martes, 20 de enero de 2015

CAPÍTULO 16

¡Hola!
Os traigo un nuevo capítulo. Espero que os guste. Aquí, como en casi todo, no resulta tan sencillo conseguir lo que se desea. Aún queda un poco para que esta aventura llegue a su fin. De momento, os dejo disfrutar del recorrido.
Gracias por estar ahí, leyendo, no sabéis lo importantes que sois para mí. Mil gracias :)



16

LA ESPADACHINA Y EL RESCATA PIRATAS

 Tras tres días de camino, consiguieron volver a Pegaso. Estaban muy felices por haber encontrado el tesoro. 
Cuando se encontraban a unos cuantos metros del barco, entre los últimos árboles del bosquecillo, Ocho detuvo la carreta de golpe. Todos cayeron hacia delante bruscamente.
-Ocho, pero, ¿qué haces?-preguntó Cortés algo molesto, frotándose la frente.
-Mirad, es él-dijo Ocho señalando hacia Pegaso.
Todos miraron hacia donde les indicaba. Pegaso estaba siendo invadido por piratas. Provenían del barco de al lado, éste estaba algo retirado por culpa de las rocas, de modo escalaban por Pegaso desde la misma playa. Oruç se encontraba ya en cubierta, dando órdenes a los pocos piratas que habían subido hasta el momento.
-¿Cómo nos ha encontrado? Creí que este lugar sólo lo conocería Dybá-dijo Dragón impresionado.
-Parece que no es así-dijo Barriga de Oso-. Ha llegado como nosotros, por el mar.
-¿Qué hacemos, capitán?-preguntó Pies Largos.
-No voy a dejar que destroce mi barco-dijo Alejandro muy serio mientras bajaba de la carreta-. Aún podemos detenerles. Iremos con cuidado a por los que aún siguen en tierra sin que Oruç se dé cuenta. Vamos, desenvainad vuestras espadas y seguidme.
Rápidamente bajaron de la carreta, incluida Perséfone.
-Tú te quedas-le ordenó Alejandro y luego se dirigió a los piratas- Dejaremos oculto el tesoro aquí.
-No, yo quiero ayudar. Sé manejar la espada-replicó Perséfone
-Ni hablar, no pienso dejar que corras ningún peligro-se negó Alejandro- Sacul, quédate con ella.
-¿Qué?-dijeron Sacul y Perséfone a la vez.
-Por favor, Sacul. Confío en ti-dijo Alejandro, luego ordenó al resto:-Vamos.
Todos, menos Sacul y Perséfone, siguieron a Alejandro. Sin hacer ruido, ocultándose de vez en cuando en algunas de las rocas que había antes de llegar a la orilla, se acercaron a los piratas que aún estaban en la playa. Cuando sólo estaban a unos palmos de ellos, una pluma llegó hasta El Plumas. Al principio sonrió, pero después, tras mirar hacia Pegaso, su rostro se endureció. Uno de los piratas que se hallaban en el barco, había encontrado el saco donde El Plumas guardaba sus apreciadas plumas y lo vaciaba sobre la cubierta, provocando que se esparcieran por todos lados. Alejandro se dio cuenta y miró a El Plumas que se había apartado de la roca donde se ocultaba y se dirigía a la orilla rápidamente. Alejandro corrió tras él seguido del resto.
-No, Plumas- lo llamó Alejandro intentando detenerle, pero era demasiado tarde.
-¡Quietos!-les decía El Plumas.
Los pocos piratas que había en la playa se volvieron hacia ellos con espada en mano y comenzó la lucha. Cuando parecía que ganaban, se les unieron los piratas que había en el barco junto con Oruç.
Perséfone y Sacul observaban desde lejos, entre los árboles, la escena con tensión.
-Tenemos que ayudarles, Sacul-le insistió Perséfone.
-No, Per. No puedo dejarte sola-repuso Sacul observando angustiado la lucha.
-Iré contigo-declaró Perséfone pero como Sacul seguía poco convencido, continuó insistiendo:-Sabes que manejo la espada.
-Pero, esto es diferente…
-Tú también quieres ayudarles. Nos necesitan, Sacul-le dijo Perséfone tratando de convencerle-. Con nosotros igualaran a los otros piratas. Mira, Cortés está luchando contra dos y sabes que no es muy bueno con la izquierda.
-Pero…tú no tienes espada-señaló Sacul, que empezaba a pensárselo-. Alejandro me matará.
-No podrá matarte si le pasa algo. Además, te equivocas. Sí tengo una espada-le dijo Perséfone- La que cogimos del tesoro.
Sacul dudó un momento, primero miró a Perséfone y después la batalla que se libraba a las orillas del mar.
-Muy bien, coge tu espada.
-Vale.
Perséfone fue hacia donde habían ocultado los sacos del tesoro. Cuando regresó con la espada, Sacul había desatado uno de los caballos de la carreta.
-El elemento sorpresa-le dijo Sacul señalando el caballo.
Perséfone montó tras Sacul y se dirigieron galopando rápidamente hacia la orilla. En cuanto llegaron, desde el caballo, se pusieron a dar golpes con la espada. Todos se sorprendieron mucho de verlos y la lucha se animó a su favor. Todo iba bien en un principio, habían logrado librar a Cortés del segundo pirata, pero de pronto alguien tiró a Sacul del caballo y lo cogieron entre dos piratas. Perséfone bajó del caballo rápidamente e intentó defenderle.
-¡Dejadle en paz!-les gritó Perséfone, pero a ella también la cogieron por detrás, tirándole la espada:- ¡Suéltame!
Alejandro la oyó y paró de luchar con su pirata contrincante para ir en su busca pero pronto se vio interrumpido por la espada de Oruç, la cual esquivó de milagro.
 -¡Quietos!-gritó Oruç quien no paraba de señalar a Alejandro con su espada-¡Tirad las espadas o me temo que os quedaréis sin capitán!
Toda la tripulación de Alejandro se detuvo de inmediato, además de los piratas de Oruç.
-No le hagáis caso-les dijo Alejandro.
-O eres tú, o tu amiguito-le dijo Oruç señalando a Sacul, a quien lo mantenía sujeto por detrás el pirata que lo había hecho caer del caballo a la vez que sostenía una espada junto a su cuello. Al ver la cara de Alejandro, Oruç añadió:-Sabía que preferirías mi orden. Tirad las espadas.
La tripulación de Alejandro lo hizo y, en seguida, se vieron atrapados por las espadas de los malvados piratas de Oruç.
-He esperado este momento durante mucho tiempo, Alejandro. Desde aquella maldita noche-le confesó Oruç en voz alta para que todos lo escucharan, dándole a la vez una patada a la espada que Alejandro había tirado para alejarla de él-. Escapé de aquella prisión, dejando una parte de mi atrás-señaló el palo que había en su pierna derecha en el lugar donde debería haber estado un pie-. Logré un barco, convenciendo aquel estúpido príncipe de que le daría el tesoro de Dybá. Debo reconocer que fue generoso, me dio un barco y una tripulación de honrados marineros, de la cual me desasí y cambié por unos groseros piratas. El caso es que sigo buscando el tesoro y tú sabes dónde está.
-Tú también, ¿no?-dedujo Alejandro seriamente-. De lo contrario no estarías aquí.
-Lo curioso es que leí el poema que según mi hermano, del cual te libraste, llevaba al tesoro. Pero no entendí nada. Sólo cuales serían los lugares principales-explicó Oruç.
-¿Leíste el poema? ¿Cómo?-preguntó Alejandro extrañado-. Yo arranqué la página del museo.
-Idiota, ese poema es el lema de aquel pueblucho. Está en todos lados. Supongo que no sabían que era un pirata, sino no estaría tallado en cada lado del puerto-comentó Oruç- Copié el poema y me fui. Como no sabía qué lugar de Andalucía se refería el poema, decidí pasar a la siguiente ciudad: Grecia. Quedaba claro que era en Atenas, la ciudad de la diosa, así que decidí ir hacia allí. ¡Cual es mi sorpresa al cruzarme contigo! Eso me confirmó que ibas tras el tesoro. Pero no pude seguirte, me destrozaste el mástil. Aunque no importó, sabía dónde te dirigías.
-Lástima-se lamentó Alejandro.
-No tanta. Ahora quiero que me digas donde está el tesoro-le ordenó Oruç alzando un poco más la espada en dirección hacia él, mientras indicaba a uno de sus horrendos piratas que se colocara tras Alejandro y así no tuviera oportunidad de huir.
La tripulación de Alejandro se tensionó, al igual que Perséfone.
-¡Vamos, dímelo!-le instó Oruç con la espada al ver que callaba- Hazlo, o verás como caen los miembros de tu tripulación, uno por uno. Aunque claro, no sé si te importarán demasiado. Ya dejaste caer a uno de ellos y ni te inmutaste.
-Yo no lo deje caer-replicó Alejandro, sabía que hablaba de Elidas.
-Lo dejaste caer, a pesar de que te defendió-le acusó Oruç enfadado- No debió saltar.
-No saltó porque me quisiese pues estaba de tu lado-le dijo Alejandro-. Si no fuera así, me hubiese seguido en cuanto me libré de ti, pero se quedó y saltó mucho después que yo.
Oruç se quedó por unos momentos sin habla, pero en seguida se recompuso.
-¡Dime dónde está el tesoro!-le ordenó gritando Oruç.
-Aunque te lo diga vas a acabar con todos-repuso Alejandro adusto y añadió con una sonrisa:- Y prefiero que te quedes con las ganas.
-¡Tú lo has querido!
Oruç lo empujó haciendo que chocará contra el pirata que tenía detrás, el cual sujetó a Alejandro. Oruç levantó la espada hacia él, y justo cuando iba asestar el golpe…
-¡No!-gritó Perséfone a la vez que pisaba a su captor y se desasía de él. Se adelantó y dijo a Oruç:- Yo puedo decirte donde está el tesoro.
-No, Per. No digas nada-le ordenó Alejandro.
El pirata que la había capturado fue de nuevo a sujetarla, pero antes de que ella se resistiera Oruç lo detuvo.
-No, déjala. Vaya, Alejandro, no sabía que tenías un nuevo miembro en tu tripulación. Mucho más bonito que los demás, he de reconocer-dijo Oruç mirando con mucho interés a Perséfone sin dejar de apuntar a Alejandro-. ¿Dices que sabes dónde está el tesoro, preciosa?
-Sí, te lo diré si no haces daño a nadie-respondió Perséfone algo asustada.
Oruç se echo a reír junto con sus malvados piratas. Perséfone lo ignoró. Se había dado cuenta que justo a su lado había una espada. Miró la espada y después a Alejandro, quien había comprendido que se le había ocurrido y negó con la cabeza.
Pero no pudo ser. Oruç se dio cuenta de sus miradas y, sin previo aviso, se dirigió furioso hacia Perséfone con su espada en alto. 
-¡Cuidado, Per!-escuchó decir a Ocho y Cacín.
Perséfone actuó instintivamente, cogió la espada que había junto a ella en el suelo y detuvo la de Oruç. Giró sobre sí misma para librarse del cruce de espadas y, de pronto, estaba luchando contra él. Sus amigos la animaban aún retenidos por los piratas enemigos.
-¿Es todo lo que sabes hacer?-se burló Oruç riendo a la vez que luchaba- Admito que te desenvuelves pero…
Perséfone aprovechó la distracción para ejecutar un golpe que le habían enseñado Alejandro, logrando quitar de un plumazo la espada de la mano de Oruç. Este se quedó muy sorprendido, retrocedió y cayó al suelo por culpa de su pata de palo. Perséfone reaccionó rápido, cogió la espada caída y apuntó a Oruç con ambas espadas.
-¡No te muevas!-le ordenó Perséfone.
-Tranquila…Vaya, eres muy buena.
-Tuve grandes maestros-le dijo Perséfone. Sus amigos rieron-. Ahora, suéltales.
-Claro.
Perséfone dejó que se levantara. Pero fue un error. Oruç había aprovechado para coger arena mientras estaba sentado el suelo y cuando se levantó se la tiró a Perséfone a los ojos. 
-¡Apártate, Per!-le gritó Alejandro.
Pero no lo hizo. Oruç la empujó hacia un lado, tirándola al suelo, y corrió hacia el caballo que Sacul había desatado de la carreta. Perséfone se desorientó por un momento pero escuchaba golpes seguidos en la arena.
-¡Per, ahora, a la derecha!-le gritó Alejandro
Perséfone, sin ver nada, rodó hacia la derecha y esquivó por muy poco a Oruç. Por fin, se levantó y vio. Oruç montaba en el caballo a lo lejos y lo hacía girar mientras sacaba de su cinto el mangual. 
-¡Per, corre!-le dijo Barriga de Oso
Perséfone echó a correr hacia el lado opuesto, pero de repente tuvo una alocada idea. Se giró y corrió hacia Oruç, a la vez que este galopaba hacia ella. 
-No, ¿qué haces? ¡Vuelve atrás!-le gritó Alejandro junto al resto de su tripulación.
Perséfone, justo antes de chocar contra el caballo, se desvió hacia el lado donde Oruç hacia girar su mangual y levantó una de las espadas. El mangual se enredó en la espada, retrasando la mano de Oruç. Gracias a su peso y a la ayuda de Perséfone, que tiró hacia abajo, Oruç cayó al suelo. El caballo continuó hacia delante sin jinete que lo gobernase.
-¡Quieto!-le ordenó Perséfone a la vez que le apuntaba con la espada que le quedaba libre, se había agachado junto él debido al peso del mangual y del mismo Oruç- ¡Le advierto que no me dejo engañar dos veces! ¡Libéralos!
-¡Jamás!-le gritó Oruç tirado en el suelo e inmovilizado por la espada con la que le apuntaba. El mangual que agarraba quedaba inutilizado por culpa de la otra espada enredada en él. Perséfone alzó la espada con la que le apuntaba con mala cara, así que añadió rápidamente:-¡Está bien, está bien! ¡Soltadlos, ya habéis oído a la señorita!
Los piratas de Oruç, algo atolondrados, tiraron las espadas e inmediatamente la tripulación de Alejandro les plantó cara.
-Sacul, trae las cuerdas-ordenó Barriga de Oso mientras apuntaba a su ex captor con la espada que le había arrebatado.
Alejandro se libró del pirata que le retenía gracias a Pies Largos, y fue rápidamente junto a Perséfone. Profundo y Ocho también se acercaron.
-¿Estás bien?-le preguntó Alejandro apartándola de Oruç de quien se ocuparon Profundo y Ocho.
-Sí, estoy bien-respondió Perséfone sonriéndole levemente, soltando las espadas.
Alejandro le sonrió también y después la abrazó fuertemente.
-Me tienes que decir donde conseguir una como ella-le gritaba Oruç, interrumpiendo el abrazo, mientras lo ataban junto a sus horribles piratas.
-No creo que haya otra igual-respondió Sacul.
Alejandro y Perséfone se acercaron donde Oruç y sus piratas estaban muy bien atados.
-Amarillo, espero que hayas hecho uno de tus nudos-le dijo Alejandro.
-Sí, lo hice-respondió Amarillo.
-Bien, coged los sacos-les mandó Alejandro alzando las cejas, indicando que no dijeran que era el tesoro.
-Gran muchacha la que tienes-volvió a decir Oruç-. Me ha vencido… una mujer…
-Siempre puedes mentir y decir que fueron dos tipos grandes con malas pulgas-le sugirió Barriga de Oso-. Aunque nosotros no contaremos la misma historia.
Ocho, Amarillo, Profundo y Dragón volvieron con los sacos, y con ayuda de Barriga de Oso los empezaron a subir al barco. Cortés y Sacul recogía las espadas junto a Cacín, y El Plumas intentaba recuperar las plumas que habían caído en la arena.
-Estarás contento. Conmigo ya te habrás librado de todos los hermanos Aruj-le dijo Oruç desdeñosamente a Alejandro.
-Subid al barco-dijo Alejandro a Profundo quitándole una de las monedas de oro del saco- Tú también, Per.
Perséfone siguió a Profundo y por el camino cogió una de las plumas que había en la arena. Antes de dirigirse a Pegaso, Alejandro se volvió a Oruç.
-¿Sabes? Pienso que le dirías algo a tu hermano que hizo que me siguiera, tu cara me ha dado la pista antes-le comentó Alejandro mirándole. Oruç evitó su mirada-. En todo caso, fue un accidente. Creías que llegaría a mi barco pero cayó… En fin, espero que no nos volvamos a ver.
Alejandro le lanzó la moneda que había cogido del saco que llevaba Profundo. Oruç lo miró sorprendido pero Alejandro ya le había dado la espalda y subía la escala.
Cuando Pegaso se retiraba poco a poco de la playa, una bola de cañón salió de su cubierta y fue a chocar contra el casco del barco de Oruç.




Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

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