martes, 28 de enero de 2014

SEGUNDO CAPITULO



¡Hola!
Os dejo el capitulo 2 de "Pegaso". He pensado que sería buena idea mostraros, al menos, tres capítulos. Siempre he creído (desde que leí "el cuento número trece") que el número tres es mágico y trae suerte. Por ello, decidí haceros este pequeño regalo hasta 3.  Después, dependerá de vosotros el seguir la historia o no... Espero que os guste.



2

EL POEMA ROBADO


-Vamos, no te quedes ahí o te verá-le dijo el muchacho mientras la agarraba del brazo y la acercaba un poco más hacia donde estaba el timón:-Tranquila, ese hombre no te molestará más. Por cierto, mi nombre es Alejandro. ¿Y tú cómo te llamas?
-Perséfone-contestó algo nerviosa y aún confundida.- Mire, yo mejor me…
-¿Perséfone? ¿En serio?-preguntó Alejandro extrañado- Pobrecilla…te llamaré, Per.
-¿Qué?-se enfadó Perséfone a pesar de estar asustada- ¿Por qué? Me gusta mi nombre.
-¿Ah sí?-siguió sorprendiéndose Alejandro
-Sí-enfadándose más. Ese tal Alejandro era muy idiota. Eso no le confirmaba que era un pirata, pero sí que era un hombre.- Es un nombre griego muy bonito. No es común. Es difícil encontrar a otra Perséfone. Al contrario que Alejandro que además es…feo
-No es cierto, porque lo llevo yo-dijo Alejandro con altivez soltando una risotada y moviendo el timón. El barco ya empezaba a moverse y alejarse poco a poco del puerto
-Pues a mí no me gusta. Por eso te llamaré…-miró a los lados en busca de inspiración y al bajar la mirada hacia su vestido dijo:-Nuez
-¿Nuez? ¿Por qué me…?-pero se cortó al mirarla- ¡Tienes mi nuez!
-¿Qué? ¡Au!- gritó Perséfone pues Alejandro le había arrancado de un tiró el colgante que se había atado al cuello.
-Por eso huías. Habías robado a alguien y ese guardia te pilló- reflexionó Alejandro y luego se indignó- ¡Me robaste!
-No-negó Perséfone- Yo solo…
-Sí, claro…- la cortó Alejandro- Excusas y mentiras, las sé todas.
-Pero si no he dicho…
-Ya, ya, ya… ¡Ocho! ¡Amarillo!
-¿Qué?-se extrañó Perséfone.
Enseguida, a su lado aparecieron dos hombres. Uno era gordo con unos enormes monóculos redondos unidos entre sí que se mantenían sobre su nariz gracias a unas cuerdecillas enlazadas a sus orejas, y el otro era un muchacho vestido desde la cabeza a los pies con ropas de un destacado color amarillo.
-Llevad a esta ladrona al calabozo. Más tarde la tiraremos por la borda-ordenó Alejandro con una sonrisa.
-¡Genial! Hace mucho que no tiramos a nadie por la borda-se alegró Amarillo.
-¡Sí! Pero esta vez lo haremos algo alejado de tierra firme.-dijo Ocho- ¿Os acordáis del tipo aquel? Vaya cabezazo se dio.
Alejandro y Amarillo asintieron con pesar.
-Pero al menos salió a flote - recordó Alejandro- Bueno, ¿a qué esperáis? Lleváosla
-¡No, espera…!-empezó a decir Perséfone
Pero los hombres la cogieron por los brazos y se la llevaron entre risas a la fuerza hasta los calabozos.
Mientras tanto, Alejandro se ató la nuez al cuello y cogió el pergamino que había robado de aquel museo. El puerto ya no se veía, el barco estaba por fin en mar abierto.
-¡Marineros!-llamó Alejandro a su tripulación colocándose delante del timón para ver mejor. Como su tripulación lo miraba con mala cara, se corrigió y dijo:-¡Piratas! Lo tengo. Nuestro viaje no fue en vano.
Los piratas aplaudieron con entusiasmo, algunos silbaron y otros pegaron un buen trago de la botella que tenían en la mano.
-¡Vamos, capitán! Indícanos que rumbo tomar.-dijo uno con una gran barriga
-¡Sí! ¿Dónde está el tesoro?-gritó otro delgaducho al que le faltaban dientes
Alejandro observó el papel que tenía en la mano y comprendió que no entendía nada. En el papel sólo había letras. Él ya había supuesto que el papel contendría letras pero pensaba que también habría un mapa. Sin embargo, no había indicios de que fuera un mapa, tenía una especie de equis hacia el final del papel pero no unos pasos tras ella. Sólo había unos dibujos y letras, palabras, frases…cosa que Alejandro no entendía porque no sabía leer. Intentó disimular delante de su tripulación, pues si estos se percataban de que no tenía ni idea de cómo continuar le perderían el respeto. Entonces, tuvo una idea. Aquella chica, Per, sabía leer. Había sabido cómo se llamaba el barco. Podría decirle que ponía en el papel.
-¡Traedme a Per!-gritó Alejandro dirigiéndose especialmente a Amarillo y Ocho
-¿Quién es Per?-preguntaron a la vez. Lo mismo que el resto de la tripulación.
-¡Per! La chica-explicó Alejandro- Se llama Perséfone
-Perse… ¿Qué?-preguntó Ocho
-Vaya nombre…normal que se dedique a robar nueces-dijo Amarillo
-Bueno, pero a ella le gusta-repuso Alejandro encogiéndose de hombros- Vamos, id.
Amarillo y Ocho fueron a por Perséfone. Cuando está apareció en cubierta con cara de pocos amigos, Alejandro, acercándose ella, dijo:
-¡Per! ¡Cuánto tiempo!-la cogió por el hombro rodeándola con un brazo y continuó:- Mira, sé que antes no hemos empezado con buen pie. Pero estoy dispuesto a perdonarte el que me robaras mi nuez. Total, me la has devuelto.
-¡Nunca la robe! Fue sin querer…-trató de explicar Perséfone. No quería que la tiraran por la borda ni que su cabeza pegara contra una roca como la de aquel tipo. Pero volvió a ser interrumpida por Alejandro.
-¡Ah! ¡Sin querer! Asunto aclarado. Podemos retomar nuestra amistad-dijo felizmente Alejandro soltando su hombro- Mira, tú sabes leer, ¿verdad?
-Sí, claro.
-Bien. Lee-le dijo tendiéndole el papel
-¿Por qué no lo lees tú?... ¡No sabes leer!
-¡Lee o te tiró por la borda!-la amenazó Alejandro dándole el papel. Detrás, la tripulación hizo una ovación.
Perséfone lo miró enfadada. Sabía que aunque leyese el papel, la tirarían igualmente por simple diversión. De repente, una idea brilló en su cabeza.
-Vale, lo leeré a cambio de algo-dijo en voz alta para que la oyese también la tripulación
-¿De qué?-preguntó Alejandro
-De una promesa…una Promesa de Capitán-se inventó Perséfone y añadió:-Supongo que sabrás lo que es.
-Claro que sé lo que es una promesa
-Entonces, sabrás que las de Capitán son más valiosas que las normales. Si la cumples, demostrarás no sólo ser un verdadero capitán sino uno de los mejores.-explicó Perséfone y luego se dirigió al resto de los piratas:- Toda tripulación es más segura si sabe que su capitán cumple promesas, ¿verdad?
-¡Sí!-gritó la tripulación entusiasmada
-¡Claro! Vamos, capitán, demuestre que es capaz-gritó Amarillo
-Ya…lo sé- repuso Alejandro, aunque era la primera vez en su vida que oía algo así.
-Bien. Entonces, prométeme que, si leo esto, no me tirarás por la borda-le dijo Perséfone
-¿Qué?
-Vamos, sé un buen capitán y prométemelo. ¿Qué pensará tu tripulación de ti si no lo haces?-le dijo en voz aún más alta y con seriedad.
-¡¡Promesa!! ¡¡Promesa!!-empezaron a gritar al unísono todos los piratas, pues se dieron cuenta que si Alejandro prometía algo así es que verdaderamente era un buen capitán.
Alejandro miró a su tripulación que gritaba ilusionada y después a Perséfone, quien le tendió la mano.
-¿Promesa?-le preguntó Perséfone.
-¡Promesa!-gritó Alejandro para que lo escuchasen los piratas y dándole la mano a Perséfone.
Todos empezaron a gritar como locos y a beber cerveza. Un par de ellos se acercaron a Alejandro y lo cogieron para mantearlo mientras lo vitoreaban. Perséfone se aguantaba la risa, no podía creer que su plan hubiera dado tan buen resultado. Ocho se acercó a ella y la llevó donde estaban los demás armando barullo, cosa que ya no le hizo tanta gracia. Pero los piratas también la recibieron con alegría y le pasaban sus botellas, las cuales rechazaba con respeto.
-¡Eres el mejor, capitán!-le dijo Amarillo
-Lo sé-confirmó Alejandro alegremente-. Per, ven te presentaré a mi tripulación.
Perséfone se acercó a Alejandro quien volvió a cogerla como si fueran grandes amigos y empezó a presentarle a todos.
La tripulación se componía de diez hombres. Sus nombres eran: Amarillo, Ocho, Dragón, Pies Largos, Barriga de Oso, El Plumas, Profundo, Cacín, Cortés y Sacul.
-Que nombres tan…especiales- opinó Perséfone cuando Alejandro terminó de nombrarlos. Y luego decía que su nombre era feo.
-En fin, hice mi promesa a cambio de algo-dijo Alejandro mirándola con los brazos cruzados- Lee.
Perséfone volvió a mirar el papel que tenían en la mano y leyó: 


En Andalucía encontré la paz
Ahí nada me fue mal
Vi en ella un hogar
           

Mi siguiente viaje a Grecia fue
A la diosa de Atenas visité
Pues ella me invitó a alimentar
A sus centauros de manera singular
                 

Pero en ninguna vi nada como en mi tierra natal
Tanta es la belleza en ella y tanta la paz
Que cantas victoria a los doce vientos
Sólo por encontrarte allí.
  




Todos se quedaron en silencio tras esta lectura. Fue Perséfone quien lo rompió
-Este poema es el que escribió el gobernador David poco antes de morir. Estaba en el museo del pueblo ¿Por qué lo robaste?-le preguntó a Alejandro y luego dijo indignada:- Robas y me quisiste tirar por la borda por algo que tú también has hecho.
-No es lo mismo-dijo despacio Alejandro quien se veía pensativo con la mirada perdida- Yo robo pero no me gusta que me roben.
-Eso lo aclara todo- repuso irónicamente Perséfone- Pero, ¿por qué robas esto? Esto no tiene ningún valor, salvo el histórico y el familiar. Bueno, a lo mejor te dan algo a cambio si se lo devuelves…
-Puedes callarte, intento pensar-la cortó Alejandro algo fastidiado- Y no pienso devolver tan valioso papel.
-Entonces, ¿para qué…?
-Esto no es un poema, es…-empezó a explicar El Plumas pero se detuvo, lanzó una mirada a su capitán buscando su aprobación y, cuando éste asintió, continuó:-  Es un acertijo que lleva a un tesoro
-Concretamente, al tesoro del pirata Dybá- aclaró Profundo.
-Creo que estáis en un error-les dijo amablemente Perséfone- Esto es un poema que escribió el gobernador David pocos años antes de morir. Todo el pueblo lo sabe. En él habla de los viajes que realizó siendo joven, antes de que su padre cayera enfermo y tuviera que quedarse en Galicia sustituyendo a su padre al frente de Rísoen.
-Pero, ¿a que no sabes que hacia tu famoso gobernador durante sus viajes de jovenzuelo?-le preguntó Barriga de Oso.
-Sí. Establecer lazos con otras tierras para mejorar las mercancías del puerto-respondió Perséfone.
Tras esto, los piratas se miraron unos a otros y, segundos después, hubo un estallido de estruendosas carcajadas. No podían parar de reír, algunos hasta se tiraban al suelo sujetándose la barriga.
-Que graciosa, Per.-le dijo Alejandro con lágrimas en los ojos y sujetándose a Amarillo. Cuando logró reponerse, se limpió las lágrimas de los ojos y continuó hablándole:- ¿No lo entiendes aún? El gobernador David y el pirata Dybá son la misma persona.


miércoles, 22 de enero de 2014

PRIMER CAPITULO

¡Hola! 
Traigo un regalo para vosotros, por estas visitas al blog y por vuestra confianza. Para que veáis que no os engaño y que tengo razón cuando digo que "Pegaso" es un buena historia. Os dejo el primer capítulo del libro.



1

LA HUÍDA

Perséfone estaba en una agradable comida en casa de sus padres. Era una reunión de familiares y amigos invitados a pasar el fin de semana en su mansión.
Vivía en Rísoen, un pueblo de Galicia muy cercano al mar. Su puerto era muy importante ya que recibía cuantiosas mercancías, tanto de ciudades españolas como de otros países. El éxito de Rísoen era debido en gran parte a las hazañas del antiguo gobernador David, quien durante sus numerosos viajes había hecho buenas alianzas con otros pueblos y ciudades.
En menos de un mes, tendría lugar en el pueblo las fiestas de San Juan donde no sólo venerarían al santo, sino que recordarían al famoso y antiguo gobernador David, quien murió hacia ya 11 años. Además, ese año las fiestas tendrían un toque especial porque Leonardo, el hijo del antiguo gobernador David, sería proclamado gobernador de Rísoen.
Los padres de Perséfone eran de los más ricos e influyentes de Rísoen, con grandes amistades, como la que mantenían con  la gobernadora regente, la madre de Leonardo. Ellos estaban planeando proponer a sus invitados quedarse en su mansión durante las fiestas de San Juan.
Sin embargo, a pesar de estar rodeada de familiares y amigos, Perséfone se sentía sola y triste. Se limitaba a observar a cada uno desde su lugar en la mesa y podía oír retazos de conversaciones. Su padre hablaba con tres de sus tíos sobre el nuevo gobernador.
-Sigo pensado que es muy joven-decía su tío Sebastián
-A mí me parece que lo hará bien, sea joven o no, siendo el hijo de quien es- decía su padre-. Además, no conoces a Leo como yo, ya sabéis que suelo tratar con él y con su familia.
A su derecha tres de sus amigas hablaban sobre los últimos chismes. Perséfone no participaba en la conversación, apenas prestaba atención a lo que decían, simplemente se dedicaba a juguetear con la comida de su plato. No le apetecía estar allí. Hacia un tiempo que no tenía buena relación con aquellas chicas. De pequeñas habían sido grandes amigas pero al crecer se fueron separando y eso le dolía.  La distancia crecía no sólo por el tiempo, sino porque Perséfone no se comportaba igual que ellas. Debía de asistir a estúpidas fiestas donde oír largos discursos y bailar aburridamente con algún chico que acababa de conocer, todo ello con el único objetivo de encontrar marido. A Perséfone nada de eso le agradaba y casi nunca asistía a ellas. ¿Por qué iba asistir si no le gustaba? No quería ser como aquellas chicas que seguían a otras, como borregos, únicamente por encajar. ¿Para encajar debía ser diferente a ella misma? ¿Debía dejar de ser como era?
Al principio, asistía a ellas para estar con sus amigas, pero éstas apenas hablaban con ella un rato y al segundo se encontraban bailando con algún muchacho o besándose a escondidas de sus padres en el jardín.
Por eso, Perséfone perdió el interés en las fiestas y nunca iba a ninguna, a no ser que la fiesta fuera en su propia casa. Esto último, al parecer, se había convertido en una costumbre de sus padres al percatarse de que Perséfone no asistía a las fiestas a las que había sido invitada, además de que ella misma se lo había hecho saber. Así que pensaron que, si ella no iba a la fiesta, la fiesta iría a ella. Cada fin de semana organizaban una en su mansión.
Tampoco era bien visto por nadie, ni por sus padres, que Perséfone rechazase a todos los hombres elegantes, ricos y educados que iban en busca de su mano. Ella tenía una buena razón: que no los conocía, ni ellos a ella. ¿Cómo iban a saber entonces si verdaderamente querían pasar toda su vida juntos?, ¿cómo podía besar a alguien que apenas conocía y acababa de saber de su existencia en este mundo?, ¿cómo sabía que podía confiar en él? Además, estaba segura que muchos de ellos eran unos farsantes. Como por ejemplo, ese tal Marcos del que no paraba de hablar Laura, la chica que estaba sentada a su derecha, se le insinúo el fin de semana pasado ¡casi la besa! y cuando le rechazó se fue como si nada detrás de Laura. Eso le aseguró del todo que detrás de esas sonrisas y trajes elegantes se escondían seres arrogantes, falsos, egoístas, mujeriegos y que trataban a las mujeres como si fueran trapos o sellos coleccionables.
Tampoco las mujeres se quedaban atrás. Podían asegurar ser tus mejores amigas hasta el fin de los días, para luego abandonarte a la primera de cambio. Cosa que había hecho su reciente ex amiga, Belinda. Sólo porque se sinceró y le dijo que no le gustaba aquel estúpido baile que había organizado en su propia casa junto con sus padres, el primero de otros muchos en los fines de semana. Querían introducirla a la fuerza a ese mundo que tanto detestaba y su mejor amiga colaboraba en dicho objetivo. Belinda se ofendió y no le volvió a hablar, bueno, sí le hablaba el típico “Hola” ó “¿Qué tal te va?” pero ni el más mínimo acercamiento como en épocas anteriores cuando se pasaban casi todos los días juntas y mantenían verdaderas conversaciones.
Por todo ello, esta comida no estaba resultando especialmente divertida para Perséfone. No se sentía feliz, no se sentía en casa y todo eso la reconcomía por dentro con intensidad.
Giró la cabeza con pesadez y se topó con la mirada de su madre que sin pronunciar palabra, sólo moviendo los labios,  le dijo “Come”. En ese preciso momento, su padre se levantó de la mesa y les indicó a todos que lo siguieran al jardín donde disfrutarían de música y bebida como de costumbre. Todos los invitados se pusieron en pie y lo siguieron. Perséfone se quedó atrás para intentar, una vez más, hablar con Belinda y ver si por fin conseguía hacer las paces con ella. Cuando Belinda pasó por su lado con dos chicas más, se quiso dirigir a ella pero algo la enmudeció.
-Bonita fiesta en general, Belinda-le decía una de las chicas-  Estamos deseando que hagas otra
-¿Hiciste una fiesta?-interrumpió Perséfone colocándose a su lado
-Sí, fue genial-le contestó Belinda fríamente, y añadió:- Perdona que no te invitase, pero como me dijiste que no te gustaban las fiestas, ¿no?
Belinda no se detuvo a hablar con ella sino que siguió hacia el jardín con el resto de las chicas dejándola sola en el comedor.
Perséfone sintió que la invadía la tristeza y que un dolor agudo le oprimía el pecho. Se sentía sola. Muy sola. Se dirigió al jardín pero, cuando estaba a medio camino y veía en la distancia a los invitados, pensó que para qué quería estar allí. No le importaba mucho a nadie, ni siquiera a Belinda o a ninguna de sus “amigas”. Ni si quiera la echarían de menos. Entonces, empezó a retroceder y les dio la espalda para dirigirse hacia la entrada de la mansión. Salió sin que la viesen por la gran verja negra de la entrada y se ocultó, algo agitada, detrás de los setos que bordeaban los terrenos de la mansión.
Perséfone necesitaba huir, alejarse de todos y de todo, no soportaba un minuto más estar allí. Miró hacia delante y contempló la calle principal. Sin pensárselo si quiera, anduvo hacia ella. No tenía un rumbo fijo, simplemente la idea de la distancia.
Mientras andaba por la calle principal mezclándose entre la gente, miró hacia atrás y vio que uno de los guardias de su mansión la seguía. Ante esto, Perséfone caminó más deprisa con la intención de despistarlo y que la dejase tranquila. Se mezcló aún más entre la multitud y decidió abandonar la calle principal por la próxima callejuela que se le presentase.
Hacia mitad de la calle, acaecía un gran tumulto. Al parecer, un ladronzuelo había robado algún objeto de valor del museo dedicado al antiguo gobernador David, provocando un gran revuelo en el que se destacaba varios cristales rotos, antigüedades por los suelos y varios desmayos. Perséfone, que no se había dado cuenta del barullo, ocupada en despistar al guardia, atravesó a aquel torbellino de personas entre empujones, codazos y tirones de pelo. Recibió un empujón especialmente fuerte que casi la hace caer de no haberse agarrado a una pequeña cuerdecita que colgaba del cuello de alguien. Tras tortuosos intentos, logró atravesar el tumulto y, para su sorpresa, despistar al guardia.  Sin más dilación, corrió hacia una callejuela que había a la derecha y salió de la calle principal.
Mientras caminaba deprisa por la solitaria callejuela, oyó pasos a sus espaldas. Vio tras ella a un joven de pelo rizado y despeinado, vestido con un chaleco de tela desgastada y unos pantalones cortos sujetos a la cintura con una cuerda e igual de desgastados que el chaleco.
-Al parecer los dos intentamos escapar de algo-le dijo algo agitado a la vez que caminaba intentado sujetar el pergamino que llevaba en la mano con la cuerda del pantalón.
-Sí, más o menos-le contestó por educación.
Justo en ese momento, el guardia que la seguía apareció en la otra punta de la callejuela, por donde habían entrado Perséfone y el muchacho.
 -Oh, no-dijo Perséfone
-Tranquila, te ayudaré- le dijo rápidamente el muchacho mientras la agarraba velozmente de la mano y tiraba de ella hacia el otro extremo del callejón.
Ambos salieron a correr hacia el final de la callejuela, la cual desembocaba en el siempre abarrotado puerto. Perséfone siguió al muchacho sin saber muy bien por qué, quizás porque los dos huían de algo y tenía la esperanza de que aquel muchacho conociera un buen escondite.
Sin embargo, aquel hombre la guió hasta un barco con velas de color amarillo y madera oscurecida. Estaba algo apartado del resto de los barcos, además, en lugar de estar atracado en paralelo al muelle, lo estaba con la proa mirando hacia el gigantesco mar, como si estuviese deseoso de partir. El muchacho le soltó la mano, se metió los dedos, índice y pulgar, en la boca y chifló.
-¡Eh! ¡Bajad la escala!-gritó al barco y después, se dirigió a Perséfone:-Dentro ya no nos encontrará.
-Pegaso-leyó Perséfone en un lado del barco y luego preguntó confundida señalándolo:- Pero… ¿lo conoce?
-Claro-le confirmó dirigiéndole una mirada de confianza.
Desde la toldilla del barco cayó una escala hasta el suelo.
-Vamos-dijo el muchacho que había empezado a subir.
Perséfone miró hacia atrás un segundo, indecisa, y luego se dispuso a subir por la escala. Cuando fue agarrarse a ella se dio cuenta de que en su mano había una cuerdecita de la que colgaba una nuez, debía de haberla cogido sin querer durante el barullo de antes. Se la ató al cuello rápidamente, quizás le diera suerte, y subió por la escala.
Al llegar a la cima, el muchacho la ayudó a pasar a la toldilla del barco. Cuando sus pies tocaron el suelo del barco, el muchacho la dejó y se giró hacia los hombres que no paraban de moverse de un lado a otro de la cubierta.
-¡Deprisa, piratillas! Pongamos esta maravilla en marcha o nos cogerán-les gritó el muchacho a los hombres y después se volvió para recoger la escala
Perséfone no estaba segura de haber oído bien ¿Aquel muchacho había dicho “piratillas”? No podía creerlo. ¡Estaba en un barco pirata! ¿Pero que había hecho?



Más en el siguiente capítulo.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos

lunes, 13 de enero de 2014

LEYENDA


¡Hola!
Por fin mediante medios que ni yo misma sé como he logrados hacer, he podido subir el booktrailer de "Pegaso" que hice yo misma para la presentación del libro. Aquí os lo dejo, espero que os guste ( si no lo veis, por favor, decídmelo mediante un comentario) 

Además, quería arriesgarme un poco y mostrar parte del libro. Os dejo la leyenda que hay al principio, al comienzo de la historia que incita a la búsqueda de la aventura.

“Tiempo atrás, los mares conocieron al pirata más famoso y temido de todos los tiempos. Cuentan las historias, que provenía de la selva de la India donde aprendió a luchar magistralmente con la espada y desde donde partió a la piratería. Sus batallas en el mar fueron numerosas, y de ellas adquiría  grandes y valiosos tesoros.
Gracias a su fiel tripulación y a su famosa carabela Orión, llegó a acumular una gran cuantía de joyas y monedas de oro. Su tesoro era de tal tamaño y valor que no podía ser ocultado en Orión, así que lo guardó en algún remoto lugar de tierra firme. Nunca reveló donde, ni si quiera a sus camaradas.
Un día, aquel pirata, su barco y su tripulación, desaparecieron de la mar. Las aguas dejaron de ondear a su paso. Nadie supo nunca que ocurrió. Pero todos anhelaron saber donde yacía el tesoro de Dybá.”



Aquí el enlace del booktrailer, solo tenéis que "clicar" encima de la frase que aparece debajo (Booktrailer de Pegaso) y saldrá (o eso espero)

Booktrailer de Pegaso


Nada más por hoy. 
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

jueves, 9 de enero de 2014

CANCIÓN PIRATA


¡Hola!

Las navidades ya han terminado, y comienza un nuevo año lleno de oportunidades, alegrías y sueños.
Espero que os hayan traído buenos regalos, a mí me gustan muchos los míos: son libros (el nuevo de Dianne Setterfield y "El canto del cuco" de J.K. Rowling)
No sé si lo sabréis pero es el bicentenario de una de mis escritoras favoritas, Jane Austen, os recomiendo todos sus libros.

"Pegaso" está igual de magnífico, tengo la pequeña esperanza de alcanzar la segunda edición, si lo consiguiera sería como llegar a las estrellas.  De momento, me gustaría presentarme algún certamen literario pero no sé muy bien a cual y además tienen demasiadas restricciones.  ¿Me podríais aconsejar alguno por comentarios?

Por ahora sigo intentando remar y navegar con "Pegaso" mediante este humilde blog. Para agradeceros tantas visitas y buenos comentarios acerca de "Pegaso", por eso os dejo datos reveladores del libro.

¿Habéis intentado alguna vez inventaros una canción pirata? Yo sí y fue bastante divertido. Necesitaba que los piratas demostraran a Perséfone que una se podía divertir con una baile, además de mostrarle lo alocados, bromistas y libres que eran aquella tripulación. Por ello, decidí inventarme una canción. Cuando empecé a crear la letra no sabía muy bien con que música la estaba acompañando, más tarde comprendí (riéndome por dentro) que la entonaba al estilo de la sintonía de unos dibujitos que veía de pequeña, que algunos conoceréis, llamados "Popeye".  Al principio, no estaba muy segura de la canción, pero tras cantársela (algo desesperada) a uno de mis sobrinos para que dejara de llorar, me gustó.
Aquí os dejo la letra, para los que aún no hayais podido leer "Pegaso" (por cierto, ¿a que esperáis para leerlo?)
-Pirata soy
Surcando lo mares voy
Es libertad lo que quiero
Por eso no soy marinero

Pirata soy
Surcando los mares voy
El ron me encanta, es mi pasión
Por eso lo bebo a borbotón

Pirata soy
Surcando los mares voy
Esta es la vida que elegí

¡Por eso me gusta a mí!

Espero que os haya gustado. Para la próxima estoy pensando en escribir algo un poco más arriesgado y revelador para que podáis disfrutar de "Pegaso" de manera más sencilla.

Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.