martes, 25 de noviembre de 2014

FRASES PARA RECORDAR


¡Hola!
Tengo esa costumbre, no puedo evitarlo. Cuando termino un buen libro, tengo que copiar sus buenas frases, incluso diálogos y páginas enteras.

Pensé: Igual que tienes un mp3, tu móvil, un disco... donde guardas tus canciones favoritas para escucharlas cuando quieras. ¿Por qué no hacer lo mismo con las partes de los libros que más te han gustado y marcado?

Quiero compartir con ustedes esas frases. Cada día, aunque sea una breve entrada, escribiré una en el blog. Responderme a ella con otra, os estaré agradecida de ampliar mi repertorio.

Aquí os dejo una de ellas:

"-Vas por ahí escarbando en la vida de las personas. Oyes rumores y hurgas en la dolorosa verdad que subyace a las bonitas mentiras. Crees que tienes derecho a hacerlo. Pero no lo tienes - Miró con dureza al escribano.-Cuando alguien te cuenta un trozo de su vida, te está haciendo un regalo y no dándote lo que te debe.”


---El temor de un hombre sabio---

lunes, 24 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 10


¡Hola!

Continúa la aventura. Por fin llegan a Grecia, ¿conseguirán el mapa que buscan? ¿Perséfone decidirá quedarse en este nuevo lugar?



10

AL ALCANCE DE LOS CENTAUROS

En los dos días siguientes, Perséfone continuó insistiendo en sus clases de esgrima. Además de Alejandro, Cortés y Amarillo eran muy diestros con la espada y la ayudaron. Perséfone también animó a alguno de los otros piratas a abatirse con ella, aunque al principio se negaban, acabaron aceptando.
El primero fue Dragón, quien le confesó, tras terminar de combatir, que se le daban mejor los cañones. Después le siguieron Pies Largos, Ocho, Cacín y, por último, Sacul. Él fue muy generoso con ella, casi siempre la dejaba ganar, incluso fingió que Perséfone le había logrado tirar la espada de un golpe. También, Alejandro le enseñó varios trucos, como retorcer el brazo del contrincante al esquivar por la izquierda un ataque de éste o quitar, verdaderamente, la espada de un golpe.

Pronto llegaron a Grecia. Desde lejos podían divisar la tierra que la limitaba con el mar. Como había dicho Ocho, encontraron una especie de cueva sin techo en un acantilado donde el barco quedaba parcialmente oculto entre él y unas grandes rocas. Al salir de Pegaso, tuvieron que andar por unas enormes piedras, mojarse un poco y, por fin, llegar a una playa que daba a un espeso bosque. Perséfone le había indicado a Alejandro, por medio de mapas, donde estaba más o menos Atenas, pero no sabía cómo llegar. Según Perséfone, tras mirar el mapa, Atenas quedaría hacia el norte desde su posición pero, como no estaba segura, decidieron caminar hacia el puerto más cercano y preguntar a alguien de allí.
Esta vez, toda la tripulación iba con Alejandro, pues éste les había prometido que todos participarían en la siguiente aventura. 
Tras caminar un par de horas,  llegaron a un puerto y, mientras que algunos se quedaban apartados, decidieron que fueran  Sacul y Perséfone los que preguntasen cómo llegar a Atenas debido a que eran quienes mejores aspectos tenían, además de que ésta última chapurreaba algo de griego gracias a su madre. Ambos preguntaron a una amable señora, ayudándose también por señas y dibujos en el suelo.
-La señora ha señalado hacia el noreste, más o menos-les dijo Perséfone después de haber “hablado” con la señora
-Parece ser que nos quedan unas cuantas horas de camino porque ha levantado tres dedos cuando le hemos preguntado-les contó Sacul- Tal vez me ha entendido mal…
-Nuestra “conversación” ha sido un poco ridícula con tantas señas-reconoció Perséfone, riendo
-¿Robamos otra carreta?-preguntó Pies Largos a Alejandro.
-Pues a mí me apetece andar-comentó Profundo.
-Tú mandas, Alejandro. ¿Qué hacemos?-le preguntó Barriga de Oso
-Estoy con Profundo. Andemos. Disfrutemos de los paisajes griegos-dijo Alejandro- No hay necesidad de robar. Cuanto menos llamemos la atención, mejor será.

Anduvieron a través de las calles muy divertidos, se paraban para coger comida y bebida “prestada”, para contemplar alguna que otra estatua o para hablar con bellas señoritas, Alejandro tuvo que llamar varias veces la atención de Sacul y Cortés para que continuaran andando. Perséfone le encantaba todo: las casas blancas y azules, el arte, la vestimenta…
-¿Por qué no nos hemos vestido de griegos?-preguntó Perséfone a Alejandro-Su ropa es muy bonita.
-Porque no hay necesidad…aún. De todas formas no me gusta la ropa de los hombres, parecen vestidos-le dijo Alejandro
-Grecia es bonita, sería un maravilloso lugar para vivir-comentó Perséfone distraídamente
-¿Te quieres quedar en Grecia?-preguntó Alejandro sorprendido
-No
-Te gustamos, ¿a que sí?-le dijo Alejandro sonriéndole, dándole un golpecito con el brazo
-Es que no sé me da bien hablar griego-se excusó Perséfone y se alejó de Alejandro.
Perséfone siguió curioseando hasta que la suerte le sonrió. Descubrió que un anciano llevaba en su carruaje a donde quisieras siempre que le pagaran. Se lo hizo saber a los demás, quienes estuvieron de acuerdo, pero el problema era el dinero. Amarillo lo resolvió en unos minutos. Desapareció un momento y regresó con un montón de monedas, a Perséfone le sorprendió que no lo pillasen con lo llamativa que era su ropa. Como todos no cabían en el interior del carruaje, algunos de ellos se montaron en el techo y otros junto al cochero.
Al llegar la tarde, el carruaje se detuvo cerca de la Acrópolis donde se encontraba el templo de Atenea. La Acrópolis se levantaba sobre una colina que se elevaba por encima del mar y estaba compuesta por numerosas casas,  monumentos y templos.
Todos bajaron del carruaje ilusionados y se acercaron deprisa a la Acrópolis. Subieron la empinada cuesta que conducían al interior de la ciudad y atravesaron su enorme entrada franqueada por grandes columnas. Nada más entrar, justo en frente de ellos, se levantaba una gran estatua de una diosa, la diosa Atenea.
El lugar estaba lleno de gente que iba y venía de los numerosos templos que se levantaba allí.
-¿Cuál de los templos será el de Atenea?-preguntó El Plumas
Decidieron preguntar una vez más. Perséfone se acercó a una mujer y, con dificultad, le preguntó sobre el templo de Atenea. Después, se volvió hacia los piratas algo confundida.
-Me ha dicho que hay dos o tres templos dedicados a Atenea. Ó al menos que tengan una estatua en su honor-les comunicó Perséfone.
-¿Dos o tres templos?-preguntó Alejandro entre sorprendido y angustiado-¿Cómo que dos o tres templos?
-Es que todo en este lugar está dedicado a ella. Recuerda que es la diosa de esta ciudad-le explicó Perséfone-Cada templo tiene algo en honor a ella.
-Claro, Dybá no lo iba a poner fácil-dijo Cacín
-Pero dejó una pista-pensó Alejandro en voz alta- Los centauros. Debemos buscar centauros.
-¿Vamos a buscar centauros por todos los templos?-preguntó Sacul con pesadez.
-Sí, si es necesario-respondió Alejandro con firmeza-. Por cierto, ¿qué son los centauros exactamente?
-Un animal mitad hombre, mitad caballo-explicó Perséfone
-Qué raro, vaya nariz debe de tener-opinó Cortés.
-Le debe de oler el aliento más que a mí-dijo Dragón riendo.
-No. La mitad de arriba es de hombre-aclaró Perséfone-El trasero es de caballo
Todos rieron con más fuerza al escuchar a Perséfone. Todos menos Alejandro que empezaba a impacientarse.
-Vamos, no es la primera vez que oís decir trasero a alguien- dijo Alejandro- Empecemos a buscar ya. Separémonos.
Todos se dispersaron por la Acrópolis en busca de centauros. Era realmente difícil pues debían fijarse en cada detalle de cada templo. Además, algunos tenían andamios pegados a sus muros que dificultaban la visión, posiblemente eran para la restauración de las figuras elevadas o la construcción de otros elementos de arquitectura, parecía que aquel lugar estaba en continua reconstrucción. Sacul, cansado de buscar, decidió preguntar a una encantadora muchacha quien se rió escandalosamente cuando le dijo, mediante señas, dónde podía encontrar centauros.
Tras una larga hora, por fin los encontraron.
-¡Los encontré! Encontré los centauros-avisó Pies Largos, junto con Profundo, a Alejandro que estaba en un templo cuyas columnas tenían forma de mujer.
Pronto, después de avisar al resto, siguieron a Pies Largos y Profundo hasta el gran templo que se levantaba a la derecha de la entrada de la Acrópolis. En el lado izquierdo del templo, en la metopa, estaban los centauros tallados en relieve.
-Fantástico. Pero… ¿ahora cómo llegamos hasta allí?-dijo Alejandro- Y lo más importante, sin llamar la atención.
-Además, hay muchos centauros ahí tallados-señaló Perséfone- Si logras subir, espero que te dé tiempo a mirarlos todos antes de que te pillen.
-Me dará tiempo. Sólo necesito un plan-dijo Alejandro y como vio que Perséfone iba a replicar contestó:-Es complicado pero no imposible. Si hemos entrado en la Alhambra, podemos subir ahí.
-Necesitamos unas cuerdas o algo así-opinó Amarillo
-Y para no llamar la atención debemos de hacerlo por la noche-dijo Barriga de Oso.
-Pero sugiero que no salgamos de la Acrópolis, que nos ocultemos en el interior del templo o por los alrededores-comentó Profundo con tranquilidad
-¿Por qué?-preguntó Alejandro
-Porque sería difícil entrar de noche. Hay guardias rondando por aquí, supongo que será por las estatuas que hay en los templos, están hechas en parte de oro-explicó Profundo- Si nos quedamos, nos quitaremos la dificultad de esquivar a los guardias mientras intentamos volver a entrar.
-Sí, Profundo tiene razón-dijo Cacín
-Y yo que creía que sería la parte más sencilla del poema-comentó Perséfone desanimada
-¿Estatuas de oro?-preguntó Cortés impresionado
-Podríamos coger un poco-dijo Amarillo- Un dedo de la estatua o así
-No. Hemos venido a por el mapa y nos dedicaremos sólo a él-dijo Alejandro- Debe de ser fácil. Si Dybá lo logró, nosotros también.
-¿Y cómo subimos?-preguntó Cacín
-¡Eso ya lo he pensado yo!-dijo Pies Largos alzando la mano para atraer la atención de los demás-. En el interior de algunos templos había escaleras.
-Sí, yo también vi unas en el templo aquel, donde había una Atenea sin alas-recordó El Plumas- Y también estaban aquellos andamios. Es una pena que este templo no tenga uno junto a sus muros
-¡Pero podemos coger las escaleras que digo! Son de madera, de esas que puedes mover de un sitio a otro-explicó Pies Largos efusivamente-. Tres de nosotros podríamos cargar con ella, traerla hasta aquí, apoyarla en las columnas y subir hasta los centauros.
-Muy bien pensado, Pies-dijo Alejandro ilusionado-.Nos serviremos de esas escaleras.
-Ahora sólo nos queda esperar que la oscuridad nos envuelva y sea nuestra amiga-concluyó Profundo mirando hacia el cielo.
 Los piratas esperaron escondidos a que se hiciera de noche. Algunos de ellos se escondieron en el templo de los centauros y otros en el templo donde Pies Largos había visto la escalera.  Después de observar durante unos minutos el recorrido que hacían los guardias para saber cuándo poder salir sin ser vistos, Pies Largos, El Plumas y Sacul agarraron la escalera y atravesaron la Acrópolis, parando de vez en cuando para ocultarse tras muros o estatuas, hasta llegar al templo de los centauros donde los demás los esperaban asomados entre  las columnas del mismo. Cuando los vieron, los ayudaron a ocultar la escalera entre las columnas de fuera del templo.
-Bien, esperaremos a que vuelva a pasar el segundo guardia-susurró Alejandro que también había estado estudiando el recorrido de los dos guardias que vigilaban los alrededores del templo- Cuando pase, tendremos un pequeño momento para colocar la escalera, subir por ella y buscar el mapa en los centauros.
Todos asintieron mostrando que lo habían comprendido. Observaron escondidos como pasaba el primer guardia y después el segundo.
-Ya-susurró Alejandro rápidamente
Entre todos cogieron la escalera y la colocaron en el exterior, apoyada frente a la parte de la metopa que tenía tallada los centauros. Alejandro subió rápidamente por la escalera mientras Barriga de Oso la sujetaba desde abajo. Dragón junto a Profundo vigilaban por las esquinas por si venían los guardias y los demás se ocultaban tras las columnas.
Alejandro pasó de la escalera al borde de la metopa y empezó a mirar las bocas de todos los centauros, pues en el poema decía que “les dio de comer”. Transcurridos unos segundos, encontró un agujero en la boca de uno. Metió el dedo meñique en su interior y notó que había un papel dentro. ¡El mapa! Pero no podía atraerlo hacia él con el dedo, pues el agujero era muy estrecho y su dedo más ancho.
-Necesito un palo o algo para cogerlo-dijo Alejandro a Barriga de Oso
-¿Un palo?
-Viene el guardia-avisó Dragón a la vez que corría hacia Barriga de Oso y luego se dirigió a hacia donde estaba Profundo- Vamos.
-Alejandro, baja de ahí-le dijo Barriga de Oso rápidamente
-No, llevaos la escalera y cuando vuelvan a pasar, la traéis-ordenó Alejandro- Rápido. No miraran hacia arriba.
Barriga de Oso, Dragón y Profundo hicieron rápidamente lo que se les pedía y volvieron a entrar con la escalera en el templo. Alejandro se pegó cuanto pudo a los centauros para que no le viesen. Justo en ese momento pasó el primer guardia junto con el segundo. Hablaron unos segundos entre ellos y uno se alejó del templo por una calle paralela a éste, mientras que el otro siguió la ronda habitual. Cuando desaparecieron ambos, Barriga de Oso, Dragón y Profundo volvieron a aparecer con la escalera, esta vez en compañía de los demás.
-Vamos, dadme un palo-les dijo Alejandro desde arriba al verles- O que suba uno que tenga los dedos más finos que yo.
Todos se miraron las manos y después, los piratas, miraron a Perséfone
-Oh….está bien-dijo Perséfone accediendo
Perséfone subió por la escalera y pasó a la metopa con ayuda de Alejandro, quien le indicó el centauro con el agujero en la boca. Tras unos segundos, Perséfone logró sacar el mapa.
-Lo tenemos- dijo feliz Alejandro a los piratas
Estos, embobados mirando como Perséfone sacaba el mapa, olvidaron vigilar al guardia quien apareció por la esquina. Éste se quedó paralizado ante la escena que tenía frente a sus ojos, pero cuando fue a gritar, Dragón, quien era el que estaba más cerca, se abalanzó sobre él para taparle la boca. Los demás fueron ayudarle, menos Barriga de Oso que sujetaba la escalera.
-Baja, Per-la alentó Alejandro.
Perséfone se acercó a la escalera con el mapa en la mano pero justo cuando empezaba a bajar por ella, el otro guardia que se había ido, apareció y se abalanzó gritando hacia Barriga de Oso tirando la escalera.
Perséfone gritó a la vez que caía. Alejandro se tiró de la metopa mientras se agarraba al borde de ésta y con la otra mano impedía que Perséfone cayera cogiéndola del brazo.
-Sujétate e intenta subir-le dijo Alejandro a Perséfone.
-No puedo. Tengo el mapa en la otra mano-le dijo Perséfone angustiada-¡Ay! Me resbalo.
-Suelta el mapa, no pasa nada-le dijo Alejandro mientras se esforzaba por sujetar a Perséfone y agarrarse al borde de la metopa.
-Claro, y he subido para na... ¡AH! ¡Me caigo!-gritó Perséfone aterrorizada- Como me caiga mi fantasma se enfadará mucho contigo.
-Vamos, suéltalo-le ordenó Alejandro cuya mano ya rodeaba la muñeca de Perséfone
-Espera-le indicó Perséfone. Se puso el mapa en la boca y después se agarró con la otra mano al brazo de Alejandro- ¿Y aoja’ qué?
-Y ahora te sub… ¡Ah! ¡Yo también me caigo!-avisó Alejandro que notaba como sus dedos perdían fuerza al intentar agarrarse a la metopa- ¡Barriga de Oso! ¡Amarillo! ¡Quien sea!
Pero los piratas estaban ocupados porque el último guardia había atraído con sus gritos a tres guardias más. Por suerte, Ocho si lo escuchó.
-¡Salta, Per! ¡Yo te cojo!-le gritó Ocho corriendo hacia ellos y poniéndose bajo Perséfone con los brazos preparados.
 Perséfone cerró los ojos a la vez que se soltaba de Alejandro. Ocho cumplió con lo dicho y la cogió con sus rollizos brazos, evitando que cayera al suelo.
-Gracias, Ocho-dijo Perséfone quitándose el mapa de la boca
-De nada-le dijo Ocho soltándola- Oh, no.
Ocho la apartó de un empujón para luchar contra el guardia que venía hacia a ellos. Alejandro, mientras tanto, se las había arreglado para volver a subir a la metopa.  Perséfone, esquivando a Ocho y al guardia, intentaba levantar la escalera para que Alejandro pudiera bajar y se largaran de una vez de allí.
-¡No puedo levantarla!-le gritó Perséfone esforzándose en levantar la escalera.
 -No pasa nada… ¡Cuidado, Per!
Perséfone se apartó justo cuando uno de los guardias pasaba por su lado cayendo inconsciente al suelo. Barriga de Oso lo había derribado.
-Ya te ayudo yo
Entre Perséfone y Barriga de Oso levantaron la escalera y lograron que Alejandro bajara por fin.
-¡Retirada!-ordenó Alejandro a los que seguían peleando con los cuatro guardias
Los guardias dejaron que los piratas se alejaran de ellos sin oponerse con sus espadas, ya que les superaban en número y se alegraban de librarse de ellos. Pero, aun así, les persiguieron.
Alejandro, Perséfone y los demás pasaron corriendo junto a la enorme estatua de Atenea. Los pocos guardias que rondaban por ahí se quedaron un poco paralizados al verles, pero pronto reaccionaron y los persiguieron junto con sus compañeros.
Bajaron precipitadamente la cuesta que conducía a la entrada de la Acrópolis, tan precipitadamente que, hacia mitad de la misma, tropezaron y cayeron los últimos golpeando a los primeros. Rodaron y gritaron hasta el final de la cumbre.
-Quita tu amarillo culo de mi cara-dijo Sacul con voz nasal Amarillo
-Mi brazo-se quejaba Dragón
-No…puedo… respirar-dijo sin aliento El Plumas que estaba bajo Barriga de Oso
-Encantado de servirte una vez más de jergón-le decía Ocho a Perséfone quien se quitaba algo avergonzada de su barriga
-Rápido, levantaos. Aún no siguen-los apremió Alejandro quitándose de encima a Cacín.
Corrieron calle abajo buscando despistar a los guardias. Tras unos segundos inquietantes y cansados, corriendo desesperados, se encontraron de frente, casi los atropella, el carruaje del anciano que los había atraído hacia allí.
-¡Yuhuuu!-gritó Cortés de alegría
De inmediato, subieron a él ante la asustada mirada del anciano.
-¡Póngase en marcha, rápido!-le ordenaron Dragón y El Plumas subiendo junto a él en el banquillo.
El anciano hizo lo que se le mandaba. El carruaje partió deprisa y salió disparado, alejándolos por fin de los agotados y enfadados guardias.



Más en la próxima entrada 
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

viernes, 21 de noviembre de 2014

EN DEFENSA DE LA TARDANZA Y ESOS ERRORES COMO PUÑOS


¡Hola!

He aprendido a diferenciar, después de tanto tiempo, cuando te encuentras con un buen libro. Es ese que cuando lo cierras, sigues pensando en él con una sonrisa apacible o una sonrisa nostálgica. Cuando aparecen estas últimas, no dejas de buscar un final alternativo más feliz. O cuando te quedas a medias en una saga, no dejas de pensar "¿qué pasará después?"

Eso último me ocurre a mi con la trilogía de "El nombre del viento". ¿Habéis tenido oportunidad de leer alguno de sus dos libros (aún falta el tercero)?   Crean un mundo. Están a la altura de la saga de "El señor de los anillos" o "Harry Potter". Es de estos libros que no te importa las páginas que tengan, es más, deseas que no se acaben, incluso que haya más. Es una inmersión y no una lectura lo que haces cuando lo disfrutas. Y, luego, no dejas de pensar en él, tanto, que muchos lectores se llegan a enfadar muchísimo ante la tardanza del tercer libro, aún sin publicar.
Pero comprendo su tardanza, tiene que quedar perfecto, pues ha creado tanta expectación a su alrededor que no tiene otra opción que acabar la historia como merece.

Haciendo referencia a esto último. No sólo quieres que la historia tenga coherencia, no saltarte ninguna de las aventuras, diálogos... que tenías ideados en tu mente, sino también la gramática y la ortografía. Es muy difícil, al menos para mí (y creo que muchos escritores estarán de acuerdo), fijarte en tanto. Cuando escribes, solo piensas en que quede como te lo imaginas y que, mientras lo haces, no se te olvide nada. Parece una tontería, pero es como si echases una carrera con tu imaginación, más bien una persecución, en la que intentas atraparla mediante una red de letras y palabras. Esas palabras que sólo crees perfectas en un efímero momento y que tienes que escribirlas enseguida. Más tarde, pueden ser distintas y no tan perfectas.
En esa persecución se pierden tildes, comas, letras, verbos, coherencia... Pérdidas que tiene que recuperar en las revisiones, cuando vuelves tras sus pasos recorridos.  Pero, aún así, en esa revisión, sigues mirando la historia y no las palabras, de vez en cuando notas esas faltas porque esa es tu misión en un principio, pero tu historia te sumerge en ella sin apenas darte cuenta y vuelves a querer corregir tu imaginación. Parecerá que no sabes nada de gramática u ortografía, pero no es así. Aunque te esmeres, siempre hay un fallo, por las prisas, por borrar más de la cuenta y dejar a medias una frase, o no borrar y dejar dos verbos al par cuando sólo querías uno de ellos.... Luego, a pesar de tantas revisiones, ves los errores ya demasiado tarde y es como un puñetazo en el estómago. En fin... Pero no por eso, a pesar de los puñetazos, debes rendirte, es normal. No se puede ser perfecto, sólo ese tal "nadie" (es un chiste fácil)

Seguro que vosotros lo habréis comprobado alguna vez, no necesariamente con historias inventadas, sino con trabajos escolares y demás documentos odiosos que te obligan a hacer en la época estudiantil. Lo crees perfectos, pero al imprimirlos ves que te faltaron tildes, una frase, una letra... Entonces es cuando sientes esa llama de enfado a la altura del ombligo.

Esta misma entrada puede tener miles de fallos...

Comprendo por ello la tardanza de algunos libros y los errores de otros. Comprendo que quieran que sean perfectos. Querer que la espera valga la pena. Con estas palabras, espero también hacer comprender y entender, incluso consolar, por esas pequeñas/grandes dificultades cuando escribes.

Volviendo al tema inicial, ¿habéis leído el nombre del viento? Si es así, espero vuestras opiniones al respecto para tener una gran tertulia al respecto de esta maravillosa aventura.

Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.








lunes, 17 de noviembre de 2014

CAPITULO 9


¡Hola!
Continúa la aventura. Alejandro y Perséfone parecen más unidos...



9

CHOQUE DE ESPADAS

Todos se encontraban en el barco celebrando la hazaña. Hacía ya varias horas que se habían ido de Granada y estaban en mar abierto. Tras contarle al resto de la tripulación sus pequeñas aventuras, Cortés había vuelto a sacar su vihuela y la tocaba haciendo que el ambiente fuese más risueño.
-Entonces, Per debería hacerse pirata-opinó Amarillo. Alejandro les había contado que ella había cogido la llave y tirado la gran campana.
-Sí, y su nombre sería…Campana Rota-dijo Dragón riendo
-O Per-Tolón-sugirió Alejandro también riendo
Perséfone también se reía de las ocurrencias de los piratas. Todos se habían alegrado mucho de verla, pues creían que se quedaría en Granada.
 -¿Y qué rumbo seguimos ahora, capitán?-preguntó Profundo
-Pues el siguiente párrafo del poema mencionaba a Grecia. Tomaremos rumbo hacia allí-explicó Alejandro
-En Grecia ya estuvimos un par de veces, ¿verdad?-dijo Sacul
-Allí es donde está esa especie de cueva en la que podíamos ocultar el barco –confirmó Ocho-¿Grecia está cerca de Turquía?
-Sí, más o menos-respondió Barriga de Oso suspirando.
Se creó un silencio algo tenso entre los piratas, roto únicamente por el sonido de la vihuela, Perséfone no entendía por qué. Alejandro se levantó del suelo dando una palmada
-Bueno, ya hablaremos de esto mañana cuando descifremos el siguiente paso del poema-dijo Alejandro- Ahora toca beber un vaso de cerveza y trasnochar.
Perséfone se alejó de los piratas y se dirigió, una vez más, a la barandilla para observar el oscuro mar. Sacul la siguió. Era con el pirata que más amistad había trabado, además de con Alejandro, aunque al principio se había mostrado poco confiada, durante sus últimas conversaciones con él se dio cuenta de que era una persona muy divertida y agradable. La verdad era que, en los últimos días, sus amigos piratas habían aumentado.
-A mi me ha encantado que volvieras, Per-le dijo Sacul mientras el resto bailaba, bebía e iba de un lado a otro.
-Gracias, yo también estoy feliz de estar aquí- dijo Perséfone. Lo cierto es que se alegraba mucho de verlos a todos, más de lo que se había imaginado. Apenas pensaba en otro sitio donde quedarse.-Veo que tienes algo nuevo en tu vestimenta
-¿Esto?-preguntó Sacul señalando una rosa que tenía en el bolsillo de su camisa desgastada- Me lo regaló una bonita chica de Granada. Nunca olvidaré esos…ojos.
-Ya…-dijo Perséfone sonriendo. Barriga de Oso tenía razón, Sacul era un galán y un pícaro. Además, era el único de los piratas que vestía bien y era bastante atractivo. Luego, Perséfone añadió bromeando:- A mi me prometiste las estrellas.
-Tú sigues siendo mí chica preferida, Per- le dijo Sacul siguiendo la broma y riendo.
Sacul  se fue de su lado para unirse a Cortés en la fiesta donde sólo quedaban unos pocos bailando, jugando a las cartas o durmiendo en el suelo agarrados a las botellas de ron. Perséfone sonrió mientras miraba de nuevo hacia el mar.
-Parece que te llevas muy bien con Sacul, ¿eh?-dijo Alejandro apareciendo junto a ella y sentándose en la barandilla.
-Sólo somos buenos amigos-le aclaró Perséfone
-Claro…Amigos…
-Sólo bromeábamos
-Ya…
-Bonito colgante-le dijo Perséfone señalando la llave que tenía en el cuello.
-Sí, he pensado que es mejor no dejarla por ahí-le explicó Alejandro- Así no la perderé.
-Buena idea
-Quería enseñarte una cosa-le dijo Alejandro- Ven, sígueme.
Perséfone lo siguió hasta la toldilla con curiosidad. Alejandro se tumbó en el suelo e indicó a Perséfone que se tumbara a su lado. Cuando Perséfone se tumbó extrañada, Alejandro dijo:
-¿A que se ven más bonitas que en aquel bosque?
Perséfone miró hacia el cielo y lo vio iluminado de estrellas. Había miles y miles, imposibles de contar. Todas brillaban muchísimo, casi tanto como la luna. Nunca había visto nada igual. Ningún árbol ni luz ni edificio estorbaba su visión. El sonido del agua y el mecer de las olas hacían agradable el estar allí. Alejandro sí que le ofrecía las estrellas, pensó Perséfone sonriendo.
-Sí, es precioso
-Lo sé, a mi me gusta mucho verlas-dijo Alejandro colocando los brazos debajo de la cabeza
-Normal…Oye, ¿qué le dijiste a aquel guarda para que nos dejara pasear por el jardín?
-Eh…pues…mejor no te lo cuento.
-Vamos, cuéntamelo-insistió Perséfone- Ahora me dejarás pensando en ello todo el rato, y no puedo vivir tranquila pensando en algo determinado todo el tiempo
-Está bien-aceptó Alejandro sonriendo- Le dije que quería pasear contigo por ahí porque te encantaban los jardines y la Alhambra, y le dije que quería aprovechar eso para…para  seducirte y…besarte.
-¿Qué?
-Sí, bueno a él se lo dije con otras palabras…no me hagas repetirlas
-Y encima se quedó a mirar-se indignó Perséfone- Que grosero…
-Eso mismo opiné yo-dijo Alejandro- Por eso pensé que si le saludaba, se cortaría y se iría.
-¿Y si no se hubiese ido?
-Pues te hubiera besado para que se fuese tranquilo el hombre-respondió Alejandro con naturalidad. Al ver que Perséfone abría la boca sorprendida dijo riendo:- Es broma. ¿Ves como eres graciosa?
-Sí, tú también
Se quedaron un rato allí tumbados mirando las estrellas. Perséfone rompió el silencio.
-¿Sabes? La próxima vez quisiera defenderme yo. Podrías enseñarme a manejar la espada-comentó Perséfone.
-¿Qué te enseñe a manejar la espada?-se sorprendió Alejandro
-Sí, me gustaría aprender. Ser una espadachina. -respondió Perséfone-. Además, no siempre podrás estar allí para ayudarme
-Siempre voy a estar allí para ayudarte-corrigió Alejandro
-Eso no lo sabes-le discutió Perséfone, incorporándose
-Sí lo sé-replicó Alejandro también sentándose
-Quiero que me enseñes a manejar la espada-le casi ordenó Perséfone alzando la voz y poniéndose de pie.
-Como quieras, pero te seguiré ayudando igualmente-le dijo Alejandro también levantándose y elevando el tono.
-Muy bien. Pero cuando maneje la espada veremos quién ayuda a quien-dijo Perséfone en tono de burla
-Vale-repuso Alejandro con sorna encogiéndose de hombros.
-Me voy a dormir-dijo Perséfone algo molesta, dándose la vuelta para bajar de la toldilla
-¡Per!-la llamó Alejandro cuando ya había terminado de bajar las escaleras- Buenas noches
Y acto seguido le mandó un beso en el aire y después se rió. Perséfone sacudió la cabeza y entró en el camarote, pero al cerrar la puerta sonrió para sí.

A la mañana siguiente, Perséfone se despertó más tarde que de costumbre, cosa que le señaló Dragón al verla aparecer en cubierta.
-Por cierto, Alejandro quería que empezarás a leer el segundo trozo del poema-dijo Dragón
-¿Dónde está?-preguntó Perséfone viendo que al timón estaba Ocho
-En la bodega, ahora viene-respondió Amarillo que estaba al lado de Dragón
Perséfone observó que en la cubierta dormían algunos piratas desparramados. Cerca de ella, Cortés se despertaba aún con la vihuela en la mano.
-Buenos días a todos-dijo Cortés a la vez que bostezaba- ¿Qué pasa?
-Voy a leer el poema-le explicó Perséfone
-Ah, es cierto. Continua la aventura, ¿eh?-dijo Cortés levantándose del suelo. Luego, se volvió hacia Sacul y le dio una suave patada.- Sacul, despierta. Vamos a leer el poema. Despertemos también al resto, ¿no?
Mientras despertaban a los demás, Alejandro apareció por la puerta de la bodega con un saco de frutas.
-El desayuno-dijo Alejandro soltando la bolsa en el suelo- ¡Per! ¡Te despertaste!
-Tampoco he dormido tanto-dijo Perséfone mordiendo una pera.
-En fin, leamos el poema
Alejandro se volvió a quitar la nuez del cuello y desató la cuerda que mantenía unida las dos mitades. Perséfone cogió los dos papeles que había en su interior, los desplegó y leyó el segundo párrafo del poema.

Mi siguiente viaje a Grecia fue
A la diosa de Atenas visité
Pues ella me invitó a alimentar
A sus centauros de manera singular

-Bien, está claro que debemos ir a Grecia-dijo Perséfone- Y supongo que, cuando habla de visitar a la diosa de Atenas, no lo dice de manera literal. Será algún sitio de Atenas relacionado con la diosa Atenea.
-¿La diosa Atenea? ¿Cómo sabes que la diosa de Atenas es Atenea?-le preguntó Barriga de Oso- Aunque el nombre de la diosa no es muy original, ¿verdad?
 -Ya os dije que mi nombre es de origen griego. Lo es porque mi madre le encanta Grecia, ella nació allí. De niña me contaba cuentos griegos y en ellos aparecían todos los dioses-les explicó Perséfone.
-Que madre más buena, ¿no? Mi madre no me leía cuentos, me mandaba a la cama sin más-contó Pies Largos.
-Sí, lo es-dijo Perséfone forzando una sonrisa. Mencionar a su madre le había hecho sentirse triste.
-Entonces, debemos ir a Atenas y buscar algo de la diosa Atenea-resumió Alejandro
-Supongo que será su templo. Al decir visitar, da entender que va a un lugar, a la casa de la diosa-le explicó Perséfone algo distraída.
-¿Y los centauros? ¿Como los ha podido alimentar si no existen?–se preguntó Profundo que por fin había bajado de la cofa-Tengo entendido que son fantaseados.
-Pues no sé…La segunda parte en el papel de los símbolos corresponde a una flecha-dijo Perséfone- Tal vez de alguna explicación.
Al observar que la flecha iba hacia abajo, miró el segundo párrafo del poema de arriba a abajo. De pronto, se dio cuenta que la primera columna de letras formaba una palabra: mapa. Miró en las demás columnas y comprobó que no se formaban  más palabras.
-Siguiendo la flecha construyes la palabra mapa-les comunicó Perséfone, señalando el poema- Es decir, que buscamos el mapa del tesoro en Grecia, quizás en el templo de Atenea.
-Muy bien. Pero, ¿y los centauros?-preguntó Alejandro
-No sé, será una palabra que haya en el templo o un dibujo de un centauro. Lo veremos cuando estemos allí-le dijo Perséfone- Lo importante es que será fácil entrar si se trata de su templo. Los templos están abiertos a todos, ¿no?.
-Genial, pues pongámonos en marcha-ordenó Alejandro cogiendo los papeles de las manos de Perséfone-. Gracias, Per.
Alejandro se fue a las escaleras de la toldilla para guardar los papeles en la nuez y poder volver a unirla. Los piratas se dispersaron por la cubierta, unos para comprobar los cabos y las velas, otros fueron a la bodega, Profundo a la cofa del vigía y Dragón se puso fregar la cubierta.
Perséfone, en cambio, se fue al castillo de proa algo triste. Mencionar a su madre había hecho que se sintiese mal. Seguro que ella la echaba mucho de menos y estaría triste, tan triste que había dispersado su búsqueda por toda la península.
-Hola
Perséfone se sobresaltó y miró a Alejandro quien había parecido tras ella.
-Me sigues a todos lados, ¿no?-dijo Perséfone alzando una ceja
-No, es que el barco es pequeño y coincidimos-respondió Alejandro inocentemente- Además, quería comprobar si estabas bien.
-Claro que estoy bien-repuso Perséfone encogiéndose de hombros- ¿Por qué debería estar mal?
-Porque siempre que subes aquí es que estás triste o preocupada-contestó Alejandro.
 -No, no estoy triste-dijo Perséfone, pero como Alejandro la seguía mirando con los ojos entrecerrados, continuó:- Tal vez, esté un poco triste…Es que siento que me he portado mal con mi madre, con mis padres, al marcharme.
-Ah…La culpa es mía por subirte al barco-dijo Alejandro cabizbajo
-No, aunque no me hubiese subido…no hubiera vuelto a casa. Habría sido una mala hija de todos modos-le explicó Perséfone y luego, cambiando de tema, añadió:-Pero no te preocupes, ya no estoy triste.
-Genial-dijo Alejandro más alegre- De todas formas, sé como alegrarte el día.
Alejandro bajó del castillo de proa y se dirigió hacia su camarote. Tras varios segundos, volvió salir con dos espadas en cada mano. Perséfone, al verlo, bajó rápidamente del castillo de proa con una sonrisa.
-Puedes coger una-le dijo Alejandro cuando estuvo a su lado
-¡Qué bien!-dijo Perséfone cogiendo la espada que le ofrecía Alejandro-. ¿Y ahora qué?
-Ahora nos debemos poner uno frente al otro-respondió Alejandro mientras se movía por la cubierta para tener más espacio- Bien, primero posición de guardia. Debes separar las piernas y adelantar la pierna correspondiente a la mano en la que tienes la espada. La espada debe de estar paralela al suelo y apuntando hacia el adversario. El brazo sin espada no lo dejes caído. Levántalo un poco, algo doblado.
Mientras le explicaba todo esto, Alejandro iba colocando él mismo los brazos de Perséfone y la espada que sostenía en la mano.
-Así está bien-le dijo Alejandro y volvió a alejarse un poco de Perséfone para ponerse delante de ella. Con una elegante sonrisa, añadió:-Comencemos.
Alejandro enseñó a Perséfone como atacar, como defenderse y como contraatacar. Algunos miembros de la tripulación los rodearon para observarles y también daban consejos a Perséfone, incluso se ofrecían como pareja para practicar. Pararon un momento para comer pero, después, Perséfone fue hasta la toldilla donde estaba Alejandro.
-Te reto a un duelo-le dijo Perséfone fingiendo una voz ronca y apuntándole con la espada.
-Sabía que me lo pedirías-aceptóAlejandro cogiendo su espada, la cual la tenía al lado del timón.
Alejandro y Perséfone se pusieron a combatir no muy seriamente. A veces hacían movimientos exagerados o fingían haber sido heridos gravemente tirándose en el suelo, incluso combatieron a cámara lenta. Hasta que, en uno de esos movimientos espadachines, sus espadas se cruzaron formando una equis, quedando el uno muy cerca del otro. Podían observar sus caras por medio del hueco de arriba de la equis creada por las espadas.
-Empate-dijo Alejandro sonriendo
Perséfone rió levemente mientras miraba a Alejandro. Se quedaron unos segundos sin hacer nada, simplemente mirándose a los ojos. Unos segundos que parecían detener maravillosamente el tiempo volviendo el ambiente agradable y mágico a la vez. De repente, aquel bonito momento despareció al igual que una pompa de jabón. El Plumas había aparecido junto a Pies Largos a las escaleras de la toldilla y se habían abalanzado contra un pájaro de color azul.
-¿Qué hacéis?-preguntaron a la vez Perséfone y Alejandro mientras se separaban rápidamente.  
-¡Sigue ahí, Plumas! ¡Ahí!-indicó en voz baja Pies Largos, señalando el pájaro que se había posado sobre el timón tras el imprevisto ataque.
-Yo me encargó-dijo El Plumas caminado muy despacio hacia el pájaro con una red en las manos
-No le hagas eso-le pidió Perséfone- Le harás daño.
El Plumas la ignoró y se abalanzó de nuevo contra el pájaro. Éste pió muy fuerte y revoloteó hacia la cubierta para posarse sobre el cañón.
-Voy a por él-dijo El Plumas ilusionado pero Perséfone lo detuvo.
-Espera, podrías hacerle daño así-le dijo Perséfone-Matarlo, incluso.
-No sería el primero-señaló Alejandro.
-¿Qué?-se indignó Perséfone- ¿Matas a los pájaros para conseguir las plumas?
-A veces…-confesó El Plumas algo arrepentido.
-Eso está mal. No se debe hacer daño a los animales, ¿sabes? Y menos por una tontería-le regañó Perséfone- Deberías intentar conseguirlas de otra manera.
-No es una tontería-negó El Plumas algo molesto- Además, ¿de qué otra manera podría conseguirlas?
-Pues atrayéndolo hacia ti con comida, por ejemplo-le sugirió Perséfone tras reflexionar un momento- Y cuando este lo suficientemente cerca, lo coges y le quitas una pluma.
El Plumas y Pies Largos se miraron dudando de lo que les decía Perséfone, después miraron a Alejandro.
-Por probar-les dijo Alejandro- Pero no gastéis mucha comida, con una manzana bastará.
-Os ayudo-se ofreció Perséfone ilusionada a El Plumas y Pies Largos
Tras varios intentos lograron que el pájaro aceptara la comida que le echaban en el suelo y, más tarde, el plan de Perséfone dio resultado. El Plumas logró su ansiada pluma tras un fuerte graznido del pájaro y un grito ahogado de Perséfone.


Más en la próxima entrada. 
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

lunes, 10 de noviembre de 2014

UN POEMA O ALGO ASÍ


¡Hola!
También os regalo esto. Espero que os guste.


Vivir, jugando. Una poesía o algo así.
La vida es difícil
a veces parece un juego
y otras una continua cruzada.
Se puede vivir en una u otra
incluso a veces en las dos
viviendo en la una cuando te cansas de la otra.

Pero preferible es vivir en el juego.
Cuando pierdas, puedes intentarlo otra vez,
levantarte y seguir la partida
no buscando ganarla, sino, 
como decían en aquel buen libro, 
jugar una hermosa y maravillosa partida.

Vivir en la cruzada significaría, llegado el momento,
aceptar la derrota, creyendo que sólo hay una forma de ganar
y una sola persona ganadora.
Ni siquiera teniendo la esperanza de pedir la revancha.

Si pudiera elegir, tal y como puedo hacerlo,
pues en la vida de uno mismo decide el "mismo",
elegiría vivir en el juego,
disfrutar de las victorias pero también de la derrota,
incluso aprender de ella, de hecho, es casi un deber.
Pero, sobre todo, viviendo esa hermosa partida.

Vivir, jugando.

Rocío Selene




Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos

CAPITULO 8


¡Hola!
¿Qué tal lleváis la aventura? ¿Qué os parece la tripulación de Pegaso y su capitán? ¿Se quedará Perséfone con ellos?   Aquí os presentó el capítulo 8 donde por fin se acercarán a la primera pista del tesoro del temible pirata Dybá.


8

UN PASEO POR LA ALHAMBRA

-Y además roncas-iba diciendo Alejandro.
-¿Qué? Yo no ronco-replicó Perséfone- Oirías tus propios ronquidos
El grupo había partido al amanecer de aquel claro del bosque, despidiéndose con cariño de aquellas personas y agradeciéndoles el haberles ayudado tanto. Se habían ganado unos amigos, casi familiares, de por vida.
Alejandro y Perséfone discutían dentro de la carreta, camino hacia la zona de Granada donde se encontraba la Alhambra, todo porque habían dormido demasiado cerca el uno del otro y se habían despertado sobresaltados.
-En fin, Cacín, ¿cuánto queda?-preguntó Alejandro
-Ya se ven algunas de las típicas casas de la ciudad de Granada, pero muy pequeñitas-le respondió Cacín- Calculo que estaremos allí por la noche
-Genial, así podremos coger algo de ropa prestada-dijo Alejandro.
Hacia media tarde se detuvieron en una posada para beber y comer algo. Claro está, se fueron sin pagar.
-Eh, Per, ¿sabes? Antes me pareció ver un dibujo tuyo-le comentó El Plumas cuando estuvieron suficientemente lejos de la posada
-Sí, yo también lo he visto-dijo Perséfone desanimada
-¿Y por qué hay un dibujo tuyo en esa posada?-le preguntó El Plumas
-Porque me están buscando mis padres, por lo que he leído-le explicó Perséfone y luego añadió mirando a Alejandro:-Al parecer alguien me secuestro.
-Yo no te secuestre-dijo Alejandro indignado- Viniste por propia voluntad
-Pero eso no se lo dije al guardia que me perseguía-le dijo Perséfone encogiéndose de hombros.
Continuaron el viaje hasta llegar a la misma Granada. No pararon hasta que llegaron a unas tabernas que estaban justo en frente de la Alhambra, la cual se levantaba sobre un monte y era realmente hermosa. Destacaba en ella la Torre de la Vela, la cual tenía en su azotea una campana. 
Dejaron la carreta entre dos callejuelas y buscaron un cubo y agua para dar de beber al caballo.
-Bien, pongámonos manos a la obra-les dijo Alejandro
-¿Ya?-preguntó Perséfone nerviosa
-Sí. Lo primero será buscar ropa elegante para Per y para mí… ¿O has decidido no ayudarme?-le preguntó Alejandro
Perséfone volvió a reflexionar sobre ello una vez más y finalmente, a regañadientes, aceptó ayudarle. Alejandro y sus piratas se pusieron rápidamente en marcha. Teniendo de camarada a la oscuridad de la noche, consiguieron meter la carreta y el caballo en el bosque que rodeaba a la Alhambra, justamente en la zona de este que quedaba frente a la alcazaba. De esa parte se encargaron Perséfone, El Plumas y Ocho, mientras Alejandro, Cacín, Cortés y Pies Largos lograron hacerse con una vestimenta bastante elegante. Alejandro y Perséfone se disfrazaron, ambos se pusieron la ropa elegante encima de la que ya llevaban para poder deshacerse de ella en cuanto se hubieran alejado de la Alhambra y así no pudieran reconocerles.
-Bien, ¿lista?-preguntó Alejandro a Perséfone viendo que ya tenía puesto el elegante vestido rojo.
-No, con tanto vestido me ahogo-dijo Perséfone mirándole disgustada y luego volviéndose hacia los demás dijo:-Os echaré de menos si nos cogen
-Nosotros también a ti-dijo Pies Largos.
Alejandro se contuvo para no poner los ojos en blanco.
-Pero si no nos van a coger, pesados-les dijo Alejandro- ¿Cuántas veces os lo tengo que decir? En lugar de eso, deberíais desearos buena suerte.
Se miraron entre ellos unos segundos y luego se dijeron a la vez:
-Buena suerte-se desearon sonriendo
-Bien, así me gusta-dijo Alejandro- Vamos, Per.
Perséfone lo siguió a través de los árboles en dirección hacia la alcazaba. Iban los dos muy callados, atentos por si aparecía un guardia. Los demás se quedarían en el límite del bosque, lo más cerca posible de la alcazaba, por si tenían que “entretener” a los guardias. Mientras se dirigían hacia donde estaba el jardín que le había mencionado Cacín, Alejandro le dijo susurrando:
-Dame la mano.
-¿Para qué?-preguntó Perséfone extrañada.
-Porque se supone que somos una pareja.
-Pues si somos pareja me deberías de haber regalado unas flores-bromeó Perséfone para romper la tensión a la vez que le daba la mano con nerviosismo.
-Te he regalado un vestido- le recordó Alejandro
-Es verdad. Muy bonito por cierto-le dijo Perséfone
-Mi ropa también es bonita y no me has dicho nada-se quejó bromeando Alejandro
-Tú deberías decírmelo a mí si somos una pareja, soy la mujer.
-¿Por qué? Los chicos también necesitamos saber que somos guapos. No es mi caso, claro. Yo sé que soy guapo-le dijo Alejandro con orgullo- Te lo he pedido antes por cortesía
-Lo mismo me pasa a mi-concluyó Perséfone con naturalidad a la vez que sonreía.
Cuando llegaban a los jardines que estaban junto a la torre bajita que llevaba a la Torre de la Vela, un guardia que rondaba por allí los vio y se acercó a ellos.
-Lo siento, señor-dijo dirigiéndose a Alejandro- Pero no pueden estar aquí.
-Disculpe, sólo quería enseñarle a la dama lo bonito que está quedando el jardín que plantó nuestro querido conde-explicó Alejandro muy educadamente. Luego, añadió un halago para quedar mejor:- Pero entiendo su honroso trabajo. La seguridad es lo primero, ¿no?
-Claro, honroso y cansado-le comentó el guardia
-Me lo imagino, noble guardia. Pero si me hiciese el favor de dejarme pasear por estos jardines, se lo agradecería mucho-le dijo Alejandro y luego añadió bromeando:- No somos peligrosos puede registrarnos si quiere. Además…
Cogió al guardia por el hombro y lo alejó de Perséfone para poder hablarle. Perséfone no logró oír lo que le dijo, sólo vio como el guardia reía con Alejandro socarronamente y asentía. Después, ambos se volvieron hacia Perséfone.
-Bueno, os dejaré a solas-declaró el guardia sonriendo- Pero no tardéis. Que pasen una bonita velada
-Muchas gracias-dijo Alejandro y llamó a Perséfone:-Ven, querida mía.
Perséfone se le acerco intentando no mostrar su frustración por la situación a la vez que el guardia se alejaba de ellos. Alejandro cogió de la mano a Perséfone y se la llevó hacia los jardines desde los cuales podían ver la nombrada torre pequeña que llevaba a la enorme Torre de la Vela.
-¿Entramos ya?-preguntó susurrando Perséfone
-No. Cuando paremos de andar, ponte frente a mí y miras hacia donde se ha ido el guardia para indicarme si sigue ahí, ¿de acuerdo?-le indicó Alejandro en leves susurros.
Cuando se detuvieron, más o menos a la altura de la puerta de la torre pequeña, Perséfone hizo lo que le indicaba Alejandro y vio que el guardia seguía allí, es más, los miraba atentamente con una leve sonrisa en los labios. Perséfone se lo hizo saber a Alejandro.
-¿En serio? Qué cotilla y grosero…Espera, sé lo que hacer.
Alejandro se volvió para mirar al guardia y lo saludó. El guardia dio un respingón inesperado, devolvió nervioso el saludo y se desapareció tras la curva.
-Bien, ahora a actuar-dijo Alejandro
-¿Cómo sabías que se iría? ¿Qué le dijiste antes?-le preguntó Perséfone
-Más tarde, Per- respondió él, mientras se acercaban juntos a la puerta de la pequeña torre- Ahora, pon la expresión de mayor susto que puedas, ¿vale?
-Vale
Alejandro llamó a la puerta de madera y esperó. Las puertas se abrieron y cuatro guardias aparecieron tras ella. Uno, el que había abierto la puerta, y tres sentados en una mesa jugando a los dados mientras bebían vino.
-¿Qué?-dijo secamente el guardia de la puerta
-Señor, uno de sus compañeros necesita de ayuda-le dijo deprisa Alejandro fingiendo muy bien su nerviosismo- Me ha dicho que le avisará. Yo no sabía qué hacer…paseaba con mi mujer…unos cuantos intentan entrar por una de las entradas de allí-señaló el lado contrario hacia donde había ido el otro guardia, hacia la derecha- Creo que es la puerta de pozos o no sé qué.
Esta puerta, según Cacín y los muchachos del claro del bosque, era la más alejada de donde se encontraban.
-Gracias, señor-dijo el guardia y luego algo alterado se dirigió a los guardias que tenía detrás- Vamos, muchachos, parece que hay problemas.
Los guardias salieron disparados dejando la puerta abierta, tal y como quería Alejandro.
-Vale, entraré rápidamente. Tú ve con los demás si quieres.
-No, no pienso dejarte solo. Puedo servirte de ayuda.
-Oh…bien, vale-dijo Alejandro algo impresionado con la respuesta-Entremos, no tenemos mucho tiempo.
Entraron en la torre vacía y se dirigieron hacia las escaleras que encontraron en ella. Como le habían contado a Alejandro, debían subir por la torre hasta llegar a una sala que daba salida a un camino entre alamedas que conducía a la Torre de la Vela.
-Oh no, apártate-dijo en un susurro Alejandro a Perséfone retirándola de la entrada sin puerta que daba a dicho camino. Un guardia rondaba por allí, por suerte les daba la espalda y no los había visto. Alejandro observó la habitación que estaba llena de bolas de cañón y todo tipo de armas que contuvieran pólvora
- Tengo una idea.
Cogió una bola de cañón con una mano y una especie de barra de hierro que había por allí con la otra. Cuando el guardia les volvió a dar la espalda para caminar hacia la Torre de la Vela, Alejandro se asomó por la entrada y tiró la bola hacia un lado del camino provocando que chocara contra una de las alamedas, creando mucho ruido, para después volverse a esconder tras la pared. El guardia se volvió rápidamente y al ver la bola en el suelo se dirigió hacia donde estaban Alejandro y Perséfone ocultos. Justo cuando pasó de largo por delante de ellos, Alejandro le dio en la parte de atrás de la cabeza con la barra de hierro, dejándolo inconsciente.
-Pobrecito-se lamentó Perséfone.
-Tranquila, se despertará dentro unas horas con mucho dolor de cabeza-le dijo Alejandro mientras cogía al guardia por los brazos y lo arrastraba para esconderlo entre los cañones.- ¡Vamos!
Rápidamente, pasaron por el camino, agachados para ocultarse mejor tras las alamedas, y llegaron a la Torre de la Vela. Subieron las escaleras de ésta y llegaron a la azotea.
-Vaya... Es precioso-dijo Perséfone al ver las vistas desde aquella torre.
Granada se extendía ante sus ojos, hermosa y radiante bajo la luz de la luna llena. Sus campos, sus casas…todo en ella era bonito.
-Sí…Granada, es mágica-dijo Alejandro que también se había quedado boquiabierto con las vistas. Después, salió rápidamente de su atontamiento- Venga, miremos la campana.
Se acercaron rápidamente a la campana, la cual estaba en suspensión entre dos pequeños muros de ladrillo. Miraron por esos muros y alrededores pero no encontraron ni rastro de la llave, así que supusieron que estaría en la misma campana. Como Alejandro no llegaba, Perséfone tuvo que subirse a su espalda y mirar ella misma. Observó la campana por dentro y, como estaba muy oscuro, se ayudó palpando con la mano.
-Vamos, Per, o creo que lo síntomas de locura van a empezar.-le dijo Alejandro y luego añadió nervioso:- ¿Encuentras algo?
-No… ¡Espera! Sí, hay algo atado en la parte superior del badajo. Creo que es la llave-le contó Perséfone emocionada- Voy a intentar arrancarla.
Dio varios tirones de ella, al tercero consiguió liberarla del cordel que la mantenía unida al badajo.
-¡Sí! La tengo- dijo contenta y bajó de la espalda de Alejandro, apoyándose en la cuerda que había atada a la parte inferior del badajo que ayudaba a hacer sonar la campana. Al hacerlo, la campana crujió.- Es algo vieja, ¿no?
-Sí, supongo, no lo sé… ¡Déjame ver la llave!-dijo Alejando emocionado mientras se apartaba con Perséfone de la campana para verla a la luz de una antorcha- Es preciosa
-Es igual que todas-dijo Perséfone sonriendo por el comentario.
Alejandro no tuvo tiempo de replicar pues la campana dio un segundo crujido, seguido de otro más fuerte y, sin previo aviso, se descolgó provocando un gran estruendo. Alejandro y Perséfone se quedaron con la boca abierta y se miraron unos segundos.
-Corramos-dijo Alejandro dándole la llave para que la guardara y cogiéndole la mano- Mira que tirar la campana
-No sabía que era tan frágil
-Tiene muchos años, ¿sabes?
Salieron a correr escaleras abajo y pasaron a toda prisa por el camino de alamedas para llegar a la otra torre. Alejandro volvió a coger la barra de hierro y bajó con Perséfone hasta la puerta por la que habían entrado. Al salir al jardín, vieron que los cuatro guardias aparecían por el mismo lado por el que se habían ido. Al verles, Alejandro y Perséfone salieron a correr más aprisa aún y los guardias los siguieron. Alejandro y Perséfone se dirigían hacia donde sabían que se ocultaban los demás. Por el camino se cruzaron al otro guardia que les volvió a saludar, pero al ver que los perseguían, sacó su espada y también fue tras ellos.
-¡Chicos!-gritó Alejandro cuando se adentraron en el bosque
Al momento, aparecieron Cortés, El Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho con sus espadas en la mano. Cortés se hizo cargo del primero mientras que El Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho se hacían cargo del resto. El guardia que luchaba con Cacín se libró de éste dándole un pisotón y se dirigió hacia Perséfone y Alejandro. Alejandro puso rápidamente a Perséfone tras él y se enfrentó con la barra de hierro al guardia. Tras unos minutos de lucha, le quitó de un golpe la espada y después le dio en la cabeza, dejándole inconsciente igual que al guardia de la torre. Mientras tanto, el resto también logró imponerse a los guardias. Después, les quitaron las espadas y los ataron a un árbol.
-Ya los encontrarán-dijo Cortés.
-¿Estáis todos bien?-preguntó Alejandro- ¿Cacín?
-Sí, estoy bien. Mi pie está bien-respondió Cacín
-Bien, larguémonos -dijo Alejandro
Se dirigieron hacia donde tenían la carreta dejando a los guardias atrás, y se montaron en ella, no antes sin que Alejandro y Perséfone se deshicieran de sus disfraces volviendo a mostrar su ropa de siempre.
-¿Tú estás bien?-le preguntó Alejandro a Perséfone mientras se alejaban aprisa del bosque montados en la carreta
-Sí, gracias a ti-le dijo Perséfone - Toma, tu ansiada llave.
-¡Sí! Chicos, tenemos la llave-anunció Alejandro a su tripulación
-¡Bien!
-¡Maravilloso!
-¡Y yo tengo una nueva pluma!
Todos se echaron a reír y, muy felices, dejaron atrás el Reino de Granada y su Alhambra.
Después de un tiempo, ya estaban de nuevo entre campos y bosquecillos, dirigiéndose hacia el puerto. Todos los demás estaban dormidos, excepto Alejandro, Perséfone y Ocho, quien conducía la carreta. Alejandro no paraba de mirar ilusionado la llave que tenía en la mano. Esta era de color plata y en lugar de dos dientes, como las demás llaves, tenía cuatro con extraños relieves.
-Te ha gustado conseguir esa llave, ¿eh?-le dijo Perséfone que lo había estado observando.
-Sí-le respondió Alejandro sonriendo sin dejar de darle vueltas con la mano- ¿A ti no? Porque nos ha costado mucho.
-Sí, claro. Pero a ti se te ve más ilusionado-repuso Perséfone
-Es que siento que, haciendo esto, soy como más pirata. Estoy tras un tesoro auténtico, nada de atracar puertos o robar dinero de otros barcos. Me refiero a un verdadero tesoro-le explicó ilusionado- Como aquellos piratas de los cuentos, ¿entiendes? Somos unos verdaderos piratas. Simplemente en busca de libertad y tesoros perdidos.
-Te comprendo. No de esos piratas arrogantes y algo malos. Sino de esos que te imaginas cuando eres pequeño-le dijo Perséfone.
-Sí, exacto. Encontrar esta llave significa eso para mí-le dijo Alejandro. Luego, añadió riendo:- Además, la hemos conseguido de manera muy aventurera. Con disfraces, algún que otro desmayo y varios tumultos a nuestro paso.
Perséfone se rió con él un rato. Realmente había sido una gran aventura a pesar del susto que había pasado.
-Hasta hemos tirado una campana-dijo entre risas Perséfone.
-Eso ha sido lo más divertido- comentó Alejandro también riendo. Después parando de reír dijo:-Gracias por ayudarme, Per. Sin ti, no hubiera podido conseguir la llave.
-No ha sido nada. Tampoco es que mi labor en esta aventura haya sido muy importante, ¿no?
-Claro que lo ha sido. Pasear por esos jardines fue de lo más emocionante-dijo Alejandro sonriendo y luego añadió rápidamente para aclararlo:- Quiero decir, que necesitaba de una chica…llegar a la campana y demás...
-Ya…-dijo Perséfone sonriendo. No sabía por qué sentía algo ruborizada. Como veía que el ambiente se había azorado un poco, Alejandro había bajado la mirada rápidamente, dijo:-Bueno, puedes contar conmigo para la próxima, como ya no me puedo quedar aquí…
-¿Qué? ¿No te quedas aquí?-le preguntó sorprendido mirándola de nuevo- ¿Por qué?
-Primero está ese gran y horrible dibujo mío por todos lados. Y segundo, no creo que les agrade verme aquí después de haber atacado la Alhambra y su campana.-explicó Perséfone.
-Entonces, ¿vuelves con nosotros? -le preguntó Alejandro ilusionado, pero reflexionó:- Eso significa que seguiré sin dormir en mi camarote.
-Sí-le confirmó rotundamente Perséfone y luego sonrió.
Alejandro también lo hizo, esta vez más contento que antes.



Más aventura en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos