¡Hola!
Aquí os traigo el final de la aventura. Espero que hayáis disfrutado de ella junto a estos locos piratas y Perséfone. Aquí se responde a una última pregunta ¿Volverá Perséfone a ver a Alejandro?
20
SEGUNDA
OPORTUNIDAD
Perséfone contaba su historia una y otra
vez. Bueno, la historia que se había inventado. Había escapado de los piratas
mientras estos dormían, después corrió hacia la aldea más cercana de Andalucía,
los piratas habían parado allí, y consiguió que unos amables ancianos la
llevaran hasta Portugal. Aclaró que el pirata descrito por el guarda como su
captor, era sólo un muchacho con el que se cruzó. El verdadero pirata era
grande, con un parche en el ojo y un loro en el hombro.
-Tú historia se parece un poco a la que
contó el gobernador David cuando escapó de los piratas cuando era joven- observó
su tío Sebastián.
-No, a él lo recogieron unos
pescadores-señaló Perséfone-, no unos abuelos en una carreta.
Había decidido no contarles la verdad
porque nunca creerían que había dado con unos piratas muy buenos, y he de reconocer
que se había basado en la historia del antiguo gobernador David.
Esa noche, las fiestas de San Juan se
celebraban en la plaza del pueblo que se encontraba en el final de la calle
principal. Leonardo, hijo del antiguo gobernador David, abrió el baile con un
bonito discurso en el que hablaba sobre sus proyectos como gobernador y también
expresaba su felicidad por tener de vuelta a Perséfone. Después del discurso,
todos se pusieron a comer, beber y bailar. Las mesas de la comida limitaban la
pista de baile junto con los músicos. Numerosas velas iluminaban el lugar y la
música hacía agradable y animado el ambiente.
Perséfone, a pesar de su popularidad por
haber escapado de unos piratas, se encontraba sentada en una de las sillas
frente a la pistas de baile. Seguían sin gustarles las fiestas, aunque ahora
las veía de una manera más animada, continuaba sin querer bailar con nadie; ninguno le parecía lo suficientemente bueno. Belinda se sentaba con ella de vez
en cuando para charlar, pero después volvía a la pista de baile.
Perséfone, aburrida y alicaída, decidió
mirar las estrellas. No se veían tan bien como en el mar y le
recordaban a Alejandro, así que miró hacia sus zapatos. Llevaba un rato jugueteando
con las manos, cuando una voz hizo que parase.
-Alguien como tú no debería quedarse
sentada en un baile.
Perséfone levantó la cabeza rápidamente.
Alejandro estaba de pie frente a ella.
-¿Qué haces tú aquí?-le preguntó
Perséfone alegremente sorprendida.
-Yo quería pedirte…
Entonces, empezó a sonar una bonita y
mágica melodía. Alejandro miró a los músicos y después a Perséfone. Ella le
sonrió y él le tendió mano. Perséfone la aceptó y salieron juntos hacia la
pista para bailar.
No les importaba nada ni nadie, sólo
estaban ellos dos. Se miraban el uno al otro como si intentasen memorizarse y recordar
ese momento toda su vida. Bailaban como lo habían hecho esa noche en el barco,
la noche en la que se besaron por primera vez. Bailaban cogidos de la mano,
dando vueltas cambiando de vez en cuando la dirección. Bailaban muy cerca el
uno del otro, para no perderse ni un segundo. Bailaban sin prestar atención a
los pasos, uno frente al otro y sin dejar de sonreírse. Era un momento mágico,
especial, un momento que parecía hecho sólo para ellos dos.
Lentamente, la música llegaba a su fin.
Alejandro dándose cuenta de ello, se acercó a Perséfone dándole la mano, la
besó en la frente a la vez que cerraba los ojos y dijo:
-Te quiero.
Alejandro se apartó de ella aún con su
mano cogida. Perséfone le sonrió tristemente y viendo como una lágrima caía en
el rostro de él. Éste agachó la cabeza, se dio la vuelta y se fue de la
plaza.
Perséfone se quedó mirando el sitio por
donde había desaparecido Alejandro. La tristeza volvió a envolverla de golpe. Después,
bajó la vista y vio que en su mano había dejado un colgante. Era el trébol de
cuatro hojas que había estado observando en el escondite del tesoro. Alejandro,
en lugar de mirar el tesoro, la había estado mirando a ella. ¡Cuánto le gustaría
marcharse con él…! Pero ella ahora estaba en el lugar correcto, donde le
correspondía estar. Y si era el lugar correcto, ¿por qué no era feliz? El
único momento en el que lo había sido fue cuando bailaba con Alejandro. Pero,
había hecho lo que debía, ¿no? Había vuelto con sus padres para que supieran
que estaba bien, había hecho las paces con Belinda, había limpiado el nombre de
Alejandro… Ya todos estaban bien. Ahora debía ser feliz, ¿no? Pero su felicidad
no estaba ahí, estaba junto a Alejandro, en el mar y con los otros piratas.
Entonces, ¿qué hacía ahí?
-¿Quién era ese muchacho?-le preguntó
Belinda llena de curiosidad, sacándola de sus pensamientos.
Perséfone la miró unos momentos y
después sonrió.
-Me voy Belinda
-¿Cómo que te vas? ¿A dónde?
-Con Alejandro, él era Alejandro. Le
quiero-le dijo Perséfone. Después se dio cuenta de lo que había dicho y lo
volvió a repetir:- Le quiero. Y me voy con él.
Perséfone se dirigió hacia donde estaban
sus padres, les abrazó y les besó.
-Mamá, papá, me voy. Volveré en unos
meses, os lo prometo. Estaré bien-les dijo Perséfone rápidamente-. Os quiero mucho.
-¿A dónde vas?-preguntó su padre
extrañado.
-Os lo explicará Belinda. Por favor, no
me busquéis. Estaré bien, confiad en mí, vendré a veros a menudo. Hasta pronto.
Perséfone se fue de su lado deprisa y al
pasar por al lado de Belinda, le lanzó el collar y dijo:
-Te echaré de menos. Y cuéntales a mis
padres lo que te dije sobre Alejandro y los piratas.
Después se agarró las faldas del vestido
y salió a correr hacia el puerto. Corrió como no lo había hecho nunca, rezando
porque Pegaso no hubiera zarpado. Al
llegar al puerto, no lo vio y pensó que había llegado tarde, pero recordó donde
lo había encontrado la primera vez, muy apartado del resto de los barcos, hacia
el final del puerto. Corrió hacia allí con todas sus fuerzas. Se detuvo antes
de caer al agua. Pegaso había zarpado
ya, aunque aún estaba a poca distancia del puerto.
-¡Alejandro!-lo llamó Perséfone, gritando-. ¡Alejandro!
Pero no la escuchaba, parecía que no
estaba en la toldilla. Tuvo una idea.
-¡Profundo! ¡Profundo!
Profundo sí la escuchó.
-¿¡Per!? ¡Capitán! ¡Per está en el
puerto!
Perséfone vio como Alejandro se asomaba
por la toldilla.
-¡Per!-gritó Alejandro sorprendido-. ¿Qué
haces ahí?
-¡Ya te dije una vez que no puedo estar
tranquila si pienso en algo determinado durante mucho tiempo!-le gritó
Perséfone-. ¡Y tú no dejas de estar en mi cabeza!
-¡Genial!-dijo feliz Alejandro.
-¡Además, qué hago aquí si ya he
cumplido mi misión!
-¿Eso qué significa?-preguntó Alejandro
ilusionado-.Significa que…
-¡Significa que no voy a esperar una
segunda oportunidad para poder estar contigo!-le gritó Perséfone.
-¿Te quedas conmigo?
-¡Sí!
Perséfone escuchó jaleo a lo lejos, tras
ella. Puede que fuesen sus padres, Belinda ya les habría explicado donde iba y
con quien. Sin pensarlo ni un segundo, saltó al agua. Nadó hasta Pegaso lo más rápido que pudo. Alejandro
echó la escala para que pudiese subir. Perséfone trepó por ella toda mojada y cuando
estuvo en lo alto, Alejandro la ayudó a pasar a la toldilla dándole la mano.
-Y también decirte, que yo también te
quiero-le dijo Perséfone con una sonrisa cuando estuvo frente a él.
Alejandro también sonrió. Perséfone le
rodeó el cuello con los brazos y le besó. Toda la tripulación aplaudió
entusiasmada.
-¡Yuhuu! –gritó Cortés de alegría.
-Yo sabía que volverías-dijo Sacul
sonriendo de oreja a oreja.
-Yo también me alegró de veros- les dijo
Perséfone mirándoles desde la toldilla.
-¡Perséfone! ¿Qué haces?
Perséfone se separó instintivamente de Alejandro ante aquella voz y miró
hacia el puerto sorprendida. Allí estaba su madre, su padre y Belinda.
-¡Papá!
-¿Es tu padre?-preguntó Alejandro
extrañado.
-Sí, y mi madre y esa es Belinda-contestó
Perséfone, casi con vergüenza, a Alejandro.
-Oh…Belinda-dijo Alejandro comprendiendo
que era la amiga de quien le había hablado.
-¡Perséfone! ¡Baja de ahí!-vociferó el
padre de Perséfone .
-No te preocupes, papá. Estaré bien.
Vendré a veros de vez en cuando-le gritó Perséfone.
-Pero…
-Te lo prometo-le dijo Perséfone-. Confiad en mí.
Sus padres se miraron entre ellos y
después su madre preguntó:
-Pero… ¿seguro que estarás bien ahí?
-Sí, mamá. Aquí estoy perfectamente.
-Prométeme que volverás sana y salva.
-Se lo prometo, señora-contestó
Alejandro todo lo educadamente gritando en lugar de Perséfone, la cual rió.
-¡Hasta pronto!-se despidió Perséfone
viendo que cada vez estaban más lejos.
La madre de Perséfone se quedó algo
nerviosa y dudaba entre quedarse donde estaba o correr a sacar a su hija de ese
barco. Pero finalmente gritó:
-¡¡Te queremos!!
-¡¡Y yo!!-le respondió Perséfone.
Perséfone le dijo adiós con la mano muy
entusiasmada. Poco a poco, sus padres empequeñecieron por la distancia y dejó
de decirles adiós.
Después se volvió a Alejandro. De fondo
se escuchaban ya la canción del pirata y las risas de la tripulación.
-No puedo creer que estés aquí-le dijo
Alejandro mirándola maravillado.
-Pues créelo. Yo quiero estar contigo
hoy, mañana y todos los días de mi vida-le dijo Perséfone también mirándole
feliz. Después, le cogió de las manos y añadió bromeando:-¿Y bien? ¿Preparado
para ver otro amanecer?
-Si es contigo, sí-respondió Alejandro sonriéndole.
Y se volvieron a besar bajo las
estrellas, disfrutando del momento, de su amor y de la libertad que les
otorgaba Pegaso.
Esto no termina aquí. La historia continua, en otra aventura, en otro libro...
Espero poder mostrárosla pronto.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.
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