¡Hola!
Continúa la aventura de Pegaso. Están acercándose a la primera pista del tesoro del temido pirata Dybá. Todo a punta que se oculta en la bello reino de Granada, en la dama árabe que la corona: la Alhambra.
Pero, ¿cómo podrán entrar en ella? ¿conseguirá Alejandro llegar hasta la torre más alta de la Alhambra?
Os dejo con el Capítulo 6, espero que resuelva vuestras dudas.
6
EL
PLAN
Al día siguiente, los rayos de sol
despertaron a Perséfone. Se desperezó en un poco antes de levantarse de la
cama. Una vez de pie, observó el camarote de Alejandro. ¿Qué no tocara sus
cosas? Estaba todo tirado por el suelo y muy desordenado. En la mesa sólo había
botellas y un catalejo, el resto estaba por los suelos: cartas de navegación,
mapas, trozos de fruta… En la estantería que había a la derecha de Perséfone, no
había libros sino todo tipo de cosas como zapatos, un pañuelo, un manojo de
llaves, un cuchillo, una espada, brújulas… Se acercó a la pared donde había un
espejo colgado y miró su reflejo. Estaba horrible. Su vestido azul oscuro
estaba sucio y su moño se estaba deshaciendo. Perséfone decidió terminar de
desbaratarlo y dejarse el pelo suelto. Nunca
le había gustado llevarlo recogido, le provocaba dolor de cabeza.
-¡Aja! ¡Te pille cogiendo…! Nada
Alejandro había entrado de repente en el
camarote haciendo que se sobresaltara.
-¿Qué haces?- pero no espero respuesta y
se puso a buscar por el suelo- Me gustaba más tu otro peinado,
por cierto.
-Muy gracioso ¿Qué haces tú?
-Busco un trozo de pergamino para hacer un plan.
Dentro de poco llegaremos a Granada y no tenemos ninguno.
-Ah… ¡Eh! ¡Podré quedarme en
Granada!-dijo alegremente Perséfone tras reflexionar
-¿Qué? ¿Te quedarás en Granada?-le
preguntó Alejandro mientras se levantaba rápidamente con un gran trozo de pergamino
en la mano.
-¡Claro!-contestó ella con una sonrisa-
Es fantástico. No lo había pensado, pero si pasamos por ahí, ¿por qué no quedarme?
-Sí, tiene su lógica- dijo Alejandro
forzando una sonrisa- Bueno, voy hacer un plan.
Y se salió del camarote seguido de
Perséfone. Ella se puso, como siempre, junto a la barandilla pero esta vez
miraba el mar con una sonrisa en el rostro.
Alejandro se sentó en el suelo junto a
Barriga de Oso, Cacín y Cortés quienes lo esperaban para planear la entrada, a
hurtadillas, a la alcazaba de la Alhambra.
La alcazaba estaba al oeste de la Sabika, colina donde se alzaba la
Alhambra, y actuaba como fortaleza de la misma. Tiene forma de triángulo, limitada
por murallas y varias torres, entre ellas, la Torre de la
Vela, la cual se encuentra en la punta oeste de dicho triángulo.
-Eso facilitará nuestra entrada en
ella-dijo Alejandro tras la explicación de Cacín-Quiero decir, que no tendremos
que dar muchas vueltas alrededor de la alcazaba
-Pero hay un problema. Tengo entendido
que dentro de la alcazaba están los soldados-explicó Cacín- Debemos
evitarlos si queremos entrar.
-Necesitamos un plano de la
Alhambra-dijo Barriga de Oso
-¿Y quién tiene eso?-preguntó Cortés
riendo- Nadie ha visto esa cosa por dentro.
-Claro que sí la habrán visto. Es como
una especie de ciudad. Y, después de que conquistaran Granada, muchos han sido
invitados a verla por el rey o por el conde a quien pusieron al cargo-explicó
Cacín- Lo que yo digo es que entrar sin ser invitados será complicado.
-Por eso estamos haciendo un plan-repuso
Alejandro algo enfadado-. Ya estoy cansado de que me repitan que es complicado.
Vamos hacer un plan y después veremos si es complicado ¿vale?… He dicho, ¿vale?
-Vale-dijeron al unísono.
-Bien. Cacín, ¿podrías hacer un dibujo
de la Alhambra?-le preguntó Alejandro
-Puedo intentarlo, pero llevó mucho
tiempo fuera no sé sí…-pero se cortó al ver la cara de Alejandro y dijo:-Lo
intentaré y ya te digo.
Cacín se levantó en busca de El Plumas
para que le dejase una de sus plumas. Vieron de lejos como El Plumas ponía cara
de fastidio y preocupación, pero aún así bajaba a las bodegas a por una.
-Volved a vuestros puestos. Sin dibujo
no podemos seguir-les dijo Alejandro
Se levantó y se dirigió de nuevo al
timón. Desde allí pudo ver como Sacul se acercaba a Perséfone, le daba una
manzana y se ponía charlar con ella. Él le contaba algo y ella reía. Alejandro
bufó, les dio la espalda dejando de
sujetar el timón y se puso a pensar en la Alhambra. Parecía difícil entrar…
¡pero no imposible! Si el ejército de
los reyes pudieron entrar hace años, ¿por qué no él? Pero él no necesitaba
entrar luchando, ya que seguro lo vencerían, sólo quería entrar sin que le
viesen, subir hasta por esa maldita torre y encontrar la llave. Y sí… ¿Y si no
entraban todos? De hecho, cuantos menos mejor, con un par le bastaría.
-Hola. ¿Ya tienes un plan?
Alejandro se giró y vio a Perséfone con
una manzana mordida en la mano.
-Casi. Espero que Cacín me haga un
dibujo de la Alhambra-le explicó Alejandro mientras la observaba con atención
-Oye, ¿cuánto crees que tardaremos en
llegar a Granada?-le preguntó Perséfone
-No lo sé. Pero, ¿seguro que quieres
quedarte en Granada? No prefieres otro sitio... ¡Eh! ¿Ya lo tienes?-dijo al ver
a Cacín
- Aquí está tal y como la recuerdo. La
vi hace cinco años, en la última visita
que hice a mi madre- le explicó Cacín- Tenía un gran bosque alrededor. Lo que
más me sorprendió saber es que tiene varias entradas.
-Entonces, será fácil entrar ¿no?-opinó
Perséfone, más animada con la idea de quedarse en Granada
-No, según le contaron a mi madre, nunca
están todas abiertas, alternan una o dos cada día. Además, los soldados hacen
guardia día y noche, aunque sus guardias no son como las que tenían los
musulmanes. La única puerta que vi cerca de la Torre de la Vela, es esta de
aquí-explicó Cacín señalando en el dibujo una torre más baja al lado de la
Torre de la Vela- Da a esta misma torre bajita. Ya no sé si a partir de ésta
puedes ir a la Torre de la Vela.
-¿Cómo sabes que por ahí hay una puerta?
-preguntó Alejandro- Creí que nadie podía acercarse a ese castillo sin el permiso
del conde o del rey
-Sí puedes. Bueno, no mucho porque los
soldados te llaman la atención. Pero puedes pasear por los alrededores del
bosque y el río siempre que no molestes o tengas malas pintas-le contó Cacín-
Yo pude ver que habían plantando un bonito jardín cerca de la entrada que os he
dicho antes. Según mi madre, el conde que cuida de la ciudad lo mandó crear
poco después de la conquista.
-Entonces, ¿la gente puede pasear por
los alrededores?-le volvió a preguntar Alejandro- Y más aún si son nobles o
bien vestidos, ¿no?
-Sí, claro-respondió Cacín
Después de cavilar unos momentos,
Alejandro tuvo la gran idea.
-¡Ya sé!-dijo de repente Alejandro y se puso delante del timón para decir:-Escuchadme,
ya sé cómo podríamos entrar. Pero necesito un plano, al menos sólo de la
alcazaba o saber si la entrada que dice Cacín lleva a la Torre de la Vela. De momento, aumentamos la velocidad del barco
para llegar cuanto antes y así poder averiguar algo más. Además, tenemos que saber dónde dejar el barco
porque para esta misión necesitaremos estar mínimo tres días fuera, pues la
Alhambra está lejos de la costa. Y mientras unos pocos estamos fuera, otros
tendrán que quedarse en Pegaso para
cuidarlo, ¿de acuerdo?
La tripulación empezó hablar toda al
mismo tiempo y a voces, no se les entendía nada.
-Pero,
¿cuál es el plan?-preguntó Pies Largos
-Y ¿quién se quedará aquí? Porque yo no pienso
perderme la diversión-dijo Amarillo
-¿Se necesitarán plumas?- preguntó
preocupado El Plumas y apartándose de Dragón quien también exponía sus quejas.
Alejandro les mandó callar algo molesto.
Cuando todos estuvieron en silencio, explicó su plan. Dos de ellos se
acercarían a esos jardines para poder entrar a la alcazaba por la puerta que le
había mencionado Cacín y así comprobar si desde esa pequeña torre se podía
acceder a la Torre de la Vela. Mientras, otros se quedarían fuera distrayendo a
los guardias de alguna manera que ya inventarían más tarde o para ir en ayuda
de los otros dos si se diera la ocasión.
Si resultaba que podían llegar a la Torre de la Vela, se podrían en
marcha de inmediato aquellos dos que habían entrado. Si no era así, inspeccionarían un poco y saldrían para hacer
un nuevo plan.
-Prometo llevaros en la próxima, de
verdad. Es una Promesa de Capitán. Pero no puedo llevaros a todos conmigo
porque sería muy delatador, y necesito que algunos os quedéis aquí para saber
que el barco está en buenas manos y seguro –dijo Alejandro seriamente- En nadie
confío más que en mi tripulación para cuidar de Pegaso.
La tripulación se miró entre sí un
momento y después asintió con orgullo. Alejandro les sonrió y continuó
hablando:
-La misión de los que se queden, no sólo
será cuidar del barco sino de “comprar” provisiones. Vosotros ya me entendéis
La tripulación rió entre dientes,
sabiendo que el que se quedase también se lo pasaría bien.
-La mitad vendrá conmigo y la otra mitad
se quedará, ¿vale?-continuó Alejandro- Os lo echaréis a suertes. Pero a quien seguro
necesitaré es a Cacín, pues él conoce Granada.
La tripulación estuvo de acuerdo con
eso, pues sin Cacín no había plan.
-Bien, dadme una moneda y veremos quién
viene conmigo-dijo Alejandro mientras bajaba a cubierta.
Después de echar la moneda al aire
varias veces salió que se quedaban: Barriga de Oso, Amarillo, Sacul, Profundo y
Dragón. Por tanto, Cortés, El Plumas, Ocho y Pies Largos acompañarían a Alejandro. Cuando se hubo decidido quién le acompañaba y
quien se quedaba, Alejandro habló en susurros con su tripulación para que
Perséfone no le escuchara mientras ésta los miraba ceñuda.
-Bien, pues de momento navegaremos más
rápido para llegar cuanto antes-les dijo Alejandro cuando hubo terminado-
Y…también necesitaré la ayuda de Per.
-¿Qué? ¿Para qué?-preguntó sorprendida
Perséfone.
-Verás, sólo te necesitaría para poder pasear
por esos jardines. Es que he pensado que pareceríamos más inocentes si en lugar
de dos hombres rodando por ahí, se ve una bonita pareja-le explicó sonriente
Alejandro.
-Pero…yo no quiero… ¿y si nos atrapan?
No quiero enredarme en esto-dijo Perséfone enfadada.
-Te prometo que no dejaré que te pase
nada. Ninguno de nosotros dejará que te pase nada malo-le aseguró Alejandro rápidamente,
luego volviéndose a su tripulación dijo:-¿Verdad que no dejaréis que le pase
nada malo a Per?
-Claro que no, Per-le dijo Pies Largos
moviendo la cabeza animándola a participar- ¡Yo te protegeré!
-Te cuidaremos muy bien-le confirmó
Cortés
-Puedes estar segura de ello-le dijo Cacín-
Somos hombres de palabra.
-Además, si nos cogieran… Cosa que
dudo-dijo Alejandro con aire de suficiencia- Diría que te obligue a venir
conmigo, y te absolverían seguro.
-Es que me estás obligando a ir contigo.
No voy hacerlo, tendrás que buscar otra manera-repuso seriamente Perséfone y le
dio la espalda mientras cruzaba los brazos. De repente sintió que la agarraban
por debajo del vestido:- ¡Pero… ¿Qué haces?!
Alejandro se había agarrado a ella y
estaba de rodillas
-Por favor, Per. Ayúdame a coger esa
llave. Te prometo que no dejaré que te pase nada. Promesa de Capitán, y sabes
que las promesas de capitán valen mucho-le dijo Alejandro tratando de
convencerla.
-¡Suéltame!-le mandó Perséfone- ¡Vas
hacer que me caiga, y si me caigo me enfadaré!
-Vale-dijo Alejandro soltándola
rápidamente y luego añadió inocentemente:- Sólo es pasear por un jardín, y estaremos
disfrazados.
-¿Disfrazados?-se extrañó Perséfone
-Sí, porque sólo si estás bien vestido
dejan pasear por allí, ya oíste a Cacín-le explicó Alejandro aún de rodillas-
Además, eso nos ayudará a que sea difícil el identificarnos correctamente.
Perséfone miró un momento a Alejandro y
después a la tripulación quien le pedía con las manos que les ayudara.
-¿Seguro que no pasará nada?-le preguntó
Perséfone a Alejandro
-Seguro seguro, no sé si pasará algo-se
sinceró Alejandro- Lo que te prometo es que no dejaré que te pase nada malo a
ti.
-Puedes estar seguro de eso, porque como
muera….-empezó a decir Perséfone
-¡Qué exagerada!-dijo Alejandro y la
tripulación asintió detrás suya dándole la razón.
-¡Me da igual!-vociferó Perséfone
haciéndolos callar a todos- Repito. Como me pase algo, mi fantasma te
perseguirá allá donde vayas.
-¡Genial! ¿Eso es un sí?-dijo Alejandro
contento.
-Es un “ya veremos”
-¿Qué es un “ya veremos”?
-Es un “quizás” –respondió Perséfone
-Me vale con un quizás-dijo Alejandro
mientras se levantaba con una sonrisa en la cara- ¡Muchachos! ¡Rumbo a Granada!
Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos
Más en la próxima entrada
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos
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