¡Hola!
¿Qué tal lleváis la aventura? ¿Qué os parece la tripulación de Pegaso y su capitán? ¿Se quedará Perséfone con ellos? Aquí os presentó el capítulo 8 donde por fin se acercarán a la primera pista del tesoro del temible pirata Dybá.
8
UN
PASEO POR LA ALHAMBRA
-Y además roncas-iba diciendo Alejandro.
-¿Qué? Yo no ronco-replicó Perséfone-
Oirías tus propios ronquidos
El grupo había partido al amanecer de
aquel claro del bosque, despidiéndose con cariño de aquellas personas y agradeciéndoles
el haberles ayudado tanto. Se habían ganado unos amigos, casi familiares, de
por vida.
Alejandro y Perséfone discutían dentro
de la carreta, camino hacia la zona de Granada donde se encontraba la Alhambra,
todo porque habían dormido demasiado cerca el uno del otro y se habían
despertado sobresaltados.
-En fin, Cacín, ¿cuánto queda?-preguntó
Alejandro
-Ya se ven algunas de las típicas casas
de la ciudad de Granada, pero muy pequeñitas-le respondió Cacín- Calculo que
estaremos allí por la noche
-Genial, así podremos coger algo de ropa
prestada-dijo Alejandro.
Hacia media tarde se detuvieron en una posada
para beber y comer algo. Claro está, se fueron sin pagar.
-Eh, Per, ¿sabes? Antes me pareció ver un
dibujo tuyo-le comentó El Plumas cuando estuvieron suficientemente lejos de la
posada
-Sí, yo también lo he visto-dijo
Perséfone desanimada
-¿Y por qué hay un dibujo tuyo en esa
posada?-le preguntó El Plumas
-Porque me están buscando mis padres, por
lo que he leído-le explicó Perséfone y luego añadió mirando a Alejandro:-Al
parecer alguien me secuestro.
-Yo no te secuestre-dijo Alejandro
indignado- Viniste por propia voluntad
-Pero eso no se lo dije al guardia que
me perseguía-le dijo Perséfone encogiéndose de hombros.
Continuaron el viaje hasta llegar a la
misma Granada. No pararon hasta que llegaron a unas tabernas que estaban justo
en frente de la Alhambra, la cual se levantaba sobre un monte y era realmente
hermosa. Destacaba en ella la Torre de la Vela, la cual tenía en su azotea una
campana.
Dejaron la carreta entre dos callejuelas y buscaron un cubo y agua para dar de beber al caballo.
Dejaron la carreta entre dos callejuelas y buscaron un cubo y agua para dar de beber al caballo.
-Bien, pongámonos manos a la obra-les
dijo Alejandro
-¿Ya?-preguntó Perséfone nerviosa
-Sí. Lo primero será buscar ropa elegante
para Per y para mí… ¿O has decidido no ayudarme?-le preguntó Alejandro
Perséfone volvió a reflexionar sobre
ello una vez más y finalmente, a regañadientes, aceptó ayudarle. Alejandro y
sus piratas se pusieron rápidamente en marcha. Teniendo de camarada a la
oscuridad de la noche, consiguieron meter la carreta y el caballo en el bosque
que rodeaba a la Alhambra, justamente en la zona de este que quedaba frente a
la alcazaba. De esa parte se encargaron Perséfone, El Plumas y Ocho, mientras
Alejandro, Cacín, Cortés y Pies Largos lograron hacerse con una vestimenta
bastante elegante. Alejandro y Perséfone se disfrazaron, ambos se pusieron la
ropa elegante encima de la que ya llevaban para poder deshacerse de ella en
cuanto se hubieran alejado de la Alhambra y así no pudieran reconocerles.
-Bien, ¿lista?-preguntó Alejandro a
Perséfone viendo que ya tenía puesto el elegante vestido rojo.
-No, con tanto vestido me ahogo-dijo
Perséfone mirándole disgustada y luego volviéndose hacia los demás dijo:-Os
echaré de menos si nos cogen
-Nosotros también a ti-dijo Pies Largos.
Alejandro se contuvo para no poner los ojos en blanco.
Alejandro se contuvo para no poner los ojos en blanco.
-Pero si no nos van a coger, pesados-les
dijo Alejandro- ¿Cuántas veces os lo tengo que decir? En lugar de eso,
deberíais desearos buena suerte.
Se miraron entre ellos unos segundos y
luego se dijeron a la vez:
-Buena suerte-se desearon sonriendo
-Bien, así me gusta-dijo Alejandro-
Vamos, Per.
Perséfone lo siguió a través de los árboles
en dirección hacia la alcazaba. Iban los dos muy callados, atentos por si
aparecía un guardia. Los demás se quedarían en el límite del bosque, lo más
cerca posible de la alcazaba, por si tenían que “entretener” a los guardias.
Mientras se dirigían hacia donde estaba el jardín que le había mencionado Cacín,
Alejandro le dijo susurrando:
-Dame la mano.
-¿Para qué?-preguntó Perséfone extrañada.
-Porque se supone que somos una pareja.
-Pues si somos pareja me deberías de haber
regalado unas flores-bromeó Perséfone para romper la tensión a la vez que le
daba la mano con nerviosismo.
-Te he regalado un vestido- le recordó
Alejandro
-Es verdad. Muy bonito por cierto-le
dijo Perséfone
-Mi ropa también es bonita y no me has
dicho nada-se quejó bromeando Alejandro
-Tú deberías decírmelo a mí si somos
una pareja, soy la mujer.
-¿Por qué? Los chicos también
necesitamos saber que somos guapos. No es mi caso, claro. Yo sé que soy
guapo-le dijo Alejandro con orgullo- Te lo he pedido antes por cortesía
-Lo mismo me pasa a mi-concluyó
Perséfone con naturalidad a la vez que sonreía.
Cuando llegaban a los jardines que
estaban junto a la torre bajita que llevaba a la Torre de la Vela, un guardia
que rondaba por allí los vio y se acercó a ellos.
-Lo siento, señor-dijo dirigiéndose a
Alejandro- Pero no pueden estar aquí.
-Disculpe, sólo quería enseñarle a la
dama lo bonito que está quedando el jardín que plantó nuestro querido conde-explicó
Alejandro muy educadamente. Luego, añadió un halago para quedar mejor:- Pero
entiendo su honroso trabajo. La seguridad es lo primero, ¿no?
-Claro, honroso y cansado-le comentó el
guardia
-Me lo imagino, noble guardia. Pero si
me hiciese el favor de dejarme pasear por estos jardines, se lo agradecería
mucho-le dijo Alejandro y luego añadió bromeando:- No somos peligrosos puede
registrarnos si quiere. Además…
Cogió al guardia por el hombro y lo
alejó de Perséfone para poder hablarle. Perséfone no logró oír lo que le dijo,
sólo vio como el guardia reía con Alejandro socarronamente y asentía. Después,
ambos se volvieron hacia Perséfone.
-Bueno, os dejaré a solas-declaró el
guardia sonriendo- Pero no tardéis. Que pasen una bonita velada
-Muchas gracias-dijo Alejandro y llamó a Perséfone:-Ven, querida mía.
Perséfone se le acerco intentando no
mostrar su frustración por la situación a la vez que el guardia se alejaba de ellos. Alejandro
cogió de la mano a Perséfone y se la llevó hacia los jardines desde los cuales
podían ver la nombrada torre pequeña que llevaba a la enorme Torre de la Vela.
-¿Entramos ya?-preguntó susurrando
Perséfone
-No. Cuando paremos de andar, ponte
frente a mí y miras hacia donde se ha ido el guardia para indicarme si sigue
ahí, ¿de acuerdo?-le indicó Alejandro en leves susurros.
Cuando se detuvieron, más o menos a la altura
de la puerta de la torre pequeña, Perséfone hizo lo que le indicaba Alejandro y
vio que el guardia seguía allí, es más, los miraba atentamente con una leve
sonrisa en los labios. Perséfone se lo hizo saber a Alejandro.
-¿En serio? Qué cotilla y
grosero…Espera, sé lo que hacer.
Alejandro se volvió para mirar al
guardia y lo saludó. El guardia dio un respingón inesperado, devolvió nervioso
el saludo y se desapareció tras la curva.
-Bien, ahora a actuar-dijo Alejandro
-¿Cómo sabías que se iría? ¿Qué le
dijiste antes?-le preguntó Perséfone
-Más tarde, Per- respondió él, mientras se acercaban juntos a la puerta de la pequeña torre- Ahora, pon la expresión de
mayor susto que puedas, ¿vale?
-Vale
Alejandro llamó a la puerta de madera y
esperó. Las puertas se abrieron y cuatro guardias aparecieron tras ella. Uno,
el que había abierto la puerta, y tres sentados en una mesa jugando a los dados
mientras bebían vino.
-¿Qué?-dijo secamente el guardia de la
puerta
-Señor, uno de sus compañeros necesita
de ayuda-le dijo deprisa Alejandro fingiendo muy bien su nerviosismo- Me ha
dicho que le avisará. Yo no sabía qué hacer…paseaba con mi mujer…unos cuantos
intentan entrar por una de las entradas de allí-señaló el lado contrario hacia
donde había ido el otro guardia, hacia la derecha- Creo que es la puerta de
pozos o no sé qué.
Esta puerta, según Cacín y los muchachos
del claro del bosque, era la más alejada de donde se encontraban.
-Gracias, señor-dijo el guardia y luego
algo alterado se dirigió a los guardias que tenía detrás- Vamos, muchachos,
parece que hay problemas.
Los guardias salieron disparados dejando
la puerta abierta, tal y como quería Alejandro.
-Vale, entraré rápidamente. Tú ve con
los demás si quieres.
-No, no pienso dejarte solo. Puedo
servirte de ayuda.
-Oh…bien, vale-dijo Alejandro algo
impresionado con la respuesta-Entremos, no tenemos mucho tiempo.
Entraron en la torre vacía y se
dirigieron hacia las escaleras que encontraron en ella. Como le habían contado
a Alejandro, debían subir por la torre hasta llegar a una sala que daba salida a
un camino entre alamedas que conducía a la Torre de la Vela.
-Oh no, apártate-dijo en un susurro
Alejandro a Perséfone retirándola de la entrada sin puerta que daba a dicho
camino. Un guardia rondaba por allí, por suerte les daba la espalda y no los
había visto. Alejandro observó la habitación que estaba llena de bolas de cañón
y todo tipo de armas que contuvieran pólvora
- Tengo una idea.
Cogió una bola de cañón con una mano y una
especie de barra de hierro que había por allí con la otra. Cuando el guardia
les volvió a dar la espalda para caminar hacia la Torre de la Vela, Alejandro se
asomó por la entrada y tiró la bola hacia un lado del camino provocando que
chocara contra una de las alamedas, creando mucho ruido, para después volverse a
esconder tras la pared. El guardia se volvió rápidamente y al ver la bola en el
suelo se dirigió hacia donde estaban Alejandro y Perséfone ocultos. Justo cuando
pasó de largo por delante de ellos, Alejandro le dio en la parte de atrás de la
cabeza con la barra de hierro, dejándolo inconsciente.
-Pobrecito-se lamentó Perséfone.
-Tranquila, se despertará dentro unas horas con mucho dolor de cabeza-le dijo Alejandro mientras cogía al guardia por
los brazos y lo arrastraba para esconderlo entre los cañones.- ¡Vamos!
Rápidamente, pasaron por el camino,
agachados para ocultarse mejor tras las alamedas, y llegaron a la Torre de la Vela.
Subieron las escaleras de ésta y llegaron a la azotea.
-Vaya... Es precioso-dijo Perséfone al ver
las vistas desde aquella torre.
Granada se extendía ante sus ojos,
hermosa y radiante bajo la luz de la luna llena. Sus campos, sus casas…todo en
ella era bonito.
-Sí…Granada, es mágica-dijo Alejandro
que también se había quedado boquiabierto con las vistas. Después, salió rápidamente
de su atontamiento- Venga, miremos la campana.
Se acercaron rápidamente a la campana, la
cual estaba en suspensión entre dos pequeños muros de ladrillo. Miraron por
esos muros y alrededores pero no encontraron ni rastro de la llave, así que
supusieron que estaría en la misma campana. Como Alejandro no llegaba,
Perséfone tuvo que subirse a su espalda y mirar ella misma. Observó la campana por
dentro y, como estaba muy oscuro, se ayudó palpando con la mano.
-Vamos, Per, o creo que lo síntomas de
locura van a empezar.-le dijo Alejandro y luego añadió nervioso:- ¿Encuentras
algo?
-No… ¡Espera! Sí, hay algo atado en la
parte superior del badajo. Creo que es la llave-le contó Perséfone emocionada-
Voy a intentar arrancarla.
Dio varios tirones de ella, al tercero consiguió
liberarla del cordel que la mantenía unida al badajo.
-¡Sí! La tengo- dijo contenta y bajó de
la espalda de Alejandro, apoyándose en la cuerda que había atada a la parte
inferior del badajo que ayudaba a hacer sonar la campana. Al hacerlo, la
campana crujió.- Es algo vieja, ¿no?
-Sí, supongo, no lo sé… ¡Déjame ver la
llave!-dijo Alejando emocionado mientras se apartaba con Perséfone de la
campana para verla a la luz de una antorcha- Es preciosa
-Es igual que todas-dijo Perséfone
sonriendo por el comentario.
Alejandro no tuvo tiempo de replicar
pues la campana dio un segundo crujido, seguido de otro más fuerte y, sin
previo aviso, se descolgó provocando un gran estruendo. Alejandro y Perséfone
se quedaron con la boca abierta y se miraron unos segundos.
-Corramos-dijo Alejandro dándole la
llave para que la guardara y cogiéndole la mano- Mira que tirar la campana
-No sabía que era tan frágil
-Tiene muchos años, ¿sabes?
Salieron a correr escaleras abajo y
pasaron a toda prisa por el camino de alamedas para llegar a la otra torre.
Alejandro volvió a coger la barra de hierro y bajó con Perséfone hasta la
puerta por la que habían entrado. Al salir al jardín, vieron que los cuatro
guardias aparecían por el mismo lado por el que se habían ido. Al verles,
Alejandro y Perséfone salieron a correr más aprisa aún y los guardias los
siguieron. Alejandro y Perséfone se dirigían hacia donde sabían que se ocultaban los
demás. Por el camino se cruzaron al otro guardia que les volvió a saludar, pero
al ver que los perseguían, sacó su espada y también fue tras ellos.
-¡Chicos!-gritó Alejandro cuando se
adentraron en el bosque
Al momento, aparecieron Cortés, El
Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho con sus espadas en la mano. Cortés se hizo cargo
del primero mientras que El Plumas, Pies Largos, Cacín y Ocho se hacían cargo
del resto. El guardia que luchaba con Cacín se libró de éste dándole un pisotón
y se dirigió hacia Perséfone y Alejandro. Alejandro puso rápidamente a
Perséfone tras él y se enfrentó con la barra de hierro al guardia. Tras unos
minutos de lucha, le quitó de un golpe la espada y después le dio en la cabeza,
dejándole inconsciente igual que al guardia de la torre. Mientras tanto, el resto
también logró imponerse a los guardias. Después, les quitaron las espadas y los
ataron a un árbol.
-Ya los encontrarán-dijo Cortés.
-¿Estáis todos bien?-preguntó
Alejandro- ¿Cacín?
-Sí, estoy bien. Mi pie está
bien-respondió Cacín
-Bien, larguémonos -dijo Alejandro
Se dirigieron hacia donde tenían la
carreta dejando a los guardias atrás, y se montaron en ella, no antes sin que
Alejandro y Perséfone se deshicieran de sus disfraces volviendo a mostrar su
ropa de siempre.
-¿Tú estás bien?-le preguntó Alejandro a
Perséfone mientras se alejaban aprisa del bosque montados en la carreta
-Sí, gracias a ti-le dijo Perséfone -
Toma, tu ansiada llave.
-¡Sí! Chicos, tenemos la llave-anunció
Alejandro a su tripulación
-¡Bien!
-¡Maravilloso!
-¡Y yo tengo una nueva pluma!
Todos se echaron a reír y, muy felices,
dejaron atrás el Reino de Granada y su Alhambra.
Después de un tiempo, ya
estaban de nuevo entre campos y bosquecillos, dirigiéndose hacia el puerto. Todos
los demás estaban dormidos, excepto Alejandro, Perséfone y Ocho, quien conducía
la carreta. Alejandro no paraba de mirar ilusionado la llave que tenía en la
mano. Esta era de color plata y en lugar de dos dientes, como las demás llaves,
tenía cuatro con extraños relieves.
-Te ha gustado conseguir esa
llave, ¿eh?-le dijo Perséfone que lo había estado observando.
-Sí-le respondió Alejandro
sonriendo sin dejar de darle vueltas con la mano- ¿A ti no? Porque nos ha
costado mucho.
-Sí, claro. Pero a ti se te
ve más ilusionado-repuso Perséfone
-Es que siento que, haciendo
esto, soy como más pirata. Estoy tras un tesoro auténtico, nada de atracar
puertos o robar dinero de otros barcos. Me refiero a un verdadero tesoro-le
explicó ilusionado- Como aquellos piratas de los cuentos, ¿entiendes? Somos
unos verdaderos piratas. Simplemente en busca de libertad y tesoros perdidos.
-Te comprendo. No de esos
piratas arrogantes y algo malos. Sino de esos que te imaginas cuando eres
pequeño-le dijo Perséfone.
-Sí, exacto. Encontrar esta
llave significa eso para mí-le dijo Alejandro. Luego, añadió riendo:- Además,
la hemos conseguido de manera muy aventurera. Con disfraces, algún que otro
desmayo y varios tumultos a nuestro paso.
Perséfone se rió con él un
rato. Realmente había sido una gran aventura a pesar del susto que había
pasado.
-Hasta hemos tirado una
campana-dijo entre risas Perséfone.
-Eso ha sido lo más
divertido- comentó Alejandro también riendo. Después parando de reír
dijo:-Gracias por ayudarme, Per. Sin ti, no hubiera podido conseguir la llave.
-No ha sido nada. Tampoco es
que mi labor en esta aventura haya sido muy importante, ¿no?
-Claro que lo ha sido.
Pasear por esos jardines fue de lo más emocionante-dijo Alejandro sonriendo y
luego añadió rápidamente para aclararlo:- Quiero decir, que necesitaba de una
chica…llegar a la campana y demás...
-Ya…-dijo Perséfone
sonriendo. No sabía por qué sentía algo ruborizada. Como veía que el ambiente
se había azorado un poco, Alejandro había bajado la mirada rápidamente, dijo:-Bueno,
puedes contar conmigo para la próxima, como ya no me puedo quedar aquí…
-¿Qué? ¿No te quedas
aquí?-le preguntó sorprendido mirándola de nuevo- ¿Por qué?
-Primero está ese gran y
horrible dibujo mío por todos lados. Y segundo, no creo que les agrade verme
aquí después de haber atacado la Alhambra y su campana.-explicó Perséfone.
-Entonces, ¿vuelves con
nosotros? -le preguntó Alejandro ilusionado, pero reflexionó:- Eso significa que seguiré sin
dormir en mi camarote.
-Sí-le confirmó rotundamente
Perséfone y luego sonrió.
Alejandro también lo hizo,
esta vez más contento que antes.
Más aventura en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos
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