lunes, 10 de noviembre de 2014

CAPITULO 8


¡Hola!
¿Qué tal lleváis la aventura? ¿Qué os parece la tripulación de Pegaso y su capitán? ¿Se quedará Perséfone con ellos?   Aquí os presentó el capítulo 8 donde por fin se acercarán a la primera pista del tesoro del temible pirata Dybá.


8

UN PASEO POR LA ALHAMBRA

-Y además roncas-iba diciendo Alejandro.
-¿Qué? Yo no ronco-replicó Perséfone- Oirías tus propios ronquidos
El grupo había partido al amanecer de aquel claro del bosque, despidiéndose con cariño de aquellas personas y agradeciéndoles el haberles ayudado tanto. Se habían ganado unos amigos, casi familiares, de por vida.
Alejandro y Perséfone discutían dentro de la carreta, camino hacia la zona de Granada donde se encontraba la Alhambra, todo porque habían dormido demasiado cerca el uno del otro y se habían despertado sobresaltados.
-En fin, Cacín, ¿cuánto queda?-preguntó Alejandro
-Ya se ven algunas de las típicas casas de la ciudad de Granada, pero muy pequeñitas-le respondió Cacín- Calculo que estaremos allí por la noche
-Genial, así podremos coger algo de ropa prestada-dijo Alejandro.
Hacia media tarde se detuvieron en una posada para beber y comer algo. Claro está, se fueron sin pagar.
-Eh, Per, ¿sabes? Antes me pareció ver un dibujo tuyo-le comentó El Plumas cuando estuvieron suficientemente lejos de la posada
-Sí, yo también lo he visto-dijo Perséfone desanimada
-¿Y por qué hay un dibujo tuyo en esa posada?-le preguntó El Plumas
-Porque me están buscando mis padres, por lo que he leído-le explicó Perséfone y luego añadió mirando a Alejandro:-Al parecer alguien me secuestro.
-Yo no te secuestre-dijo Alejandro indignado- Viniste por propia voluntad
-Pero eso no se lo dije al guardia que me perseguía-le dijo Perséfone encogiéndose de hombros.
Continuaron el viaje hasta llegar a la misma Granada. No pararon hasta que llegaron a unas tabernas que estaban justo en frente de la Alhambra, la cual se levantaba sobre un monte y era realmente hermosa. Destacaba en ella la Torre de la Vela, la cual tenía en su azotea una campana. 
Dejaron la carreta entre dos callejuelas y buscaron un cubo y agua para dar de beber al caballo.
-Bien, pongámonos manos a la obra-les dijo Alejandro
-¿Ya?-preguntó Perséfone nerviosa
-Sí. Lo primero será buscar ropa elegante para Per y para mí… ¿O has decidido no ayudarme?-le preguntó Alejandro
Perséfone volvió a reflexionar sobre ello una vez más y finalmente, a regañadientes, aceptó ayudarle. Alejandro y sus piratas se pusieron rápidamente en marcha. Teniendo de camarada a la oscuridad de la noche, consiguieron meter la carreta y el caballo en el bosque que rodeaba a la Alhambra, justamente en la zona de este que quedaba frente a la alcazaba. De esa parte se encargaron Perséfone, El Plumas y Ocho, mientras Alejandro, Cacín, Cortés y Pies Largos lograron hacerse con una vestimenta bastante elegante. Alejandro y Perséfone se disfrazaron, ambos se pusieron la ropa elegante encima de la que ya llevaban para poder deshacerse de ella en cuanto se hubieran alejado de la Alhambra y así no pudieran reconocerles.
-Bien, ¿lista?-preguntó Alejandro a Perséfone viendo que ya tenía puesto el elegante vestido rojo.
-No, con tanto vestido me ahogo-dijo Perséfone mirándole disgustada y luego volviéndose hacia los demás dijo:-Os echaré de menos si nos cogen
-Nosotros también a ti-dijo Pies Largos.
Alejandro se contuvo para no poner los ojos en blanco.
-Pero si no nos van a coger, pesados-les dijo Alejandro- ¿Cuántas veces os lo tengo que decir? En lugar de eso, deberíais desearos buena suerte.
Se miraron entre ellos unos segundos y luego se dijeron a la vez:
-Buena suerte-se desearon sonriendo
-Bien, así me gusta-dijo Alejandro- Vamos, Per.
Perséfone lo siguió a través de los árboles en dirección hacia la alcazaba. Iban los dos muy callados, atentos por si aparecía un guardia. Los demás se quedarían en el límite del bosque, lo más cerca posible de la alcazaba, por si tenían que “entretener” a los guardias. Mientras se dirigían hacia donde estaba el jardín que le había mencionado Cacín, Alejandro le dijo susurrando:
-Dame la mano.
-¿Para qué?-preguntó Perséfone extrañada.
-Porque se supone que somos una pareja.
-Pues si somos pareja me deberías de haber regalado unas flores-bromeó Perséfone para romper la tensión a la vez que le daba la mano con nerviosismo.
-Te he regalado un vestido- le recordó Alejandro
-Es verdad. Muy bonito por cierto-le dijo Perséfone
-Mi ropa también es bonita y no me has dicho nada-se quejó bromeando Alejandro
-Tú deberías decírmelo a mí si somos una pareja, soy la mujer.
-¿Por qué? Los chicos también necesitamos saber que somos guapos. No es mi caso, claro. Yo sé que soy guapo-le dijo Alejandro con orgullo- Te lo he pedido antes por cortesía
-Lo mismo me pasa a mi-concluyó Perséfone con naturalidad a la vez que sonreía.
Cuando llegaban a los jardines que estaban junto a la torre bajita que llevaba a la Torre de la Vela, un guardia que rondaba por allí los vio y se acercó a ellos.
-Lo siento, señor-dijo dirigiéndose a Alejandro- Pero no pueden estar aquí.
-Disculpe, sólo quería enseñarle a la dama lo bonito que está quedando el jardín que plantó nuestro querido conde-explicó Alejandro muy educadamente. Luego, añadió un halago para quedar mejor:- Pero entiendo su honroso trabajo. La seguridad es lo primero, ¿no?
-Claro, honroso y cansado-le comentó el guardia
-Me lo imagino, noble guardia. Pero si me hiciese el favor de dejarme pasear por estos jardines, se lo agradecería mucho-le dijo Alejandro y luego añadió bromeando:- No somos peligrosos puede registrarnos si quiere. Además…
Cogió al guardia por el hombro y lo alejó de Perséfone para poder hablarle. Perséfone no logró oír lo que le dijo, sólo vio como el guardia reía con Alejandro socarronamente y asentía. Después, ambos se volvieron hacia Perséfone.
-Bueno, os dejaré a solas-declaró el guardia sonriendo- Pero no tardéis. Que pasen una bonita velada
-Muchas gracias-dijo Alejandro y llamó a Perséfone:-Ven, querida mía.
Perséfone se le acerco intentando no mostrar su frustración por la situación a la vez que el guardia se alejaba de ellos. Alejandro cogió de la mano a Perséfone y se la llevó hacia los jardines desde los cuales podían ver la nombrada torre pequeña que llevaba a la enorme Torre de la Vela.
-¿Entramos ya?-preguntó susurrando Perséfone
-No. Cuando paremos de andar, ponte frente a mí y miras hacia donde se ha ido el guardia para indicarme si sigue ahí, ¿de acuerdo?-le indicó Alejandro en leves susurros.
Cuando se detuvieron, más o menos a la altura de la puerta de la torre pequeña, Perséfone hizo lo que le indicaba Alejandro y vio que el guardia seguía allí, es más, los miraba atentamente con una leve sonrisa en los labios. Perséfone se lo hizo saber a Alejandro.
-¿En serio? Qué cotilla y grosero…Espera, sé lo que hacer.
Alejandro se volvió para mirar al guardia y lo saludó. El guardia dio un respingón inesperado, devolvió nervioso el saludo y se desapareció tras la curva.
-Bien, ahora a actuar-dijo Alejandro
-¿Cómo sabías que se iría? ¿Qué le dijiste antes?-le preguntó Perséfone
-Más tarde, Per- respondió él, mientras se acercaban juntos a la puerta de la pequeña torre- Ahora, pon la expresión de mayor susto que puedas, ¿vale?
-Vale
Alejandro llamó a la puerta de madera y esperó. Las puertas se abrieron y cuatro guardias aparecieron tras ella. Uno, el que había abierto la puerta, y tres sentados en una mesa jugando a los dados mientras bebían vino.
-¿Qué?-dijo secamente el guardia de la puerta
-Señor, uno de sus compañeros necesita de ayuda-le dijo deprisa Alejandro fingiendo muy bien su nerviosismo- Me ha dicho que le avisará. Yo no sabía qué hacer…paseaba con mi mujer…unos cuantos intentan entrar por una de las entradas de allí-señaló el lado contrario hacia donde había ido el otro guardia, hacia la derecha- Creo que es la puerta de pozos o no sé qué.
Esta puerta, según Cacín y los muchachos del claro del bosque, era la más alejada de donde se encontraban.
-Gracias, señor-dijo el guardia y luego algo alterado se dirigió a los guardias que tenía detrás- Vamos, muchachos, parece que hay problemas.
Los guardias salieron disparados dejando la puerta abierta, tal y como quería Alejandro.
-Vale, entraré rápidamente. Tú ve con los demás si quieres.
-No, no pienso dejarte solo. Puedo servirte de ayuda.
-Oh…bien, vale-dijo Alejandro algo impresionado con la respuesta-Entremos, no tenemos mucho tiempo.
Entraron en la torre vacía y se dirigieron hacia las escaleras que encontraron en ella. Como le habían contado a Alejandro, debían subir por la torre hasta llegar a una sala que daba salida a un camino entre alamedas que conducía a la Torre de la Vela.
-Oh no, apártate-dijo en un susurro Alejandro a Perséfone retirándola de la entrada sin puerta que daba a dicho camino. Un guardia rondaba por allí, por suerte les daba la espalda y no los había visto. Alejandro observó la habitación que estaba llena de bolas de cañón y todo tipo de armas que contuvieran pólvora
- Tengo una idea.
Cogió una bola de cañón con una mano y una especie de barra de hierro que había por allí con la otra. Cuando el guardia les volvió a dar la espalda para caminar hacia la Torre de la Vela, Alejandro se asomó por la entrada y tiró la bola hacia un lado del camino provocando que chocara contra una de las alamedas, creando mucho ruido, para después volverse a esconder tras la pared. El guardia se volvió rápidamente y al ver la bola en el suelo se dirigió hacia donde estaban Alejandro y Perséfone ocultos. Justo cuando pasó de largo por delante de ellos, Alejandro le dio en la parte de atrás de la cabeza con la barra de hierro, dejándolo inconsciente.
-Pobrecito-se lamentó Perséfone.
-Tranquila, se despertará dentro unas horas con mucho dolor de cabeza-le dijo Alejandro mientras cogía al guardia por los brazos y lo arrastraba para esconderlo entre los cañones.- ¡Vamos!
Rápidamente, pasaron por el camino, agachados para ocultarse mejor tras las alamedas, y llegaron a la Torre de la Vela. Subieron las escaleras de ésta y llegaron a la azotea.
-Vaya... Es precioso-dijo Perséfone al ver las vistas desde aquella torre.
Granada se extendía ante sus ojos, hermosa y radiante bajo la luz de la luna llena. Sus campos, sus casas…todo en ella era bonito.
-Sí…Granada, es mágica-dijo Alejandro que también se había quedado boquiabierto con las vistas. Después, salió rápidamente de su atontamiento- Venga, miremos la campana.
Se acercaron rápidamente a la campana, la cual estaba en suspensión entre dos pequeños muros de ladrillo. Miraron por esos muros y alrededores pero no encontraron ni rastro de la llave, así que supusieron que estaría en la misma campana. Como Alejandro no llegaba, Perséfone tuvo que subirse a su espalda y mirar ella misma. Observó la campana por dentro y, como estaba muy oscuro, se ayudó palpando con la mano.
-Vamos, Per, o creo que lo síntomas de locura van a empezar.-le dijo Alejandro y luego añadió nervioso:- ¿Encuentras algo?
-No… ¡Espera! Sí, hay algo atado en la parte superior del badajo. Creo que es la llave-le contó Perséfone emocionada- Voy a intentar arrancarla.
Dio varios tirones de ella, al tercero consiguió liberarla del cordel que la mantenía unida al badajo.
-¡Sí! La tengo- dijo contenta y bajó de la espalda de Alejandro, apoyándose en la cuerda que había atada a la parte inferior del badajo que ayudaba a hacer sonar la campana. Al hacerlo, la campana crujió.- Es algo vieja, ¿no?
-Sí, supongo, no lo sé… ¡Déjame ver la llave!-dijo Alejando emocionado mientras se apartaba con Perséfone de la campana para verla a la luz de una antorcha- Es preciosa
-Es igual que todas-dijo Perséfone sonriendo por el comentario.
Alejandro no tuvo tiempo de replicar pues la campana dio un segundo crujido, seguido de otro más fuerte y, sin previo aviso, se descolgó provocando un gran estruendo. Alejandro y Perséfone se quedaron con la boca abierta y se miraron unos segundos.
-Corramos-dijo Alejandro dándole la llave para que la guardara y cogiéndole la mano- Mira que tirar la campana
-No sabía que era tan frágil
-Tiene muchos años, ¿sabes?
Salieron a correr escaleras abajo y pasaron a toda prisa por el camino de alamedas para llegar a la otra torre. Alejandro volvió a coger la barra de hierro y bajó con Perséfone hasta la puerta por la que habían entrado. Al salir al jardín, vieron que los cuatro guardias aparecían por el mismo lado por el que se habían ido. Al verles, Alejandro y Perséfone salieron a correr más aprisa aún y los guardias los siguieron. Alejandro y Perséfone se dirigían hacia donde sabían que se ocultaban los demás. Por el camino se cruzaron al otro guardia que les volvió a saludar, pero al ver que los perseguían, sacó su espada y también fue tras ellos.
-¡Chicos!-gritó Alejandro cuando se adentraron en el bosque
Al momento, aparecieron Cortés, El Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho con sus espadas en la mano. Cortés se hizo cargo del primero mientras que El Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho se hacían cargo del resto. El guardia que luchaba con Cacín se libró de éste dándole un pisotón y se dirigió hacia Perséfone y Alejandro. Alejandro puso rápidamente a Perséfone tras él y se enfrentó con la barra de hierro al guardia. Tras unos minutos de lucha, le quitó de un golpe la espada y después le dio en la cabeza, dejándole inconsciente igual que al guardia de la torre. Mientras tanto, el resto también logró imponerse a los guardias. Después, les quitaron las espadas y los ataron a un árbol.
-Ya los encontrarán-dijo Cortés.
-¿Estáis todos bien?-preguntó Alejandro- ¿Cacín?
-Sí, estoy bien. Mi pie está bien-respondió Cacín
-Bien, larguémonos -dijo Alejandro
Se dirigieron hacia donde tenían la carreta dejando a los guardias atrás, y se montaron en ella, no antes sin que Alejandro y Perséfone se deshicieran de sus disfraces volviendo a mostrar su ropa de siempre.
-¿Tú estás bien?-le preguntó Alejandro a Perséfone mientras se alejaban aprisa del bosque montados en la carreta
-Sí, gracias a ti-le dijo Perséfone - Toma, tu ansiada llave.
-¡Sí! Chicos, tenemos la llave-anunció Alejandro a su tripulación
-¡Bien!
-¡Maravilloso!
-¡Y yo tengo una nueva pluma!
Todos se echaron a reír y, muy felices, dejaron atrás el Reino de Granada y su Alhambra.
Después de un tiempo, ya estaban de nuevo entre campos y bosquecillos, dirigiéndose hacia el puerto. Todos los demás estaban dormidos, excepto Alejandro, Perséfone y Ocho, quien conducía la carreta. Alejandro no paraba de mirar ilusionado la llave que tenía en la mano. Esta era de color plata y en lugar de dos dientes, como las demás llaves, tenía cuatro con extraños relieves.
-Te ha gustado conseguir esa llave, ¿eh?-le dijo Perséfone que lo había estado observando.
-Sí-le respondió Alejandro sonriendo sin dejar de darle vueltas con la mano- ¿A ti no? Porque nos ha costado mucho.
-Sí, claro. Pero a ti se te ve más ilusionado-repuso Perséfone
-Es que siento que, haciendo esto, soy como más pirata. Estoy tras un tesoro auténtico, nada de atracar puertos o robar dinero de otros barcos. Me refiero a un verdadero tesoro-le explicó ilusionado- Como aquellos piratas de los cuentos, ¿entiendes? Somos unos verdaderos piratas. Simplemente en busca de libertad y tesoros perdidos.
-Te comprendo. No de esos piratas arrogantes y algo malos. Sino de esos que te imaginas cuando eres pequeño-le dijo Perséfone.
-Sí, exacto. Encontrar esta llave significa eso para mí-le dijo Alejandro. Luego, añadió riendo:- Además, la hemos conseguido de manera muy aventurera. Con disfraces, algún que otro desmayo y varios tumultos a nuestro paso.
Perséfone se rió con él un rato. Realmente había sido una gran aventura a pesar del susto que había pasado.
-Hasta hemos tirado una campana-dijo entre risas Perséfone.
-Eso ha sido lo más divertido- comentó Alejandro también riendo. Después parando de reír dijo:-Gracias por ayudarme, Per. Sin ti, no hubiera podido conseguir la llave.
-No ha sido nada. Tampoco es que mi labor en esta aventura haya sido muy importante, ¿no?
-Claro que lo ha sido. Pasear por esos jardines fue de lo más emocionante-dijo Alejandro sonriendo y luego añadió rápidamente para aclararlo:- Quiero decir, que necesitaba de una chica…llegar a la campana y demás...
-Ya…-dijo Perséfone sonriendo. No sabía por qué sentía algo ruborizada. Como veía que el ambiente se había azorado un poco, Alejandro había bajado la mirada rápidamente, dijo:-Bueno, puedes contar conmigo para la próxima, como ya no me puedo quedar aquí…
-¿Qué? ¿No te quedas aquí?-le preguntó sorprendido mirándola de nuevo- ¿Por qué?
-Primero está ese gran y horrible dibujo mío por todos lados. Y segundo, no creo que les agrade verme aquí después de haber atacado la Alhambra y su campana.-explicó Perséfone.
-Entonces, ¿vuelves con nosotros? -le preguntó Alejandro ilusionado, pero reflexionó:- Eso significa que seguiré sin dormir en mi camarote.
-Sí-le confirmó rotundamente Perséfone y luego sonrió.
Alejandro también lo hizo, esta vez más contento que antes.



Más aventura en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario