martes, 19 de agosto de 2014

EL NACIMIENTO DE PEGASO


¡Hola!

Hace unos días prometí narraros el nacimiento de Pegaso, refiriéndome al ser mitológico, al caballo alado. Pues bien, esta es su historia.

Todo comienza con el gran héroe y semidios Perseo. Perseo, al igual que muchos otros, es hijo de Zeus quien tuvo un romance con una mortal llamada Dánae. Ella era un princesa a quien su padre encerró en una jaula para evitar que no conociese a ningún varón y concibiese un hijo pues le había vaticinado el Oráculo que su nieto lo destronaría. Pero Zeus, un dios que no se cansaba de ir de flor en flor (como les pasa a muchos hombres), la descubrió gracias a su omnipresencia y, transformándose en lluvia de oro, entró en su jaula para estar junto a la princesa y, entonces,... ¿Os lo imagináis? ¡Dánae quedó embarazada!  A su padre este pequeño jueguecito del dios del Olimpo no le gustó para nada. ¿Y qué hizo?  Mandó embarcar a Dánae y su recién nacido hijo, Perseo, en una pequeña barca, abandonándolos a su suerte en el enorme mar.

Zeus se apiadó de la princesa y de su hijo, y pidió a Poseidón que los condujera una isla para que estuviesen a salvo. En aquella isla vivía un príncipe llamado Polidectes quien dio cobijo a los náufragos. Allí Perseo creció y se hizo un fuerte joven, pero muy protector de su madre, tanto era así, que Polidectes, para poder acercarse a ella, ideó un plan para alejar a Perseo. Polidectes fingió estar prometido con una princesa de otra tierra y, por ello, retaba a todo habitante de la isla a hacerle el mejor regalo. Casi todos optaron por regalos sencillos: fruta, un par de ovejas, un buen vino... Pero Perseo, que era muy arrogante, le prometió traerle la cabeza de una de las tres Gorgonas.  Polidectes, con una sonrisa de oreja a oreja, ya imaginándose su noche de pasión con Dánae, aceptó el reto.

Perseo partió en busca de las Gorgonas, para lo cual contó con ayuda de algunos dioses del Olimpo quien decidieron tomar cartas en el asunto (como en otros muchos casos) y le guiaron hasta donde se escondían dichos monstruos.  Las Gorgonas son monstruos femeninos con el pelo de serpientes y que pueden convertirte en piedra con solo mirarlas. Pero sólo una de las tres Gorgonas era mortal y esa era Medusa.
Perseo, con la gran ayuda de Atenea quien le regaló un escudo dorado ideal para el enfrentamiento,  le indicó quien era y donde estaba Medusa. El héroe se guiaba con el reflejo del escudo para pelear contra Medusa pues corría el riesgo de ser de piedra si la miraba. Finalmente, venció, cortándole la cabeza.

¡Y aquí es donde entra en juego Pegaso!  De la sangre que brotó de esa cabeza nació el hermoso caballo alado. Unos dicen que dicha sangre cayó al mar por lo que Pegaso también sería "hijo" de cierta manera de Poseidón, el dios del mar.  (Ahora que lo pienso, me resulta curiosa esta versión, sabiendo que yo he escrito a un "Pegaso" en el mar)


En fin, Pegaso, como ya os narré en la entrada de "Belerofonte", es una caballo alado libre y salvaje que contaba con la protección de Zeus. Tanta era esa protección que cuando Belerofonte quiso quedárselo para sí para poder seguir siendo poderoso, Zeus le lanzó un rayo y lo derribó, mandándole al inframundo.

Pero Pegaso no sólo protagonizó la ese mito de Belerofonte o de Perseo, él también tiene su propia historia. Se cuenta que una vez, hubo un concurso o un reto de canto entre las musas y las ninfas en uno de los montes de la tierra.  Se dice que el canto que salía de sus bocas era tal, que el monte donde se encontraban se elevó hacia el cielo de una manera casi incontrolada. Zeus viendo aquel caos, pidió a Pegaso que sobrevolara el monte y le diera una coz para que volviese a bajar.  Pegaso, fiel a Zeus, así lo hizo y de una coz, no sólo acalló a las musas y ninfas, sino que también hizo que el monte volviese a la normalidad. Pero no quedó ahí, pues donde Pegaso dio su coz, se creó un manantial llamado Hipócrene.



También algunos mitos cuentan que Pegaso fue por un tiempo ayudante de la diosa de la aurora, Eos, quien montada en él iba hasta los limites entre el cielo y el mar, para llamar al dios del sol, Helios, para que guiase al astro rey durante el día.

Lo último que se conoce de Pegaso es la leyenda de Belerofonte, donde acaba siendo convertido en constelación gracias a Zeus, al liberarlo este de las garras de Belerofonte. Zeus decidió que fuese una constelación para que volase libre entre las estrellas para toda la eternidad.
Bonito, ¿verdad?
¿Ocurrirá lo mismo con mi Pegaso?

Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

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