¡Hola!
Continúa la aventura. Alejandro y Perséfone parecen más unidos...
9
CHOQUE
DE ESPADAS
Todos se encontraban en el barco
celebrando la hazaña. Hacía ya varias horas que se habían ido de Granada y estaban en mar abierto. Tras contarle al resto de la tripulación sus pequeñas aventuras,
Cortés había vuelto a sacar su vihuela y la tocaba haciendo que el ambiente
fuese más risueño.
-Entonces, Per debería hacerse
pirata-opinó Amarillo. Alejandro les había contado que ella había cogido la
llave y tirado la gran campana.
-Sí, y su nombre sería…Campana Rota-dijo
Dragón riendo
-O Per-Tolón-sugirió Alejandro también
riendo
Perséfone también se reía de las
ocurrencias de los piratas. Todos se habían alegrado mucho de verla, pues
creían que se quedaría en Granada.
-¿Y
qué rumbo seguimos ahora, capitán?-preguntó Profundo
-Pues el siguiente párrafo del poema
mencionaba a Grecia. Tomaremos rumbo hacia allí-explicó Alejandro
-En Grecia ya estuvimos un par de veces,
¿verdad?-dijo Sacul
-Allí es donde está esa especie de cueva
en la que podíamos ocultar el barco –confirmó Ocho-¿Grecia está cerca de Turquía?
-Sí, más o menos-respondió Barriga de
Oso suspirando.
Se creó un silencio algo tenso entre los
piratas, roto únicamente por el sonido de la vihuela, Perséfone no entendía por
qué. Alejandro se levantó del suelo dando una palmada
-Bueno, ya hablaremos de esto mañana
cuando descifremos el siguiente paso del poema-dijo Alejandro- Ahora toca beber
un vaso de cerveza y trasnochar.
Perséfone se alejó de los piratas y se
dirigió, una vez más, a la barandilla para observar el oscuro mar. Sacul la
siguió. Era con el pirata que más amistad había trabado, además de con
Alejandro, aunque al principio se había mostrado poco confiada, durante sus
últimas conversaciones con él se dio cuenta de que era una persona muy
divertida y agradable. La verdad era que, en los últimos días, sus amigos
piratas habían aumentado.
-A mi me ha encantado que volvieras,
Per-le dijo Sacul mientras el resto bailaba, bebía e iba de un lado a otro.
-Gracias, yo también estoy feliz de
estar aquí- dijo Perséfone. Lo cierto es que se alegraba mucho de verlos a
todos, más de lo que se había imaginado. Apenas pensaba en otro sitio donde
quedarse.-Veo que tienes algo nuevo en tu vestimenta
-¿Esto?-preguntó Sacul señalando una
rosa que tenía en el bolsillo de su camisa desgastada- Me lo regaló una bonita
chica de Granada. Nunca olvidaré esos…ojos.
-Ya…-dijo Perséfone sonriendo. Barriga
de Oso tenía razón, Sacul era un galán y un pícaro. Además, era el único de los
piratas que vestía bien y era bastante atractivo. Luego, Perséfone añadió
bromeando:- A mi me prometiste las estrellas.
-Tú sigues siendo mí chica preferida,
Per- le dijo Sacul siguiendo la broma y riendo.
Sacul
se fue de su lado para unirse a Cortés en la fiesta donde sólo quedaban
unos pocos bailando, jugando a las cartas o durmiendo en el suelo agarrados a
las botellas de ron. Perséfone sonrió mientras miraba de nuevo hacia el mar.
-Parece que te llevas muy bien con Sacul,
¿eh?-dijo Alejandro apareciendo junto a ella y sentándose en la barandilla.
-Sólo somos buenos amigos-le aclaró
Perséfone
-Claro…Amigos…
-Sólo bromeábamos
-Ya…
-Bonito colgante-le dijo Perséfone
señalando la llave que tenía en el cuello.
-Sí, he pensado que es mejor no dejarla
por ahí-le explicó Alejandro- Así no la perderé.
-Buena idea
-Quería enseñarte una cosa-le dijo
Alejandro- Ven, sígueme.
Perséfone lo siguió hasta la toldilla
con curiosidad. Alejandro se tumbó en el suelo e indicó a Perséfone que se
tumbara a su lado. Cuando Perséfone se tumbó extrañada, Alejandro dijo:
-¿A que se ven más bonitas que en aquel
bosque?
Perséfone miró hacia el cielo y lo vio
iluminado de estrellas. Había miles y miles, imposibles de contar. Todas brillaban
muchísimo, casi tanto como la luna. Nunca había visto nada igual. Ningún árbol
ni luz ni edificio estorbaba su visión. El sonido del agua y el mecer de las
olas hacían agradable el estar allí. Alejandro sí que le ofrecía las estrellas,
pensó Perséfone sonriendo.
-Sí, es precioso
-Lo sé, a mi me gusta mucho verlas-dijo
Alejandro colocando los brazos debajo de la cabeza
-Normal…Oye, ¿qué le dijiste a aquel
guarda para que nos dejara pasear por el jardín?
-Eh…pues…mejor no te lo cuento.
-Vamos, cuéntamelo-insistió Perséfone-
Ahora me dejarás pensando en ello todo el rato, y no puedo vivir tranquila pensando
en algo determinado todo el tiempo
-Está bien-aceptó Alejandro sonriendo- Le
dije que quería pasear contigo por ahí porque te encantaban los jardines y la Alhambra,
y le dije que quería aprovechar eso para…para
seducirte y…besarte.
-¿Qué?
-Sí, bueno a él se lo dije con otras
palabras…no me hagas repetirlas
-Y encima se quedó a mirar-se indignó
Perséfone- Que grosero…
-Eso mismo opiné yo-dijo Alejandro- Por
eso pensé que si le saludaba, se cortaría y se iría.
-¿Y si no se hubiese ido?
-Pues te hubiera besado para que se
fuese tranquilo el hombre-respondió Alejandro con naturalidad. Al ver que
Perséfone abría la boca sorprendida dijo riendo:- Es broma. ¿Ves como eres
graciosa?
-Sí, tú también
Se quedaron un rato allí tumbados
mirando las estrellas. Perséfone rompió el silencio.
-¿Sabes? La próxima vez quisiera
defenderme yo. Podrías enseñarme a manejar la espada-comentó Perséfone.
-¿Qué te enseñe a manejar la espada?-se
sorprendió Alejandro
-Sí, me gustaría aprender. Ser una
espadachina. -respondió Perséfone-. Además, no siempre podrás estar allí para
ayudarme
-Siempre voy a estar allí para ayudarte-corrigió
Alejandro
-Eso no lo sabes-le discutió Perséfone, incorporándose
-Sí lo sé-replicó Alejandro también
sentándose
-Quiero que me enseñes a manejar la
espada-le casi ordenó Perséfone alzando la voz y poniéndose de pie.
-Como quieras, pero te seguiré ayudando
igualmente-le dijo Alejandro también levantándose y elevando el tono.
-Muy bien. Pero cuando maneje la espada
veremos quién ayuda a quien-dijo Perséfone en tono de burla
-Vale-repuso Alejandro con sorna encogiéndose
de hombros.
-Me voy a dormir-dijo Perséfone algo
molesta, dándose la vuelta para bajar de la toldilla
-¡Per!-la llamó Alejandro cuando ya
había terminado de bajar las escaleras- Buenas noches
Y acto seguido le mandó un beso en el
aire y después se rió. Perséfone sacudió la cabeza y entró en el camarote, pero
al cerrar la puerta sonrió para sí.
A la mañana siguiente, Perséfone se
despertó más tarde que de costumbre, cosa que le señaló Dragón al verla
aparecer en cubierta.
-Por cierto, Alejandro quería que
empezarás a leer el segundo trozo del poema-dijo Dragón
-¿Dónde está?-preguntó Perséfone viendo
que al timón estaba Ocho
-En la bodega, ahora viene-respondió Amarillo
que estaba al lado de Dragón
Perséfone observó que en la cubierta
dormían algunos piratas desparramados. Cerca de ella, Cortés se despertaba aún
con la vihuela en la mano.
-Buenos días a todos-dijo Cortés a la
vez que bostezaba- ¿Qué pasa?
-Voy a leer el poema-le explicó
Perséfone
-Ah, es cierto. Continua la aventura,
¿eh?-dijo Cortés levantándose del suelo. Luego, se volvió hacia Sacul y le dio
una suave patada.- Sacul, despierta. Vamos a leer el poema. Despertemos también
al resto, ¿no?
Mientras despertaban a los demás,
Alejandro apareció por la puerta de la bodega con un saco de frutas.
-El desayuno-dijo Alejandro soltando la
bolsa en el suelo- ¡Per! ¡Te despertaste!
-Tampoco he dormido tanto-dijo Perséfone
mordiendo una pera.
-En fin, leamos el poema
Alejandro se volvió a quitar la nuez del
cuello y desató la cuerda que mantenía unida las dos mitades. Perséfone cogió
los dos papeles que había en su interior, los desplegó y leyó el segundo
párrafo del poema.
Mi siguiente viaje a Grecia fue
A la diosa de Atenas visité
Pues ella me invitó a alimentar
A sus centauros de manera singular
-Bien, está claro que debemos ir a
Grecia-dijo Perséfone- Y supongo que, cuando habla de visitar a la diosa de
Atenas, no lo dice de manera literal. Será algún sitio de Atenas relacionado
con la diosa Atenea.
-¿La diosa Atenea? ¿Cómo sabes que la
diosa de Atenas es Atenea?-le preguntó Barriga de Oso- Aunque el nombre de la
diosa no es muy original, ¿verdad?
-Ya os dije que mi nombre es de origen griego.
Lo es porque mi madre le encanta Grecia, ella nació allí. De niña me contaba
cuentos griegos y en ellos aparecían todos los dioses-les explicó Perséfone.
-Que madre más buena, ¿no? Mi madre no
me leía cuentos, me mandaba a la cama sin más-contó Pies Largos.
-Sí, lo es-dijo Perséfone forzando una
sonrisa. Mencionar a su madre le había hecho sentirse triste.
-Entonces, debemos ir a Atenas y buscar
algo de la diosa Atenea-resumió Alejandro
-Supongo que será su templo. Al decir
visitar, da entender que va a un lugar, a la casa de la diosa-le explicó
Perséfone algo distraída.
-¿Y los centauros? ¿Como los ha podido
alimentar si no existen?–se preguntó Profundo que por fin había bajado de la
cofa-Tengo entendido que son fantaseados.
-Pues no sé…La segunda parte en el
papel de los símbolos corresponde a una flecha-dijo Perséfone- Tal vez de
alguna explicación.
Al observar que la flecha iba hacia
abajo, miró el segundo párrafo del poema de arriba a abajo. De pronto, se dio
cuenta que la primera columna de letras formaba una palabra: mapa. Miró en las
demás columnas y comprobó que no se formaban más palabras.
-Siguiendo la flecha construyes la
palabra mapa-les comunicó Perséfone, señalando el poema- Es decir, que buscamos el mapa del tesoro
en Grecia, quizás en el templo de Atenea.
-Muy bien. Pero, ¿y los
centauros?-preguntó Alejandro
-No sé, será una palabra que haya en el
templo o un dibujo de un centauro. Lo veremos cuando estemos allí-le dijo Perséfone-
Lo importante es que será fácil entrar si se trata de su templo. Los templos
están abiertos a todos, ¿no?.
-Genial, pues pongámonos en
marcha-ordenó Alejandro cogiendo los papeles de las manos de Perséfone-.
Gracias, Per.
Alejandro se fue a las escaleras de la
toldilla para guardar los papeles en la nuez y poder volver a unirla. Los
piratas se dispersaron por la cubierta, unos para comprobar los cabos y las velas,
otros fueron a la bodega, Profundo a la cofa del vigía y Dragón se puso fregar
la cubierta.
Perséfone, en cambio, se fue al castillo
de proa algo triste. Mencionar a su madre había hecho que se sintiese mal.
Seguro que ella la echaba mucho de menos y estaría triste, tan triste que había
dispersado su búsqueda por toda la península.
-Hola
Perséfone se sobresaltó y miró a
Alejandro quien había parecido tras ella.
-Me sigues a todos lados, ¿no?-dijo
Perséfone alzando una ceja
-No, es que el barco es pequeño y
coincidimos-respondió Alejandro inocentemente- Además, quería comprobar si estabas bien.
-Claro que estoy bien-repuso Perséfone
encogiéndose de hombros- ¿Por qué debería estar mal?
-Porque siempre que subes aquí es que
estás triste o preocupada-contestó Alejandro.
-No,
no estoy triste-dijo Perséfone, pero como Alejandro la seguía mirando con los
ojos entrecerrados, continuó:- Tal vez, esté un poco triste…Es que siento que
me he portado mal con mi madre, con mis padres, al marcharme.
-Ah…La culpa es mía por subirte al
barco-dijo Alejandro cabizbajo
-No, aunque no me hubiese subido…no
hubiera vuelto a casa. Habría sido una mala hija de todos modos-le explicó Perséfone
y luego, cambiando de tema, añadió:-Pero no te preocupes, ya no estoy triste.
-Genial-dijo Alejandro más alegre- De
todas formas, sé como alegrarte el día.
Alejandro bajó del castillo de proa y se
dirigió hacia su camarote. Tras varios segundos, volvió salir con dos espadas
en cada mano. Perséfone, al verlo, bajó rápidamente del castillo de proa con
una sonrisa.
-Puedes coger una-le dijo Alejandro
cuando estuvo a su lado
-¡Qué bien!-dijo Perséfone cogiendo la
espada que le ofrecía Alejandro-. ¿Y ahora qué?
-Ahora nos debemos poner uno frente al
otro-respondió Alejandro mientras se movía por la cubierta para tener más
espacio- Bien, primero posición de guardia. Debes separar las piernas y
adelantar la pierna correspondiente a la mano en la que tienes la espada. La
espada debe de estar paralela al suelo y apuntando hacia el adversario. El
brazo sin espada no lo dejes caído. Levántalo un poco, algo doblado.
Mientras le explicaba todo esto, Alejandro
iba colocando él mismo los brazos de Perséfone y la espada que sostenía en la
mano.
-Así está bien-le dijo Alejandro y
volvió a alejarse un poco de Perséfone para ponerse delante de ella. Con una elegante sonrisa, añadió:-Comencemos.
Alejandro enseñó a Perséfone como
atacar, como defenderse y como contraatacar. Algunos miembros de la tripulación
los rodearon para observarles y también daban consejos a Perséfone, incluso se
ofrecían como pareja para practicar. Pararon un momento para comer pero, después, Perséfone fue hasta la
toldilla donde estaba Alejandro.
-Te reto a un duelo-le dijo Perséfone
fingiendo una voz ronca y apuntándole con la espada.
-Sabía que me lo pedirías-aceptóAlejandro
cogiendo su espada, la cual la tenía al lado del timón.
Alejandro y Perséfone se pusieron a
combatir no muy seriamente. A veces hacían movimientos exagerados o fingían
haber sido heridos gravemente tirándose en el suelo, incluso combatieron a
cámara lenta. Hasta que, en uno de esos movimientos espadachines, sus espadas
se cruzaron formando una equis, quedando el uno muy cerca del otro. Podían
observar sus caras por medio del hueco de arriba de la equis creada por las
espadas.
-Empate-dijo Alejandro sonriendo
Perséfone rió levemente mientras miraba
a Alejandro. Se quedaron unos segundos sin hacer nada, simplemente mirándose a
los ojos. Unos segundos que parecían detener maravillosamente el tiempo volviendo
el ambiente agradable y mágico a la vez. De repente, aquel bonito momento despareció
al igual que una pompa de jabón. El Plumas había aparecido junto a Pies Largos
a las escaleras de la toldilla y se habían abalanzado contra un pájaro de color
azul.
-¿Qué hacéis?-preguntaron a la vez
Perséfone y Alejandro mientras se separaban rápidamente.
-¡Sigue ahí, Plumas! ¡Ahí!-indicó en voz
baja Pies Largos, señalando el pájaro que se había posado sobre el timón tras
el imprevisto ataque.
-Yo me encargó-dijo El Plumas caminado
muy despacio hacia el pájaro con una red en las manos
-No le hagas eso-le pidió Perséfone- Le
harás daño.
El Plumas la ignoró y se abalanzó de
nuevo contra el pájaro. Éste pió muy fuerte y revoloteó hacia la cubierta para
posarse sobre el cañón.
-Voy a por él-dijo El Plumas ilusionado
pero Perséfone lo detuvo.
-Espera, podrías hacerle daño así-le dijo
Perséfone-Matarlo, incluso.
-No sería el primero-señaló Alejandro.
-¿Qué?-se indignó Perséfone- ¿Matas a
los pájaros para conseguir las plumas?
-A veces…-confesó El Plumas algo
arrepentido.
-Eso está mal. No se debe hacer daño a
los animales, ¿sabes? Y menos por una tontería-le regañó Perséfone- Deberías
intentar conseguirlas de otra manera.
-No es una tontería-negó El Plumas algo
molesto- Además, ¿de qué otra manera podría conseguirlas?
-Pues atrayéndolo hacia ti con comida,
por ejemplo-le sugirió Perséfone tras reflexionar un momento- Y cuando este lo
suficientemente cerca, lo coges y le quitas una pluma.
El Plumas y Pies Largos se miraron
dudando de lo que les decía Perséfone, después miraron a Alejandro.
-Por probar-les dijo Alejandro- Pero no
gastéis mucha comida, con una manzana bastará.
-Os ayudo-se ofreció Perséfone
ilusionada a El Plumas y Pies Largos
Tras varios intentos lograron que el
pájaro aceptara la comida que le echaban en el suelo y, más tarde, el plan de
Perséfone dio resultado. El Plumas logró su ansiada pluma tras un fuerte
graznido del pájaro y un grito ahogado de Perséfone.
Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.
Holaaa, me gusta mucho Pegaso pero podrias subir otro tipo de entradas para las personas que ya lo hemos leido?Besos
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarGracias por leer Pegaso
Y sí, intento escribir entradas variadas, de hecho, eso intento entre capítulo y capítulo. Espero que te guste la que publicaré próximamente.
Y mil gracias por comentar, es bueno saber que alguien te lee y te responde
:)