lunes, 17 de noviembre de 2014

CAPITULO 9


¡Hola!
Continúa la aventura. Alejandro y Perséfone parecen más unidos...



9

CHOQUE DE ESPADAS

Todos se encontraban en el barco celebrando la hazaña. Hacía ya varias horas que se habían ido de Granada y estaban en mar abierto. Tras contarle al resto de la tripulación sus pequeñas aventuras, Cortés había vuelto a sacar su vihuela y la tocaba haciendo que el ambiente fuese más risueño.
-Entonces, Per debería hacerse pirata-opinó Amarillo. Alejandro les había contado que ella había cogido la llave y tirado la gran campana.
-Sí, y su nombre sería…Campana Rota-dijo Dragón riendo
-O Per-Tolón-sugirió Alejandro también riendo
Perséfone también se reía de las ocurrencias de los piratas. Todos se habían alegrado mucho de verla, pues creían que se quedaría en Granada.
 -¿Y qué rumbo seguimos ahora, capitán?-preguntó Profundo
-Pues el siguiente párrafo del poema mencionaba a Grecia. Tomaremos rumbo hacia allí-explicó Alejandro
-En Grecia ya estuvimos un par de veces, ¿verdad?-dijo Sacul
-Allí es donde está esa especie de cueva en la que podíamos ocultar el barco –confirmó Ocho-¿Grecia está cerca de Turquía?
-Sí, más o menos-respondió Barriga de Oso suspirando.
Se creó un silencio algo tenso entre los piratas, roto únicamente por el sonido de la vihuela, Perséfone no entendía por qué. Alejandro se levantó del suelo dando una palmada
-Bueno, ya hablaremos de esto mañana cuando descifremos el siguiente paso del poema-dijo Alejandro- Ahora toca beber un vaso de cerveza y trasnochar.
Perséfone se alejó de los piratas y se dirigió, una vez más, a la barandilla para observar el oscuro mar. Sacul la siguió. Era con el pirata que más amistad había trabado, además de con Alejandro, aunque al principio se había mostrado poco confiada, durante sus últimas conversaciones con él se dio cuenta de que era una persona muy divertida y agradable. La verdad era que, en los últimos días, sus amigos piratas habían aumentado.
-A mi me ha encantado que volvieras, Per-le dijo Sacul mientras el resto bailaba, bebía e iba de un lado a otro.
-Gracias, yo también estoy feliz de estar aquí- dijo Perséfone. Lo cierto es que se alegraba mucho de verlos a todos, más de lo que se había imaginado. Apenas pensaba en otro sitio donde quedarse.-Veo que tienes algo nuevo en tu vestimenta
-¿Esto?-preguntó Sacul señalando una rosa que tenía en el bolsillo de su camisa desgastada- Me lo regaló una bonita chica de Granada. Nunca olvidaré esos…ojos.
-Ya…-dijo Perséfone sonriendo. Barriga de Oso tenía razón, Sacul era un galán y un pícaro. Además, era el único de los piratas que vestía bien y era bastante atractivo. Luego, Perséfone añadió bromeando:- A mi me prometiste las estrellas.
-Tú sigues siendo mí chica preferida, Per- le dijo Sacul siguiendo la broma y riendo.
Sacul  se fue de su lado para unirse a Cortés en la fiesta donde sólo quedaban unos pocos bailando, jugando a las cartas o durmiendo en el suelo agarrados a las botellas de ron. Perséfone sonrió mientras miraba de nuevo hacia el mar.
-Parece que te llevas muy bien con Sacul, ¿eh?-dijo Alejandro apareciendo junto a ella y sentándose en la barandilla.
-Sólo somos buenos amigos-le aclaró Perséfone
-Claro…Amigos…
-Sólo bromeábamos
-Ya…
-Bonito colgante-le dijo Perséfone señalando la llave que tenía en el cuello.
-Sí, he pensado que es mejor no dejarla por ahí-le explicó Alejandro- Así no la perderé.
-Buena idea
-Quería enseñarte una cosa-le dijo Alejandro- Ven, sígueme.
Perséfone lo siguió hasta la toldilla con curiosidad. Alejandro se tumbó en el suelo e indicó a Perséfone que se tumbara a su lado. Cuando Perséfone se tumbó extrañada, Alejandro dijo:
-¿A que se ven más bonitas que en aquel bosque?
Perséfone miró hacia el cielo y lo vio iluminado de estrellas. Había miles y miles, imposibles de contar. Todas brillaban muchísimo, casi tanto como la luna. Nunca había visto nada igual. Ningún árbol ni luz ni edificio estorbaba su visión. El sonido del agua y el mecer de las olas hacían agradable el estar allí. Alejandro sí que le ofrecía las estrellas, pensó Perséfone sonriendo.
-Sí, es precioso
-Lo sé, a mi me gusta mucho verlas-dijo Alejandro colocando los brazos debajo de la cabeza
-Normal…Oye, ¿qué le dijiste a aquel guarda para que nos dejara pasear por el jardín?
-Eh…pues…mejor no te lo cuento.
-Vamos, cuéntamelo-insistió Perséfone- Ahora me dejarás pensando en ello todo el rato, y no puedo vivir tranquila pensando en algo determinado todo el tiempo
-Está bien-aceptó Alejandro sonriendo- Le dije que quería pasear contigo por ahí porque te encantaban los jardines y la Alhambra, y le dije que quería aprovechar eso para…para  seducirte y…besarte.
-¿Qué?
-Sí, bueno a él se lo dije con otras palabras…no me hagas repetirlas
-Y encima se quedó a mirar-se indignó Perséfone- Que grosero…
-Eso mismo opiné yo-dijo Alejandro- Por eso pensé que si le saludaba, se cortaría y se iría.
-¿Y si no se hubiese ido?
-Pues te hubiera besado para que se fuese tranquilo el hombre-respondió Alejandro con naturalidad. Al ver que Perséfone abría la boca sorprendida dijo riendo:- Es broma. ¿Ves como eres graciosa?
-Sí, tú también
Se quedaron un rato allí tumbados mirando las estrellas. Perséfone rompió el silencio.
-¿Sabes? La próxima vez quisiera defenderme yo. Podrías enseñarme a manejar la espada-comentó Perséfone.
-¿Qué te enseñe a manejar la espada?-se sorprendió Alejandro
-Sí, me gustaría aprender. Ser una espadachina. -respondió Perséfone-. Además, no siempre podrás estar allí para ayudarme
-Siempre voy a estar allí para ayudarte-corrigió Alejandro
-Eso no lo sabes-le discutió Perséfone, incorporándose
-Sí lo sé-replicó Alejandro también sentándose
-Quiero que me enseñes a manejar la espada-le casi ordenó Perséfone alzando la voz y poniéndose de pie.
-Como quieras, pero te seguiré ayudando igualmente-le dijo Alejandro también levantándose y elevando el tono.
-Muy bien. Pero cuando maneje la espada veremos quién ayuda a quien-dijo Perséfone en tono de burla
-Vale-repuso Alejandro con sorna encogiéndose de hombros.
-Me voy a dormir-dijo Perséfone algo molesta, dándose la vuelta para bajar de la toldilla
-¡Per!-la llamó Alejandro cuando ya había terminado de bajar las escaleras- Buenas noches
Y acto seguido le mandó un beso en el aire y después se rió. Perséfone sacudió la cabeza y entró en el camarote, pero al cerrar la puerta sonrió para sí.

A la mañana siguiente, Perséfone se despertó más tarde que de costumbre, cosa que le señaló Dragón al verla aparecer en cubierta.
-Por cierto, Alejandro quería que empezarás a leer el segundo trozo del poema-dijo Dragón
-¿Dónde está?-preguntó Perséfone viendo que al timón estaba Ocho
-En la bodega, ahora viene-respondió Amarillo que estaba al lado de Dragón
Perséfone observó que en la cubierta dormían algunos piratas desparramados. Cerca de ella, Cortés se despertaba aún con la vihuela en la mano.
-Buenos días a todos-dijo Cortés a la vez que bostezaba- ¿Qué pasa?
-Voy a leer el poema-le explicó Perséfone
-Ah, es cierto. Continua la aventura, ¿eh?-dijo Cortés levantándose del suelo. Luego, se volvió hacia Sacul y le dio una suave patada.- Sacul, despierta. Vamos a leer el poema. Despertemos también al resto, ¿no?
Mientras despertaban a los demás, Alejandro apareció por la puerta de la bodega con un saco de frutas.
-El desayuno-dijo Alejandro soltando la bolsa en el suelo- ¡Per! ¡Te despertaste!
-Tampoco he dormido tanto-dijo Perséfone mordiendo una pera.
-En fin, leamos el poema
Alejandro se volvió a quitar la nuez del cuello y desató la cuerda que mantenía unida las dos mitades. Perséfone cogió los dos papeles que había en su interior, los desplegó y leyó el segundo párrafo del poema.

Mi siguiente viaje a Grecia fue
A la diosa de Atenas visité
Pues ella me invitó a alimentar
A sus centauros de manera singular

-Bien, está claro que debemos ir a Grecia-dijo Perséfone- Y supongo que, cuando habla de visitar a la diosa de Atenas, no lo dice de manera literal. Será algún sitio de Atenas relacionado con la diosa Atenea.
-¿La diosa Atenea? ¿Cómo sabes que la diosa de Atenas es Atenea?-le preguntó Barriga de Oso- Aunque el nombre de la diosa no es muy original, ¿verdad?
 -Ya os dije que mi nombre es de origen griego. Lo es porque mi madre le encanta Grecia, ella nació allí. De niña me contaba cuentos griegos y en ellos aparecían todos los dioses-les explicó Perséfone.
-Que madre más buena, ¿no? Mi madre no me leía cuentos, me mandaba a la cama sin más-contó Pies Largos.
-Sí, lo es-dijo Perséfone forzando una sonrisa. Mencionar a su madre le había hecho sentirse triste.
-Entonces, debemos ir a Atenas y buscar algo de la diosa Atenea-resumió Alejandro
-Supongo que será su templo. Al decir visitar, da entender que va a un lugar, a la casa de la diosa-le explicó Perséfone algo distraída.
-¿Y los centauros? ¿Como los ha podido alimentar si no existen?–se preguntó Profundo que por fin había bajado de la cofa-Tengo entendido que son fantaseados.
-Pues no sé…La segunda parte en el papel de los símbolos corresponde a una flecha-dijo Perséfone- Tal vez de alguna explicación.
Al observar que la flecha iba hacia abajo, miró el segundo párrafo del poema de arriba a abajo. De pronto, se dio cuenta que la primera columna de letras formaba una palabra: mapa. Miró en las demás columnas y comprobó que no se formaban  más palabras.
-Siguiendo la flecha construyes la palabra mapa-les comunicó Perséfone, señalando el poema- Es decir, que buscamos el mapa del tesoro en Grecia, quizás en el templo de Atenea.
-Muy bien. Pero, ¿y los centauros?-preguntó Alejandro
-No sé, será una palabra que haya en el templo o un dibujo de un centauro. Lo veremos cuando estemos allí-le dijo Perséfone- Lo importante es que será fácil entrar si se trata de su templo. Los templos están abiertos a todos, ¿no?.
-Genial, pues pongámonos en marcha-ordenó Alejandro cogiendo los papeles de las manos de Perséfone-. Gracias, Per.
Alejandro se fue a las escaleras de la toldilla para guardar los papeles en la nuez y poder volver a unirla. Los piratas se dispersaron por la cubierta, unos para comprobar los cabos y las velas, otros fueron a la bodega, Profundo a la cofa del vigía y Dragón se puso fregar la cubierta.
Perséfone, en cambio, se fue al castillo de proa algo triste. Mencionar a su madre había hecho que se sintiese mal. Seguro que ella la echaba mucho de menos y estaría triste, tan triste que había dispersado su búsqueda por toda la península.
-Hola
Perséfone se sobresaltó y miró a Alejandro quien había parecido tras ella.
-Me sigues a todos lados, ¿no?-dijo Perséfone alzando una ceja
-No, es que el barco es pequeño y coincidimos-respondió Alejandro inocentemente- Además, quería comprobar si estabas bien.
-Claro que estoy bien-repuso Perséfone encogiéndose de hombros- ¿Por qué debería estar mal?
-Porque siempre que subes aquí es que estás triste o preocupada-contestó Alejandro.
 -No, no estoy triste-dijo Perséfone, pero como Alejandro la seguía mirando con los ojos entrecerrados, continuó:- Tal vez, esté un poco triste…Es que siento que me he portado mal con mi madre, con mis padres, al marcharme.
-Ah…La culpa es mía por subirte al barco-dijo Alejandro cabizbajo
-No, aunque no me hubiese subido…no hubiera vuelto a casa. Habría sido una mala hija de todos modos-le explicó Perséfone y luego, cambiando de tema, añadió:-Pero no te preocupes, ya no estoy triste.
-Genial-dijo Alejandro más alegre- De todas formas, sé como alegrarte el día.
Alejandro bajó del castillo de proa y se dirigió hacia su camarote. Tras varios segundos, volvió salir con dos espadas en cada mano. Perséfone, al verlo, bajó rápidamente del castillo de proa con una sonrisa.
-Puedes coger una-le dijo Alejandro cuando estuvo a su lado
-¡Qué bien!-dijo Perséfone cogiendo la espada que le ofrecía Alejandro-. ¿Y ahora qué?
-Ahora nos debemos poner uno frente al otro-respondió Alejandro mientras se movía por la cubierta para tener más espacio- Bien, primero posición de guardia. Debes separar las piernas y adelantar la pierna correspondiente a la mano en la que tienes la espada. La espada debe de estar paralela al suelo y apuntando hacia el adversario. El brazo sin espada no lo dejes caído. Levántalo un poco, algo doblado.
Mientras le explicaba todo esto, Alejandro iba colocando él mismo los brazos de Perséfone y la espada que sostenía en la mano.
-Así está bien-le dijo Alejandro y volvió a alejarse un poco de Perséfone para ponerse delante de ella. Con una elegante sonrisa, añadió:-Comencemos.
Alejandro enseñó a Perséfone como atacar, como defenderse y como contraatacar. Algunos miembros de la tripulación los rodearon para observarles y también daban consejos a Perséfone, incluso se ofrecían como pareja para practicar. Pararon un momento para comer pero, después, Perséfone fue hasta la toldilla donde estaba Alejandro.
-Te reto a un duelo-le dijo Perséfone fingiendo una voz ronca y apuntándole con la espada.
-Sabía que me lo pedirías-aceptóAlejandro cogiendo su espada, la cual la tenía al lado del timón.
Alejandro y Perséfone se pusieron a combatir no muy seriamente. A veces hacían movimientos exagerados o fingían haber sido heridos gravemente tirándose en el suelo, incluso combatieron a cámara lenta. Hasta que, en uno de esos movimientos espadachines, sus espadas se cruzaron formando una equis, quedando el uno muy cerca del otro. Podían observar sus caras por medio del hueco de arriba de la equis creada por las espadas.
-Empate-dijo Alejandro sonriendo
Perséfone rió levemente mientras miraba a Alejandro. Se quedaron unos segundos sin hacer nada, simplemente mirándose a los ojos. Unos segundos que parecían detener maravillosamente el tiempo volviendo el ambiente agradable y mágico a la vez. De repente, aquel bonito momento despareció al igual que una pompa de jabón. El Plumas había aparecido junto a Pies Largos a las escaleras de la toldilla y se habían abalanzado contra un pájaro de color azul.
-¿Qué hacéis?-preguntaron a la vez Perséfone y Alejandro mientras se separaban rápidamente.  
-¡Sigue ahí, Plumas! ¡Ahí!-indicó en voz baja Pies Largos, señalando el pájaro que se había posado sobre el timón tras el imprevisto ataque.
-Yo me encargó-dijo El Plumas caminado muy despacio hacia el pájaro con una red en las manos
-No le hagas eso-le pidió Perséfone- Le harás daño.
El Plumas la ignoró y se abalanzó de nuevo contra el pájaro. Éste pió muy fuerte y revoloteó hacia la cubierta para posarse sobre el cañón.
-Voy a por él-dijo El Plumas ilusionado pero Perséfone lo detuvo.
-Espera, podrías hacerle daño así-le dijo Perséfone-Matarlo, incluso.
-No sería el primero-señaló Alejandro.
-¿Qué?-se indignó Perséfone- ¿Matas a los pájaros para conseguir las plumas?
-A veces…-confesó El Plumas algo arrepentido.
-Eso está mal. No se debe hacer daño a los animales, ¿sabes? Y menos por una tontería-le regañó Perséfone- Deberías intentar conseguirlas de otra manera.
-No es una tontería-negó El Plumas algo molesto- Además, ¿de qué otra manera podría conseguirlas?
-Pues atrayéndolo hacia ti con comida, por ejemplo-le sugirió Perséfone tras reflexionar un momento- Y cuando este lo suficientemente cerca, lo coges y le quitas una pluma.
El Plumas y Pies Largos se miraron dudando de lo que les decía Perséfone, después miraron a Alejandro.
-Por probar-les dijo Alejandro- Pero no gastéis mucha comida, con una manzana bastará.
-Os ayudo-se ofreció Perséfone ilusionada a El Plumas y Pies Largos
Tras varios intentos lograron que el pájaro aceptara la comida que le echaban en el suelo y, más tarde, el plan de Perséfone dio resultado. El Plumas logró su ansiada pluma tras un fuerte graznido del pájaro y un grito ahogado de Perséfone.


Más en la próxima entrada. 
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

2 comentarios:

  1. Holaaa, me gusta mucho Pegaso pero podrias subir otro tipo de entradas para las personas que ya lo hemos leido?Besos

    ResponderEliminar
  2. ¡Hola!
    Gracias por leer Pegaso
    Y sí, intento escribir entradas variadas, de hecho, eso intento entre capítulo y capítulo. Espero que te guste la que publicaré próximamente.
    Y mil gracias por comentar, es bueno saber que alguien te lee y te responde
    :)

    ResponderEliminar

Deja tu comentario