mi tripulación! Vamos, Per.
-No, en serio, yo…
-Vamos, que nos estamos empapando-insistió Alejandro mientras la cogía por el brazo, llevándola hacia el camarote. Cuando estuvieron ambos dentro de él, volvió a hablar:- Tú dormirás aquí y yo dormiré con el resto en las bodegas.
-Oh, vaya, no quería molestarte-le dijo Perséfone mientras se deshacía de la mojada manta. Aunque en el fondo le aliviaba esa decisión. Sí que parecía de fiar.
-No, no es molestia. Bueno, sería molestia si husmearas en mis cosas… ¿Tocarás mis cosas?
-No
-¡Genial! Entonces, puedes quedarte-dijo Alejandro–.Ya me voy. Hasta mañana.
-Hasta mañana, y gracias.
Alejandro le dijo adiós con la mano y salió del camarote. Mientras cerraba la puerta, Perséfone le oyó decir  “Para que luego diga que no soy educado”. 


Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.