lunes, 24 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 10


¡Hola!

Continúa la aventura. Por fin llegan a Grecia, ¿conseguirán el mapa que buscan? ¿Perséfone decidirá quedarse en este nuevo lugar?



10

AL ALCANCE DE LOS CENTAUROS

En los dos días siguientes, Perséfone continuó insistiendo en sus clases de esgrima. Además de Alejandro, Cortés y Amarillo eran muy diestros con la espada y la ayudaron. Perséfone también animó a alguno de los otros piratas a abatirse con ella, aunque al principio se negaban, acabaron aceptando.
El primero fue Dragón, quien le confesó, tras terminar de combatir, que se le daban mejor los cañones. Después le siguieron Pies Largos, Ocho, Cacín y, por último, Sacul. Él fue muy generoso con ella, casi siempre la dejaba ganar, incluso fingió que Perséfone le había logrado tirar la espada de un golpe. También, Alejandro le enseñó varios trucos, como retorcer el brazo del contrincante al esquivar por la izquierda un ataque de éste o quitar, verdaderamente, la espada de un golpe.

Pronto llegaron a Grecia. Desde lejos podían divisar la tierra que la limitaba con el mar. Como había dicho Ocho, encontraron una especie de cueva sin techo en un acantilado donde el barco quedaba parcialmente oculto entre él y unas grandes rocas. Al salir de Pegaso, tuvieron que andar por unas enormes piedras, mojarse un poco y, por fin, llegar a una playa que daba a un espeso bosque. Perséfone le había indicado a Alejandro, por medio de mapas, donde estaba más o menos Atenas, pero no sabía cómo llegar. Según Perséfone, tras mirar el mapa, Atenas quedaría hacia el norte desde su posición pero, como no estaba segura, decidieron caminar hacia el puerto más cercano y preguntar a alguien de allí.
Esta vez, toda la tripulación iba con Alejandro, pues éste les había prometido que todos participarían en la siguiente aventura. 
Tras caminar un par de horas,  llegaron a un puerto y, mientras que algunos se quedaban apartados, decidieron que fueran  Sacul y Perséfone los que preguntasen cómo llegar a Atenas debido a que eran quienes mejores aspectos tenían, además de que ésta última chapurreaba algo de griego gracias a su madre. Ambos preguntaron a una amable señora, ayudándose también por señas y dibujos en el suelo.
-La señora ha señalado hacia el noreste, más o menos-les dijo Perséfone después de haber “hablado” con la señora
-Parece ser que nos quedan unas cuantas horas de camino porque ha levantado tres dedos cuando le hemos preguntado-les contó Sacul- Tal vez me ha entendido mal…
-Nuestra “conversación” ha sido un poco ridícula con tantas señas-reconoció Perséfone, riendo
-¿Robamos otra carreta?-preguntó Pies Largos a Alejandro.
-Pues a mí me apetece andar-comentó Profundo.
-Tú mandas, Alejandro. ¿Qué hacemos?-le preguntó Barriga de Oso
-Estoy con Profundo. Andemos. Disfrutemos de los paisajes griegos-dijo Alejandro- No hay necesidad de robar. Cuanto menos llamemos la atención, mejor será.

Anduvieron a través de las calles muy divertidos, se paraban para coger comida y bebida “prestada”, para contemplar alguna que otra estatua o para hablar con bellas señoritas, Alejandro tuvo que llamar varias veces la atención de Sacul y Cortés para que continuaran andando. Perséfone le encantaba todo: las casas blancas y azules, el arte, la vestimenta…
-¿Por qué no nos hemos vestido de griegos?-preguntó Perséfone a Alejandro-Su ropa es muy bonita.
-Porque no hay necesidad…aún. De todas formas no me gusta la ropa de los hombres, parecen vestidos-le dijo Alejandro
-Grecia es bonita, sería un maravilloso lugar para vivir-comentó Perséfone distraídamente
-¿Te quieres quedar en Grecia?-preguntó Alejandro sorprendido
-No
-Te gustamos, ¿a que sí?-le dijo Alejandro sonriéndole, dándole un golpecito con el brazo
-Es que no sé me da bien hablar griego-se excusó Perséfone y se alejó de Alejandro.
Perséfone siguió curioseando hasta que la suerte le sonrió. Descubrió que un anciano llevaba en su carruaje a donde quisieras siempre que le pagaran. Se lo hizo saber a los demás, quienes estuvieron de acuerdo, pero el problema era el dinero. Amarillo lo resolvió en unos minutos. Desapareció un momento y regresó con un montón de monedas, a Perséfone le sorprendió que no lo pillasen con lo llamativa que era su ropa. Como todos no cabían en el interior del carruaje, algunos de ellos se montaron en el techo y otros junto al cochero.
Al llegar la tarde, el carruaje se detuvo cerca de la Acrópolis donde se encontraba el templo de Atenea. La Acrópolis se levantaba sobre una colina que se elevaba por encima del mar y estaba compuesta por numerosas casas,  monumentos y templos.
Todos bajaron del carruaje ilusionados y se acercaron deprisa a la Acrópolis. Subieron la empinada cuesta que conducían al interior de la ciudad y atravesaron su enorme entrada franqueada por grandes columnas. Nada más entrar, justo en frente de ellos, se levantaba una gran estatua de una diosa, la diosa Atenea.
El lugar estaba lleno de gente que iba y venía de los numerosos templos que se levantaba allí.
-¿Cuál de los templos será el de Atenea?-preguntó El Plumas
Decidieron preguntar una vez más. Perséfone se acercó a una mujer y, con dificultad, le preguntó sobre el templo de Atenea. Después, se volvió hacia los piratas algo confundida.
-Me ha dicho que hay dos o tres templos dedicados a Atenea. Ó al menos que tengan una estatua en su honor-les comunicó Perséfone.
-¿Dos o tres templos?-preguntó Alejandro entre sorprendido y angustiado-¿Cómo que dos o tres templos?
-Es que todo en este lugar está dedicado a ella. Recuerda que es la diosa de esta ciudad-le explicó Perséfone-Cada templo tiene algo en honor a ella.
-Claro, Dybá no lo iba a poner fácil-dijo Cacín
-Pero dejó una pista-pensó Alejandro en voz alta- Los centauros. Debemos buscar centauros.
-¿Vamos a buscar centauros por todos los templos?-preguntó Sacul con pesadez.
-Sí, si es necesario-respondió Alejandro con firmeza-. Por cierto, ¿qué son los centauros exactamente?
-Un animal mitad hombre, mitad caballo-explicó Perséfone
-Qué raro, vaya nariz debe de tener-opinó Cortés.
-Le debe de oler el aliento más que a mí-dijo Dragón riendo.
-No. La mitad de arriba es de hombre-aclaró Perséfone-El trasero es de caballo
Todos rieron con más fuerza al escuchar a Perséfone. Todos menos Alejandro que empezaba a impacientarse.
-Vamos, no es la primera vez que oís decir trasero a alguien- dijo Alejandro- Empecemos a buscar ya. Separémonos.
Todos se dispersaron por la Acrópolis en busca de centauros. Era realmente difícil pues debían fijarse en cada detalle de cada templo. Además, algunos tenían andamios pegados a sus muros que dificultaban la visión, posiblemente eran para la restauración de las figuras elevadas o la construcción de otros elementos de arquitectura, parecía que aquel lugar estaba en continua reconstrucción. Sacul, cansado de buscar, decidió preguntar a una encantadora muchacha quien se rió escandalosamente cuando le dijo, mediante señas, dónde podía encontrar centauros.
Tras una larga hora, por fin los encontraron.
-¡Los encontré! Encontré los centauros-avisó Pies Largos, junto con Profundo, a Alejandro que estaba en un templo cuyas columnas tenían forma de mujer.
Pronto, después de avisar al resto, siguieron a Pies Largos y Profundo hasta el gran templo que se levantaba a la derecha de la entrada de la Acrópolis. En el lado izquierdo del templo, en la metopa, estaban los centauros tallados en relieve.
-Fantástico. Pero… ¿ahora cómo llegamos hasta allí?-dijo Alejandro- Y lo más importante, sin llamar la atención.
-Además, hay muchos centauros ahí tallados-señaló Perséfone- Si logras subir, espero que te dé tiempo a mirarlos todos antes de que te pillen.
-Me dará tiempo. Sólo necesito un plan-dijo Alejandro y como vio que Perséfone iba a replicar contestó:-Es complicado pero no imposible. Si hemos entrado en la Alhambra, podemos subir ahí.
-Necesitamos unas cuerdas o algo así-opinó Amarillo
-Y para no llamar la atención debemos de hacerlo por la noche-dijo Barriga de Oso.
-Pero sugiero que no salgamos de la Acrópolis, que nos ocultemos en el interior del templo o por los alrededores-comentó Profundo con tranquilidad
-¿Por qué?-preguntó Alejandro
-Porque sería difícil entrar de noche. Hay guardias rondando por aquí, supongo que será por las estatuas que hay en los templos, están hechas en parte de oro-explicó Profundo- Si nos quedamos, nos quitaremos la dificultad de esquivar a los guardias mientras intentamos volver a entrar.
-Sí, Profundo tiene razón-dijo Cacín
-Y yo que creía que sería la parte más sencilla del poema-comentó Perséfone desanimada
-¿Estatuas de oro?-preguntó Cortés impresionado
-Podríamos coger un poco-dijo Amarillo- Un dedo de la estatua o así
-No. Hemos venido a por el mapa y nos dedicaremos sólo a él-dijo Alejandro- Debe de ser fácil. Si Dybá lo logró, nosotros también.
-¿Y cómo subimos?-preguntó Cacín
-¡Eso ya lo he pensado yo!-dijo Pies Largos alzando la mano para atraer la atención de los demás-. En el interior de algunos templos había escaleras.
-Sí, yo también vi unas en el templo aquel, donde había una Atenea sin alas-recordó El Plumas- Y también estaban aquellos andamios. Es una pena que este templo no tenga uno junto a sus muros
-¡Pero podemos coger las escaleras que digo! Son de madera, de esas que puedes mover de un sitio a otro-explicó Pies Largos efusivamente-. Tres de nosotros podríamos cargar con ella, traerla hasta aquí, apoyarla en las columnas y subir hasta los centauros.
-Muy bien pensado, Pies-dijo Alejandro ilusionado-.Nos serviremos de esas escaleras.
-Ahora sólo nos queda esperar que la oscuridad nos envuelva y sea nuestra amiga-concluyó Profundo mirando hacia el cielo.
 Los piratas esperaron escondidos a que se hiciera de noche. Algunos de ellos se escondieron en el templo de los centauros y otros en el templo donde Pies Largos había visto la escalera.  Después de observar durante unos minutos el recorrido que hacían los guardias para saber cuándo poder salir sin ser vistos, Pies Largos, El Plumas y Sacul agarraron la escalera y atravesaron la Acrópolis, parando de vez en cuando para ocultarse tras muros o estatuas, hasta llegar al templo de los centauros donde los demás los esperaban asomados entre  las columnas del mismo. Cuando los vieron, los ayudaron a ocultar la escalera entre las columnas de fuera del templo.
-Bien, esperaremos a que vuelva a pasar el segundo guardia-susurró Alejandro que también había estado estudiando el recorrido de los dos guardias que vigilaban los alrededores del templo- Cuando pase, tendremos un pequeño momento para colocar la escalera, subir por ella y buscar el mapa en los centauros.
Todos asintieron mostrando que lo habían comprendido. Observaron escondidos como pasaba el primer guardia y después el segundo.
-Ya-susurró Alejandro rápidamente
Entre todos cogieron la escalera y la colocaron en el exterior, apoyada frente a la parte de la metopa que tenía tallada los centauros. Alejandro subió rápidamente por la escalera mientras Barriga de Oso la sujetaba desde abajo. Dragón junto a Profundo vigilaban por las esquinas por si venían los guardias y los demás se ocultaban tras las columnas.
Alejandro pasó de la escalera al borde de la metopa y empezó a mirar las bocas de todos los centauros, pues en el poema decía que “les dio de comer”. Transcurridos unos segundos, encontró un agujero en la boca de uno. Metió el dedo meñique en su interior y notó que había un papel dentro. ¡El mapa! Pero no podía atraerlo hacia él con el dedo, pues el agujero era muy estrecho y su dedo más ancho.
-Necesito un palo o algo para cogerlo-dijo Alejandro a Barriga de Oso
-¿Un palo?
-Viene el guardia-avisó Dragón a la vez que corría hacia Barriga de Oso y luego se dirigió a hacia donde estaba Profundo- Vamos.
-Alejandro, baja de ahí-le dijo Barriga de Oso rápidamente
-No, llevaos la escalera y cuando vuelvan a pasar, la traéis-ordenó Alejandro- Rápido. No miraran hacia arriba.
Barriga de Oso, Dragón y Profundo hicieron rápidamente lo que se les pedía y volvieron a entrar con la escalera en el templo. Alejandro se pegó cuanto pudo a los centauros para que no le viesen. Justo en ese momento pasó el primer guardia junto con el segundo. Hablaron unos segundos entre ellos y uno se alejó del templo por una calle paralela a éste, mientras que el otro siguió la ronda habitual. Cuando desaparecieron ambos, Barriga de Oso, Dragón y Profundo volvieron a aparecer con la escalera, esta vez en compañía de los demás.
-Vamos, dadme un palo-les dijo Alejandro desde arriba al verles- O que suba uno que tenga los dedos más finos que yo.
Todos se miraron las manos y después, los piratas, miraron a Perséfone
-Oh….está bien-dijo Perséfone accediendo
Perséfone subió por la escalera y pasó a la metopa con ayuda de Alejandro, quien le indicó el centauro con el agujero en la boca. Tras unos segundos, Perséfone logró sacar el mapa.
-Lo tenemos- dijo feliz Alejandro a los piratas
Estos, embobados mirando como Perséfone sacaba el mapa, olvidaron vigilar al guardia quien apareció por la esquina. Éste se quedó paralizado ante la escena que tenía frente a sus ojos, pero cuando fue a gritar, Dragón, quien era el que estaba más cerca, se abalanzó sobre él para taparle la boca. Los demás fueron ayudarle, menos Barriga de Oso que sujetaba la escalera.
-Baja, Per-la alentó Alejandro.
Perséfone se acercó a la escalera con el mapa en la mano pero justo cuando empezaba a bajar por ella, el otro guardia que se había ido, apareció y se abalanzó gritando hacia Barriga de Oso tirando la escalera.
Perséfone gritó a la vez que caía. Alejandro se tiró de la metopa mientras se agarraba al borde de ésta y con la otra mano impedía que Perséfone cayera cogiéndola del brazo.
-Sujétate e intenta subir-le dijo Alejandro a Perséfone.
-No puedo. Tengo el mapa en la otra mano-le dijo Perséfone angustiada-¡Ay! Me resbalo.
-Suelta el mapa, no pasa nada-le dijo Alejandro mientras se esforzaba por sujetar a Perséfone y agarrarse al borde de la metopa.
-Claro, y he subido para na... ¡AH! ¡Me caigo!-gritó Perséfone aterrorizada- Como me caiga mi fantasma se enfadará mucho contigo.
-Vamos, suéltalo-le ordenó Alejandro cuya mano ya rodeaba la muñeca de Perséfone
-Espera-le indicó Perséfone. Se puso el mapa en la boca y después se agarró con la otra mano al brazo de Alejandro- ¿Y aoja’ qué?
-Y ahora te sub… ¡Ah! ¡Yo también me caigo!-avisó Alejandro que notaba como sus dedos perdían fuerza al intentar agarrarse a la metopa- ¡Barriga de Oso! ¡Amarillo! ¡Quien sea!
Pero los piratas estaban ocupados porque el último guardia había atraído con sus gritos a tres guardias más. Por suerte, Ocho si lo escuchó.
-¡Salta, Per! ¡Yo te cojo!-le gritó Ocho corriendo hacia ellos y poniéndose bajo Perséfone con los brazos preparados.
 Perséfone cerró los ojos a la vez que se soltaba de Alejandro. Ocho cumplió con lo dicho y la cogió con sus rollizos brazos, evitando que cayera al suelo.
-Gracias, Ocho-dijo Perséfone quitándose el mapa de la boca
-De nada-le dijo Ocho soltándola- Oh, no.
Ocho la apartó de un empujón para luchar contra el guardia que venía hacia a ellos. Alejandro, mientras tanto, se las había arreglado para volver a subir a la metopa.  Perséfone, esquivando a Ocho y al guardia, intentaba levantar la escalera para que Alejandro pudiera bajar y se largaran de una vez de allí.
-¡No puedo levantarla!-le gritó Perséfone esforzándose en levantar la escalera.
 -No pasa nada… ¡Cuidado, Per!
Perséfone se apartó justo cuando uno de los guardias pasaba por su lado cayendo inconsciente al suelo. Barriga de Oso lo había derribado.
-Ya te ayudo yo
Entre Perséfone y Barriga de Oso levantaron la escalera y lograron que Alejandro bajara por fin.
-¡Retirada!-ordenó Alejandro a los que seguían peleando con los cuatro guardias
Los guardias dejaron que los piratas se alejaran de ellos sin oponerse con sus espadas, ya que les superaban en número y se alegraban de librarse de ellos. Pero, aun así, les persiguieron.
Alejandro, Perséfone y los demás pasaron corriendo junto a la enorme estatua de Atenea. Los pocos guardias que rondaban por ahí se quedaron un poco paralizados al verles, pero pronto reaccionaron y los persiguieron junto con sus compañeros.
Bajaron precipitadamente la cuesta que conducía a la entrada de la Acrópolis, tan precipitadamente que, hacia mitad de la misma, tropezaron y cayeron los últimos golpeando a los primeros. Rodaron y gritaron hasta el final de la cumbre.
-Quita tu amarillo culo de mi cara-dijo Sacul con voz nasal Amarillo
-Mi brazo-se quejaba Dragón
-No…puedo… respirar-dijo sin aliento El Plumas que estaba bajo Barriga de Oso
-Encantado de servirte una vez más de jergón-le decía Ocho a Perséfone quien se quitaba algo avergonzada de su barriga
-Rápido, levantaos. Aún no siguen-los apremió Alejandro quitándose de encima a Cacín.
Corrieron calle abajo buscando despistar a los guardias. Tras unos segundos inquietantes y cansados, corriendo desesperados, se encontraron de frente, casi los atropella, el carruaje del anciano que los había atraído hacia allí.
-¡Yuhuuu!-gritó Cortés de alegría
De inmediato, subieron a él ante la asustada mirada del anciano.
-¡Póngase en marcha, rápido!-le ordenaron Dragón y El Plumas subiendo junto a él en el banquillo.
El anciano hizo lo que se le mandaba. El carruaje partió deprisa y salió disparado, alejándolos por fin de los agotados y enfadados guardias.



Más en la próxima entrada 
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.

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