martes, 20 de enero de 2015

CAPÍTULO 16

¡Hola!
Os traigo un nuevo capítulo. Espero que os guste. Aquí, como en casi todo, no resulta tan sencillo conseguir lo que se desea. Aún queda un poco para que esta aventura llegue a su fin. De momento, os dejo disfrutar del recorrido.
Gracias por estar ahí, leyendo, no sabéis lo importantes que sois para mí. Mil gracias :)



16

LA ESPADACHINA Y EL RESCATA PIRATAS

 Tras tres días de camino, consiguieron volver a Pegaso. Estaban muy felices por haber encontrado el tesoro. 
Cuando se encontraban a unos cuantos metros del barco, entre los últimos árboles del bosquecillo, Ocho detuvo la carreta de golpe. Todos cayeron hacia delante bruscamente.
-Ocho, pero, ¿qué haces?-preguntó Cortés algo molesto, frotándose la frente.
-Mirad, es él-dijo Ocho señalando hacia Pegaso.
Todos miraron hacia donde les indicaba. Pegaso estaba siendo invadido por piratas. Provenían del barco de al lado, éste estaba algo retirado por culpa de las rocas, de modo escalaban por Pegaso desde la misma playa. Oruç se encontraba ya en cubierta, dando órdenes a los pocos piratas que habían subido hasta el momento.
-¿Cómo nos ha encontrado? Creí que este lugar sólo lo conocería Dybá-dijo Dragón impresionado.
-Parece que no es así-dijo Barriga de Oso-. Ha llegado como nosotros, por el mar.
-¿Qué hacemos, capitán?-preguntó Pies Largos.
-No voy a dejar que destroce mi barco-dijo Alejandro muy serio mientras bajaba de la carreta-. Aún podemos detenerles. Iremos con cuidado a por los que aún siguen en tierra sin que Oruç se dé cuenta. Vamos, desenvainad vuestras espadas y seguidme.
Rápidamente bajaron de la carreta, incluida Perséfone.
-Tú te quedas-le ordenó Alejandro y luego se dirigió a los piratas- Dejaremos oculto el tesoro aquí.
-No, yo quiero ayudar. Sé manejar la espada-replicó Perséfone
-Ni hablar, no pienso dejar que corras ningún peligro-se negó Alejandro- Sacul, quédate con ella.
-¿Qué?-dijeron Sacul y Perséfone a la vez.
-Por favor, Sacul. Confío en ti-dijo Alejandro, luego ordenó al resto:-Vamos.
Todos, menos Sacul y Perséfone, siguieron a Alejandro. Sin hacer ruido, ocultándose de vez en cuando en algunas de las rocas que había antes de llegar a la orilla, se acercaron a los piratas que aún estaban en la playa. Cuando sólo estaban a unos palmos de ellos, una pluma llegó hasta El Plumas. Al principio sonrió, pero después, tras mirar hacia Pegaso, su rostro se endureció. Uno de los piratas que se hallaban en el barco, había encontrado el saco donde El Plumas guardaba sus apreciadas plumas y lo vaciaba sobre la cubierta, provocando que se esparcieran por todos lados. Alejandro se dio cuenta y miró a El Plumas que se había apartado de la roca donde se ocultaba y se dirigía a la orilla rápidamente. Alejandro corrió tras él seguido del resto.
-No, Plumas- lo llamó Alejandro intentando detenerle, pero era demasiado tarde.
-¡Quietos!-les decía El Plumas.
Los pocos piratas que había en la playa se volvieron hacia ellos con espada en mano y comenzó la lucha. Cuando parecía que ganaban, se les unieron los piratas que había en el barco junto con Oruç.
Perséfone y Sacul observaban desde lejos, entre los árboles, la escena con tensión.
-Tenemos que ayudarles, Sacul-le insistió Perséfone.
-No, Per. No puedo dejarte sola-repuso Sacul observando angustiado la lucha.
-Iré contigo-declaró Perséfone pero como Sacul seguía poco convencido, continuó insistiendo:-Sabes que manejo la espada.
-Pero, esto es diferente…
-Tú también quieres ayudarles. Nos necesitan, Sacul-le dijo Perséfone tratando de convencerle-. Con nosotros igualaran a los otros piratas. Mira, Cortés está luchando contra dos y sabes que no es muy bueno con la izquierda.
-Pero…tú no tienes espada-señaló Sacul, que empezaba a pensárselo-. Alejandro me matará.
-No podrá matarte si le pasa algo. Además, te equivocas. Sí tengo una espada-le dijo Perséfone- La que cogimos del tesoro.
Sacul dudó un momento, primero miró a Perséfone y después la batalla que se libraba a las orillas del mar.
-Muy bien, coge tu espada.
-Vale.
Perséfone fue hacia donde habían ocultado los sacos del tesoro. Cuando regresó con la espada, Sacul había desatado uno de los caballos de la carreta.
-El elemento sorpresa-le dijo Sacul señalando el caballo.
Perséfone montó tras Sacul y se dirigieron galopando rápidamente hacia la orilla. En cuanto llegaron, desde el caballo, se pusieron a dar golpes con la espada. Todos se sorprendieron mucho de verlos y la lucha se animó a su favor. Todo iba bien en un principio, habían logrado librar a Cortés del segundo pirata, pero de pronto alguien tiró a Sacul del caballo y lo cogieron entre dos piratas. Perséfone bajó del caballo rápidamente e intentó defenderle.
-¡Dejadle en paz!-les gritó Perséfone, pero a ella también la cogieron por detrás, tirándole la espada:- ¡Suéltame!
Alejandro la oyó y paró de luchar con su pirata contrincante para ir en su busca pero pronto se vio interrumpido por la espada de Oruç, la cual esquivó de milagro.
 -¡Quietos!-gritó Oruç quien no paraba de señalar a Alejandro con su espada-¡Tirad las espadas o me temo que os quedaréis sin capitán!
Toda la tripulación de Alejandro se detuvo de inmediato, además de los piratas de Oruç.
-No le hagáis caso-les dijo Alejandro.
-O eres tú, o tu amiguito-le dijo Oruç señalando a Sacul, a quien lo mantenía sujeto por detrás el pirata que lo había hecho caer del caballo a la vez que sostenía una espada junto a su cuello. Al ver la cara de Alejandro, Oruç añadió:-Sabía que preferirías mi orden. Tirad las espadas.
La tripulación de Alejandro lo hizo y, en seguida, se vieron atrapados por las espadas de los malvados piratas de Oruç.
-He esperado este momento durante mucho tiempo, Alejandro. Desde aquella maldita noche-le confesó Oruç en voz alta para que todos lo escucharan, dándole a la vez una patada a la espada que Alejandro había tirado para alejarla de él-. Escapé de aquella prisión, dejando una parte de mi atrás-señaló el palo que había en su pierna derecha en el lugar donde debería haber estado un pie-. Logré un barco, convenciendo aquel estúpido príncipe de que le daría el tesoro de Dybá. Debo reconocer que fue generoso, me dio un barco y una tripulación de honrados marineros, de la cual me desasí y cambié por unos groseros piratas. El caso es que sigo buscando el tesoro y tú sabes dónde está.
-Tú también, ¿no?-dedujo Alejandro seriamente-. De lo contrario no estarías aquí.
-Lo curioso es que leí el poema que según mi hermano, del cual te libraste, llevaba al tesoro. Pero no entendí nada. Sólo cuales serían los lugares principales-explicó Oruç.
-¿Leíste el poema? ¿Cómo?-preguntó Alejandro extrañado-. Yo arranqué la página del museo.
-Idiota, ese poema es el lema de aquel pueblucho. Está en todos lados. Supongo que no sabían que era un pirata, sino no estaría tallado en cada lado del puerto-comentó Oruç- Copié el poema y me fui. Como no sabía qué lugar de Andalucía se refería el poema, decidí pasar a la siguiente ciudad: Grecia. Quedaba claro que era en Atenas, la ciudad de la diosa, así que decidí ir hacia allí. ¡Cual es mi sorpresa al cruzarme contigo! Eso me confirmó que ibas tras el tesoro. Pero no pude seguirte, me destrozaste el mástil. Aunque no importó, sabía dónde te dirigías.
-Lástima-se lamentó Alejandro.
-No tanta. Ahora quiero que me digas donde está el tesoro-le ordenó Oruç alzando un poco más la espada en dirección hacia él, mientras indicaba a uno de sus horrendos piratas que se colocara tras Alejandro y así no tuviera oportunidad de huir.
La tripulación de Alejandro se tensionó, al igual que Perséfone.
-¡Vamos, dímelo!-le instó Oruç con la espada al ver que callaba- Hazlo, o verás como caen los miembros de tu tripulación, uno por uno. Aunque claro, no sé si te importarán demasiado. Ya dejaste caer a uno de ellos y ni te inmutaste.
-Yo no lo deje caer-replicó Alejandro, sabía que hablaba de Elidas.
-Lo dejaste caer, a pesar de que te defendió-le acusó Oruç enfadado- No debió saltar.
-No saltó porque me quisiese pues estaba de tu lado-le dijo Alejandro-. Si no fuera así, me hubiese seguido en cuanto me libré de ti, pero se quedó y saltó mucho después que yo.
Oruç se quedó por unos momentos sin habla, pero en seguida se recompuso.
-¡Dime dónde está el tesoro!-le ordenó gritando Oruç.
-Aunque te lo diga vas a acabar con todos-repuso Alejandro adusto y añadió con una sonrisa:- Y prefiero que te quedes con las ganas.
-¡Tú lo has querido!
Oruç lo empujó haciendo que chocará contra el pirata que tenía detrás, el cual sujetó a Alejandro. Oruç levantó la espada hacia él, y justo cuando iba asestar el golpe…
-¡No!-gritó Perséfone a la vez que pisaba a su captor y se desasía de él. Se adelantó y dijo a Oruç:- Yo puedo decirte donde está el tesoro.
-No, Per. No digas nada-le ordenó Alejandro.
El pirata que la había capturado fue de nuevo a sujetarla, pero antes de que ella se resistiera Oruç lo detuvo.
-No, déjala. Vaya, Alejandro, no sabía que tenías un nuevo miembro en tu tripulación. Mucho más bonito que los demás, he de reconocer-dijo Oruç mirando con mucho interés a Perséfone sin dejar de apuntar a Alejandro-. ¿Dices que sabes dónde está el tesoro, preciosa?
-Sí, te lo diré si no haces daño a nadie-respondió Perséfone algo asustada.
Oruç se echo a reír junto con sus malvados piratas. Perséfone lo ignoró. Se había dado cuenta que justo a su lado había una espada. Miró la espada y después a Alejandro, quien había comprendido que se le había ocurrido y negó con la cabeza.
Pero no pudo ser. Oruç se dio cuenta de sus miradas y, sin previo aviso, se dirigió furioso hacia Perséfone con su espada en alto. 
-¡Cuidado, Per!-escuchó decir a Ocho y Cacín.
Perséfone actuó instintivamente, cogió la espada que había junto a ella en el suelo y detuvo la de Oruç. Giró sobre sí misma para librarse del cruce de espadas y, de pronto, estaba luchando contra él. Sus amigos la animaban aún retenidos por los piratas enemigos.
-¿Es todo lo que sabes hacer?-se burló Oruç riendo a la vez que luchaba- Admito que te desenvuelves pero…
Perséfone aprovechó la distracción para ejecutar un golpe que le habían enseñado Alejandro, logrando quitar de un plumazo la espada de la mano de Oruç. Este se quedó muy sorprendido, retrocedió y cayó al suelo por culpa de su pata de palo. Perséfone reaccionó rápido, cogió la espada caída y apuntó a Oruç con ambas espadas.
-¡No te muevas!-le ordenó Perséfone.
-Tranquila…Vaya, eres muy buena.
-Tuve grandes maestros-le dijo Perséfone. Sus amigos rieron-. Ahora, suéltales.
-Claro.
Perséfone dejó que se levantara. Pero fue un error. Oruç había aprovechado para coger arena mientras estaba sentado el suelo y cuando se levantó se la tiró a Perséfone a los ojos. 
-¡Apártate, Per!-le gritó Alejandro.
Pero no lo hizo. Oruç la empujó hacia un lado, tirándola al suelo, y corrió hacia el caballo que Sacul había desatado de la carreta. Perséfone se desorientó por un momento pero escuchaba golpes seguidos en la arena.
-¡Per, ahora, a la derecha!-le gritó Alejandro
Perséfone, sin ver nada, rodó hacia la derecha y esquivó por muy poco a Oruç. Por fin, se levantó y vio. Oruç montaba en el caballo a lo lejos y lo hacía girar mientras sacaba de su cinto el mangual. 
-¡Per, corre!-le dijo Barriga de Oso
Perséfone echó a correr hacia el lado opuesto, pero de repente tuvo una alocada idea. Se giró y corrió hacia Oruç, a la vez que este galopaba hacia ella. 
-No, ¿qué haces? ¡Vuelve atrás!-le gritó Alejandro junto al resto de su tripulación.
Perséfone, justo antes de chocar contra el caballo, se desvió hacia el lado donde Oruç hacia girar su mangual y levantó una de las espadas. El mangual se enredó en la espada, retrasando la mano de Oruç. Gracias a su peso y a la ayuda de Perséfone, que tiró hacia abajo, Oruç cayó al suelo. El caballo continuó hacia delante sin jinete que lo gobernase.
-¡Quieto!-le ordenó Perséfone a la vez que le apuntaba con la espada que le quedaba libre, se había agachado junto él debido al peso del mangual y del mismo Oruç- ¡Le advierto que no me dejo engañar dos veces! ¡Libéralos!
-¡Jamás!-le gritó Oruç tirado en el suelo e inmovilizado por la espada con la que le apuntaba. El mangual que agarraba quedaba inutilizado por culpa de la otra espada enredada en él. Perséfone alzó la espada con la que le apuntaba con mala cara, así que añadió rápidamente:-¡Está bien, está bien! ¡Soltadlos, ya habéis oído a la señorita!
Los piratas de Oruç, algo atolondrados, tiraron las espadas e inmediatamente la tripulación de Alejandro les plantó cara.
-Sacul, trae las cuerdas-ordenó Barriga de Oso mientras apuntaba a su ex captor con la espada que le había arrebatado.
Alejandro se libró del pirata que le retenía gracias a Pies Largos, y fue rápidamente junto a Perséfone. Profundo y Ocho también se acercaron.
-¿Estás bien?-le preguntó Alejandro apartándola de Oruç de quien se ocuparon Profundo y Ocho.
-Sí, estoy bien-respondió Perséfone sonriéndole levemente, soltando las espadas.
Alejandro le sonrió también y después la abrazó fuertemente.
-Me tienes que decir donde conseguir una como ella-le gritaba Oruç, interrumpiendo el abrazo, mientras lo ataban junto a sus horribles piratas.
-No creo que haya otra igual-respondió Sacul.
Alejandro y Perséfone se acercaron donde Oruç y sus piratas estaban muy bien atados.
-Amarillo, espero que hayas hecho uno de tus nudos-le dijo Alejandro.
-Sí, lo hice-respondió Amarillo.
-Bien, coged los sacos-les mandó Alejandro alzando las cejas, indicando que no dijeran que era el tesoro.
-Gran muchacha la que tienes-volvió a decir Oruç-. Me ha vencido… una mujer…
-Siempre puedes mentir y decir que fueron dos tipos grandes con malas pulgas-le sugirió Barriga de Oso-. Aunque nosotros no contaremos la misma historia.
Ocho, Amarillo, Profundo y Dragón volvieron con los sacos, y con ayuda de Barriga de Oso los empezaron a subir al barco. Cortés y Sacul recogía las espadas junto a Cacín, y El Plumas intentaba recuperar las plumas que habían caído en la arena.
-Estarás contento. Conmigo ya te habrás librado de todos los hermanos Aruj-le dijo Oruç desdeñosamente a Alejandro.
-Subid al barco-dijo Alejandro a Profundo quitándole una de las monedas de oro del saco- Tú también, Per.
Perséfone siguió a Profundo y por el camino cogió una de las plumas que había en la arena. Antes de dirigirse a Pegaso, Alejandro se volvió a Oruç.
-¿Sabes? Pienso que le dirías algo a tu hermano que hizo que me siguiera, tu cara me ha dado la pista antes-le comentó Alejandro mirándole. Oruç evitó su mirada-. En todo caso, fue un accidente. Creías que llegaría a mi barco pero cayó… En fin, espero que no nos volvamos a ver.
Alejandro le lanzó la moneda que había cogido del saco que llevaba Profundo. Oruç lo miró sorprendido pero Alejandro ya le había dado la espalda y subía la escala.
Cuando Pegaso se retiraba poco a poco de la playa, una bola de cañón salió de su cubierta y fue a chocar contra el casco del barco de Oruç.




Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

viernes, 9 de enero de 2015

CAPITULO 15


¡Hola!
Continúa la aventura. El tesoro está más cerca de lo que creen...



15

EL TESORO DEL PIRATA DYBÁ


Llegaron a la India a la noche siguiente, dirigiendo el barco a la zona que indicaba el mapa desde donde comenzaban las líneas discontinuas hacia el tesoro. Ese lugar era una solitaria y desierta playa. Siguiendo la dirección que indicaba el mapa con ayuda de la brújula de Amarillo, al noroeste, empezaron sus andanzas hacia el tesoro. Todos habían vuelto a bajar del barco viendo que nadie podría llegar hasta aquella playa, a no ser que fuese muy temerario. Les costó bastante salir de aquel lugar tan remoto, siempre teniendo en cuenta lo que indicaba la brújula y observando el paisaje en busca de alguna torre.
Por fin, consiguieron dejar atrás aquella playa, después de escalar grandes rocas y atravesar espesa vegetación, era como si una especie de montaña ocultara dicho lugar. Tras varias horas andando, cuando empezaba a amanecer, se cruzaron con varias casas, gente y aldeas por el camino. Decidieron preguntar, mediante dibujos y señas, por una torre famosa del lugar y descubrieron que, tras varios nombres dados por la mujer a la que preguntaron, la torre que buscaban era la llamada Torre de la Victoria.
-Claro, por eso decía el poema “cantar victoria”-dijo Perséfone cuando hubieron dejado atrás a la mujer.
-Lo malo es que tardaremos mucho en llegar allí-se lamentó Sacul- Según la señora, la torre está a dos días de camino.
-Es que tal vez no tengamos que llegar a la torre-dijo Alejandro mirando el mapa-Porque según esto, a mitad de camino se encuentra esta otra cosa que no sabemos que es.
-Lo mejor será que continuemos, y ya veremos qué cosa tiene esa forma-propuso Barriga de Oso
-Sí, será lo mejor. Ya pararemos cuando anochezca en cualquier sitio-dijo Alejandro
Todos continuaron el camino hasta que la oscuridad de la noche les hizo detenerse y dormir a la intemperie. Alejandro y Perséfone se lanzaban miradas y se sonreían de vez en cuando. Se mostraban algo cortados entre ellos y tampoco querían ser demasiado cariñosos delante de los piratas, no se les había ocurrido contarles nada porque sabían que se reirían de ellos. 
Al segundo día de camino, robaron dos pares de sacos para llenarlos de oro si encontraban el tesoro y una gran carreta tirada por dos caballos, lo cual hizo que fuesen mucho más rápido. Tras muchas horas, cuando empezaba a anochecer, divisaron una gran torre.
-¿Será esa?-se preguntó Dragón
Conforme más se acercaban, vieron que la torre estaba rodeada por lo que parecía un amplio fuerte amurallado.
-Genial, ¿y ahora como entraremos si es esa?-preguntó Amarillo con fastidio
Todos miraron a Alejandro mientras Ocho conducía la carreta a través de un puente.
-Primero preguntaremos como se llama esa torre y después buscaremos que es esto-dijo Alejandro señalando el segundo dibujo del mapa- Porque sea lo que sea, se supone que nos llevará a la torre sin problemas, ya que el pirata Dybá iba hasta ella varias veces y nunca lo capturaron.
Dejaron la carreta oculta entre unos matojos cercanos a las murallas del fuerte e hicieron lo que mandó Alejandro. Mientras algunos buscaban en los alrededores del fuerte algo parecido al dibujo del mapa, otros preguntaron a una de las personas que vivían cerca de allí.
-¡Nos han dicho que sí es la Torre de la Victoria! Se construyó en 1449, en honor a la victoria de un rey en una batalla-contó Pies Largos quien había ido a preguntar con Dragón, Ocho y Profundo.
-Ese fue el año en el que nació el gobernador David-se fijó Perséfone-. Supongo que por eso elegiría esta torre para esconder el tesoro.
-Muy bien, pero ahora creo…creo…creo que me voy a volver loco-terminó diciendo Alejandro algo desesperado. Llevaba ya un buen rato buscando lo que indicaba el dibujo:-Aquí no hay nada.
-Debe de haber algo-dijo Cortés también desesperado- Y está oscuridad no ayuda mucho.
Habían dejado muy atrás la carreta, andaban cerca de una zona donde el río quedaba bastante cerca del muro que constituía el fuerte. Nada se parecía al dibujo.
-Vamos, tranquilos. Seguro que lo encontramos-los animó Perséfone
-Pero es que aquí sólo hay rocas. Ni si quiera al lado del muro hay algo parecido al dibujo-dijo molesto Amarillo- Sólo rocas, rocas y más… ¡eh!
-¿Qué?-preguntó Alejandro volviéndose rápidamente hacia él
-Eso, eso es igual al dibujo-indicó Amarillo señalando emocionado una gran roca
-Amarillo, eso es sólo otra roca-dijo El Plumas-. Ver tantas rocas te ha enloquecido
-¡No! Mira, ahora entiendo el dibujo-insistió Amarillo-. Es una roca grande, otra redonda y pequeña al lado y, junto a ellas, un matorral.
Alejandro miró el mapa y después las rocas que señalaba Amarillo
-Podría ser una coincidencia. Sólo son rocas-dijo Alejandro- Cómo pasaría Dybá por unas rocas… ¿Qué haces Profundo? Ten cuidado, si te ven los guardias nos echarán o tendremos que salir corriendo una vez más.
Aunque lo cierto era que aún no habían visto ningún guardia, el pirata Dybá sabía lo que hacía cuando escondió su tesoro.
-Nunca subestimes el poder de la naturaleza, capitán-dijo Profundo, quien retiraba con dificultad la roca más grande que había junto al matorral- Tal vez… ¡Ajá!
Todos se acercaron rápidamente hacia donde estaba Profundo. Detrás de la roca, medio oculto por el espeso matorral, había un túnel donde cabía perfectamente un hombre agachado.
-¡Oh, es fantástico, Profundo! Te besaría-dijo Alejandro muy contento, observando el túnel. Como todos lo miraron, aclaró:-Era una broma, no lo voy a besar. No te ofendas, Profundo
-No me ofendo, capitán-repuso Profundo.
Uno por uno, fueron entrando en el túnel, el último volvió a empujar la piedra para medio cerrar la entrada. Caminaban encorvados debido a que el techo era muy bajo.
-No se ve nada-dijo Ocho. Su voz resonó en el túnel
-Guiaros tocando la pared-aconsejó Alejandro que iba el primero
-Apesta, y no es Dragón-dijo Cacín, provocando que rieran
Parecía ser un antiguo conducto de alcantarillado que llevaba mucho tiempo sin ser útil. Por el final, el suelo se inclinaba hacia arriba y en el techo había una especie de puerta redonda. Alejandro la abrió con cuidado, sólo unos centímetros para poder ver si había guardias cerca. Al comprobar que no, salió y se encontró en una especie de bosque. Frente a la puerta del túnel estaba, únicamente separada por un pequeño muro, la Torre de la Victoria.
Cuando todos hubieron salido, sin hacer ruido, cerraron la puerta del túnel que desde fuera quedaba muy bien disimulada por la hierba que crecía sobre ella.
-Veamos, según el poema debíamos contar doce pasos, ¿no?-consultó Alejandro a Perséfone en voz baja.
-Sí, hacia la izquierda-respondió Perséfone
-Bien, movámonos con cuidado y sin que nos vean-ordenó Alejandro a los piratas- Y poned algo sobre la entrada, para que luego podamos distinguirla. Una piedra, un palo…
Alejandro empezó a contar los doce pasos mientras el resto lo seguía atento por si aparecía un guardia. Al terminar de contar se encontraron delante del mismo muro que rodeaba la torre, sólo que unos poco metros a la izquierda.
-¿Ya está?-se extrañó Alejandro- ¿No nos habremos confundido? Aquí no hay nada.
-Sí, lo hay, capitán-dijo Ocho señalando un ladrillo del muro- Mira, está grabada la luna esa.
Todos miraron el ladrillo y, efectivamente, allí estaba la luna de Dybá. Alejandro la tocó pero no había nada extraño en ella. Entonces se dio cuenta.
-Claro, estamos encima-explicó Alejandro feliz- El tesoro está debajo de nosotros
Los piratas se miraron entre ellos y, de inmediato, se agacharon para empezar a escarbar con las manos. Unos segundos después, Pies Largos habló:
-¡Aquí hay una cerradura!-indicó ilusionado, señalando la cerradura llena de tierra y polvo que había desenterrado. Estaba justo debajo de la luna del muro
-Abre-le dijo Alejandro dándole la llave que tenía en el cuello
Pies Largos nervioso, introdujo la llave en la cerradura, miró a sus compañeros que estaban de pie animándole con la cabeza, y la giró. Inmediatamente, bajo los pies de Sacul, que se encontraba frente a él, se abrió una trampilla y cayó por el hueco.
-¡Sacul!-lo llamó Alejandro lo más bajo que pudo-Sacul, ¿estás bien?
-Sacul, di algo-dijo Cortés agachándose al lado del hueco que había dejado la trampilla.
-¡Bajad! Rápido- se oyó decir la voz de Sacul, que sonaba emocionada.
Tras varios empujones entre ellos, todos lograron bajar de un salto. Sacul estaba de pie, en una pequeña habitación, frente a montañas de oro. Miles de monedas de doradas rebosaban de los baúles en donde se encontraban, llegando a esparramarse por el suelo. No sólo había monedas, sino también joyas, piedras preciosas, brillantes espadas con relucientes escudos,…el tesoro del pirata Dybá yacía frente a ellos.
Los piratas se miraron entre ellos durante unos segundos, para después gritar de alegría y abrazarse los unos a los otros llenos de emoción. Por fin, después de tanto tiempo y tortuosos esfuerzos habían logrado encontrar su ansiado tesoro.
-¡Somos unos auténticos piratas!-decía Cortés
-¡Y ricos!-dijo Cacín con alegría
-Porque sois una tripulación fabulosa-los elogió Alejandro- Gracias, muchachos, por ser parte de ella.
-No seríamos nada sin un gran capitán-expresó Profundo
Todos se abrazaron en grupo muy felices. Todos menos Perséfone, quien estaba algo retirada, disfrutando de la alegría de los piratas.
-Ven a abrazarnos, Per-la llamó Dragón viéndola apartada- Tú también formas parte de nuestra hazaña.
-Sí, ya te dije que eres nuestro tesoro más apreciado -le dijo Alejandro acercándola al grupo tirándole de la mano
-Fuiste lo mejor que pudimos encontrar-dijo Ocho
-Vosotros sí que fuisteis lo mejor para mi-expresó Perséfone
-Oh-corearon los piratas divertidos, mientras volvían abrazarse en conjunto
-Pero, ¿qué estamos haciendo?-preguntó Sacul separándose del grupo-Disfrutemos del tesoro
Todos estuvieron muy de acuerdo. En seguida se pasearon por la habitación observando y llenado los sacos con el tesoro. Perséfone también ayudaba a cargar los sacos, además le encantaban las joyas que había allí, sobre todo un colgante pequeño con forma de trébol que se detuvo a mirar para comprobar que las hojas eran auténticas esmeraldas.
-Será mejor que no nos lo llevemos todo. Sería difícil cargar con ello todo el camino-dijo Alejandro-. Podemos volver después a por más si queréis.
Los piratas asintieron, acordando llevar únicamente lo que cupiese en los sacos sin llegar a llenarlos del todo. Cuando terminaron, salieron por el hueco, cerraron la trampilla con llave tras ellos y volvieron a meterse por el túnel. Por fin, tenían el tesoro de Dybá


Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.