jueves, 16 de octubre de 2014

CAPITULO 5


¡Hola!

¿Os gustaron los anteriores capítulos? Espero que sí.  En este se empieza a poner interesante y, pronto, irán a por la primera pista. Pero antes, debéis conocer a la fantástica tripulación de Pegaso.
Deseo que disfrutéis de la experiencia.




5

LA TRIPULACIÓN

Amarillo flotaba y nadaba sobre la superficie del mar. Parecía divertirse muchísimo
-No te preocupes-la calmó Barriga de Oso que se había acercado hasta allí- Lo hace siempre. Cuando se cansa le tiro una cuerda y lo saco como si lo hubiera pescado.
Perséfone sonrió aliviada. Ese tal Amarillo estaba algo loco.
-Parece que se divierte-comentó Perséfone observándolo nadar.
-Sí, le gusta el agua casi tanto como lo amarillo-explicó Barriga de Oso- Por eso le decimos Amarillo
-Ya me lo había imaginado
-Yo soy Barriga de Oso, por mi amplio vientre -le dijo mientras se pasaba una gran mano por su enorme panza.- ¿Tú por qué te llamas Per?
-Es de Perséfone
-Bonito nombre
-Me agrada que le guste a alguien-dijo sorprendida y añadió algo molesta:- Tu capitán no es de la misma opinión
-Alejandro es demasiado sincero a veces-comentó Barriga de Oso entre risotadas- Es de esas personas que primero actúa y luego piensa.
-Sí, eso me pareció-dijo Perséfone sonriendo.
De pronto, otro pirata apareció a su lado corriendo y también se lanzó al agua. Cacín también se acercó a ella, pero no se tiró al agua sino que se sentó sobre el cañón que había a lado.
-Cortés es muy divertido y toca la vihuela-le contó Barriga de Oso señalando al muchacho que se hallaba con Amarillo en el agua.
-Oye, ¿has resuelto ya lo de la palabra “vela”?-le preguntó Cacín a Perséfone.
-No. Supongo que debe ser algo de Granada, pero nunca he estado allí, así que no se que puede ser-respondió ella
-Yo soy de allí, te lo he dicho antes, ¿verdad? Quizás podría ayudarte, me gusta esto de los acertijos-le comentó Cacín– Veamos... ¿Qué puede ser “vela” en Granada?
-Algo que se encienda- sugirió entre risas Barriga de Oso.
-¿Qué hacéis?-preguntó Sacul sentándose de un salto sobre la barandilla al lado de Barriga de Oso
-Pensar que es “vela”, ya sabes, lo del poema- le explicó Cacín.
-Vela es eso-dijo Sacul señalando hacia los mástiles.
-En Granada no hay velas de esas- comentó Cacín- Lo destacable en Granada es lo morisco. Aunque ya no lo es tanto, gracias a nuestros encantadores reyes.
-¿Qué hace? ¿Es el vigía?- preguntó Perséfone mirando hacia las velas y viendo a Profundo en la cofa del vigía.
-A veces. Le gusta estar allí, dice que así se siente en armonía con el océano-le explicó Barriga de Oso.- Cosas de Profundo, ya ves.
-Un día podemos subir juntos, Per. Vigilaremos las estrellas-le propuso Sacul pícaramente y guiñándole un ojo. Barriga de Oso le dio una colleja- ¡Au! Sólo pretendía ser amable.
-Claro, y yo me lo creo, Don Galán-le dijo Barriga de Oso-  No la incomodes. Ya oíste a Alejandro ayer.
Sacul le sacó la lengua cuando no miraba y le indicó a Perséfone con un dedo que estaba loco. Perséfone rió. A veces Sacul tenía su gracia.
-¡Eh! Espérame, Amarillo-gritó Sacul mientras se ponía de pie en la barandilla y se tiraba al agua.
-Luego no pienso sacar a ninguno-les gritó Barriga de Oso y luego, mirando a su izquierda, dijo con fastidio:- Tú también no.
Alejandro pasó corriendo al lado de Barriga del Oso, le lanzó la nuez y saltó por encima de la barandilla a la vez que decía:
-¡Allá voy!
Se zambulló en el agua con el resto de la tripulación. Ellos lo recibieron con alegría y pronto empezaron a salpicarse entre risotadas.
-¡Ya sé!-dijo de repente Cacín- Sé lo que es “vela”.
-¿Qué?-preguntaron al unísono Perséfone y Barriga de Oso.
-La Alhambra
-¿La Alhambra? Pero si eso es un castillo-dijo Perséfone extrañada
-Sí, pero una de sus torres es llamada la Torre de la Vela-explicó Cacín- La llaman así porque es la torre que utilizaban los moriscos para vigilar que nadie entrase en la Alhambra o la atacase. Está en la parte de la alcazaba. Se me ha ocurrido al ver a Profundo, ¿no es genial?
-Oh, claro, eso tiene que ser. La llave debe estar en esa torre- dedujo Perséfone sorprendida.
- ¡Alejandro! ¡Sube aquí ahora mismo! ¡Sabemos dónde está la llave!-lo llamó Barriga de Oso y luego, dirigiéndose a Cacín, dijo:- Rápido, trae la escala.
Cuando Alejandro hubo subido al barco con el resto de la tripulación, Barriga de Oso le explicó lo que había averiguado Cacín.
-Genial, entonces ya sabemos donde tenemos que ir. Ya estamos más cerca del tesoro-dijo Alejandro contento. Su tripulación aplaudió alegre.
-Pero, ¿no tenéis un problema?-les preguntó Perséfone- La Alhambra estará muy protegida y no está precisamente al lado del mar, ¿no, Cacín?
-Bueno, nadie dijo que fuera fácil-dijo Alejandro- Sólo necesitamos un plan. De momento, me voy secar un rato al sol.
-Yo creo que es imposible.
-No, no lo es-la contradijo Alejandro quisquilloso.
-Claro que sí-replicó Perséfone cabezonamente- ¿Cómo vas a entrar? Seguramente estará muy custodiada después de todo el lío que se montó con su conquista.
-Basta. Ahora vamos a empezar de nuevo-mandó Alejandro
-¡No!-negó la tripulación en tono de fastidio.
-¿Por qué no te has callado, Per?-le preguntó Cortés a la confundida Perséfone
-Eres muy guapa pero algo testaruda –le dijo Sacul
-¡Vamos! ¡Todos al agua!- ordenó Alejandro- Menos Barriga de Oso, Cacín y Per que estaban aquí.
-¡¿Qué?! ¿Otra vez?-dijo Cortés
-¡Sí!-confirmó Alejandro
Algo molestos, los piratas se lanzaron al agua junto con Alejandro.
-Pero, ¿qué hacen?-preguntó Perséfone
-Empezar de nuevo. Cuando algo fastidia a Alejandro o no sale como le hubiese gustado, empieza de nuevo-le explicó Barriga de Oso- Bueno, tendré que volver a echar la escala.
Perséfone pensó que estaban todos locos. No sabía quién era más tonto Alejandro o el resto por hacerle caso.  Pasados unos minutos, los piratas que estaban en el agua volvieron a cubierta.
-Bien. Cuéntame ¿Qué has descubierto?-preguntó Alejandro a Perséfone cuando volvió a estar en el barco.
-Ya lo sabes-contestó molesta
-¿Qué? Pero si estaba en el agua-le dijo Alejandro con una sonrisa. Le divertía la cara de Perséfone-Me ha dicho Barriga de Oso que habéis descubierto donde estaba la llave, ¿y bien?
Perséfone lo miró unos segundos con los labios fruncidos de irritación y luego le volvió a explicar, muy seria, donde estaba la llave.
-¡Eso es fantástico! Ya estamos más cerca del tesoro-volvió a decir Alejandro y se giró hacia la tripulación para indicarle con las manos que gritaran felices como lo había hecho antes. La tripulación volvió a celebrarlo pero con menos entusiasmo.- Bien, yo no veo ningún problema. Está claro que debemos hacer planes muy buenos para entrar allí. Pero no es imposible.
Al decir “imposible” lanzó a Perséfone una evidente mirada de que no lo contradijera. Después, cogió la nuez de la mano de Barriga de Oso y se dirigió hacia la toldilla para tumbarse y secarse al sol.
-Voy a contarle a El Plumas y Pies Largos lo que hemos averiguado-dijo Cacín.
-Voy contigo-dijo Cortés- Yo me encargaré de Dragón.
-Yo se lo contaré al resto-acabó diciendo Barriga de Oso a quien siguió Amarillo
Como Perséfone no quería quedarse sola con Sacul, se fue hacia la toldilla en busca de Alejandro. Lo encontró esparramado en el suelo mientras esperaba que el calor hiciese su efecto.
-No todo lo puedes solucionar empezando de nuevo-le dijo Perséfone.
-Claro que puedo-repuso Alejandro sin abrir los ojos.
-Muy bien. Quieres decir que si te pillan entrando en la Alhambra y te llevan a la cárcel le dirás a los guardias “de nuevo” y entonces ellos te soltarán para que puedas intentar volver a entrar-expuso Perséfone en tono irónico.
-No, pero podría escaparme y volver a intentarlo.-le explicó Alejandro despreocupadamente- Siempre hay segundas oportunidades.
 -Lo dudo-le dijo Perséfone que pensaba en Belinda y luego añadió en un murmuro:-Yo nunca he tenido una segunda oportunidad
-Eso es porque no has mirado bien-le dijo Alejandro mientras abría los ojos y se sentaba. Luego se levantó y se apoyó en el timón con un brazo.-Algunas son claras y otras hay que buscarlas. También depende del pesimismo de algunas personas, como tú.
-¿Yo soy pesimista?-se indignó Perséfone
-Sí, no dejas de decir que si esto no es posible, que ni esto tampoco- le explicó Alejandro poniendo un tonito de fastidio. Luego sonrió y dijo:- Debes ser más positiva. ¿Cómo sabes que no es posible si ni si quiera lo has intentado? Para mi nada es imposible.
Perséfone no supo que decir por un momento. En parte tenía razón, pero no quería dársela.
-¿Donde perdiste esa segunda oportunidad?-le preguntó Alejandro.
-Te aburriría contándotelo-respondió Perséfone
-No me gusta aburrirme-dijo Alejandro volviéndose para coger el timón.
Como no dijo nada más, Perséfone se enfadó.
-¿Ya está?
-Ya esta, ¿qué?-preguntó Alejandro extrañado
-Creí…creí  que insistirías
-¿Por qué iba a insistir si me estás diciendo que me aburriría?-preguntó Alejandro
-No sé…Por educación-contestó Perséfone cruzando los brazos.
-No sé qué es eso. Pero si tanto te importa…cuéntamelo-le dijo Alejandro y añadió rápidamente:- Pero muy brevemente.
-No, ya no quiero contártelo-repuso Perséfone dándole la espalda
-¡No hay quien te entienda!-dijo Alejandro, aunque no estaba molesto. En realidad le divertía la situación:- Primero que sí, ahora que no…Decídete
-Muy bien, te lo contaré.
-Vale, yo intentaré escucharte
Perséfone ignoró su comentario y empezó a contarle su problema con Belinda. Cuando término, Alejandro se quedó un momento callado con los labios muy apretados, pero de repente los abrió de golpe y se empezó a reír, tanto que le salían lágrimas de los ojos.
-¿Por qué te ríes? A mí no me hace gracia.
-Creí que…que…era algo…más grave-dijo entrecortadamente entre risas- Por favor, Per. Eso se arregla…hablando.
Cuando llegó a la palabra “hablando” volvió a reírse con más fuerza. Tanto se reía que se doblaba y le costaba mantenerse en el timón. Perséfone esperó enfadada y pacientemente a que se le fuese el ataque de risa. Pero, sin saber por qué, el enfado se le fue apagando y la risa de Alejandro contagiando hasta hacerla sonreír.
-Bueno, en realidad, no era un problema tan grave. Pero para mí sí. Que de repente tu única y mejor amiga en el mundo te deje a un lado no es agradable-dijo Perséfone
-¿Era tú única amiga de verdad?-preguntó Alejandro dejando de reír por fin. Cuando Perséfone asintió, la miró y le dijo para animarla:- Pues ella se lo pierde sino te habla. Eres muy graciosa.
Perséfone sonrió mientras bajaba la mirada. Alejandro era muy raro, pero también buena persona.
-Yo te daría dos consejos-le dijo Alejandro mientras alzaba una mano con solo dos dedos arriba- Uno es que siempre debes seguir tus criterios, siempre que estos sean  buenos. Y dos, disfruta de lo que tienes
-Me gusta tu primer consejo-le confesó Perséfone- Pero no entiendo el último, ¿qué tiene que ver con lo que te he contado?
-Tiene que ver con el hecho de que estabas con tus amigos y familiares ¿No sabes lo afortunada que eres por poder disfrutar de ellos? Son gente que te quiere y busca lo mejor para ti-le explicó Alejandro-Disfruta de lo que tienes significa que vivas el momento, que valores lo que tienes y busques la manera de sentirte bien con lo que está a tu alcance.
Perséfone agachó la cabeza mientras reflexionaba sobre lo que le había dicho Alejandro. Cuando alzó la mirada, vio que Profundo se acercaba.
-Capitán, se avecina lluvia-informó una vez que estuvo al lado de ellos.
-Oh, no. ¿Para cuando crees que estará aquí?-le preguntó Alejandro.
-Para esta noche-contestó Profundo mansamente y se fue de nuevo.
-¿Cómo sabe que habrá lluvia?-preguntó Perséfone a Alejandro.
-Tiene un don especial para eso. Le encanta la naturaleza y demás-le explicó Alejandro.
Perséfone miró hacia el cielo y vio que estaba claro. No se veía ninguna nube gris. Seguro que se equivocaba. Decidió sentarse en las escaleras como antes, así al menos estaría lejos de los otros piratas. Antes habían sido agradables, pero aún no se fiaba del todo. De pronto, su tripa sonó. No había comido nada desde que se escapó de casa.
-Oye, ¿cuándo coméis aquí?-preguntó a Alejandro por encima del hombro.
-Cuando queremos, aunque no mucho porque nuestras provisiones son limitadas-respondió Alejandro- ¿Por qué? ¿Tienes hambre?
-No…bueno, tal vez…un poco. Pero si no tenéis la suficiente puedo esperar.
-Tonterías. Comeremos los dos, yo también tengo hambre.-dijo Alejandro- ¡Pies Largos! Trae aquí un poco de comida de la bodega. Mejor aún, preparad las mantas y comeremos todos.
Después de un rato, los piratas colocaron varias mantas en la cubierta y encima de ellas la comida. Había fruta, pan y pescado. Todos se sentaron alrededor de las mantas y empezaron a comer con las manos. Al principio, Perséfone se quedó algo cortada, a pesar del hambre que tenía,  pero cuando Barriga de Oso le pasó una manzana y la animó, se puso a comer tanto como los piratas.
Cuando terminaron, retiraron las mantas y la guardaron en la bodega. Perséfone les ayudó y vio las bodegas por segunda vez, la primera fue cuando la encerraron por creerla una ladrona. En la primera planta había varios cañones y, en un rincón, espadas tiradas en el suelo de manera desordenada. En la segunda había mantas, algunas colgadas entre dos palos de madera a modo de hamacas, y dos mesas con varias monedas y dados encima. Y en la última planta guardaban la comida y las mantas-manteles, además es donde se encontraba la pequeña celda donde antes habían encerrado a Perséfone.
Luego, volvió a subir a cubierta donde Alejandro hablaba con Barriga de Oso y Cacín sobre cómo entrar en la Alhambra.
-Bueno, ya nos preocuparemos de eso más tarde-decía Alejandro y se tumbaba- Hoy es para relajarse.
El cielo empezaba a oscurecerse y tener pinceladas anaranjadas. Grandes nubes grises se acercaban por el Este. Cortés había cogido una vihuela y la tocaba. A su lado, Ocho empezó a cantar y pronto todos los piratas se le unieron:

-Pirata soy
Surcando lo mares voy
Es libertad lo que quiero
Por eso no soy marinero

Pirata soy
Surcando los mares voy
El ron me encanta, es mi pasión
Por eso lo bebo a borbotón

Pirata soy
Surcando los mares voy
Esta es la vida que elegí
¡Por eso me gusta a mí!

Cuando terminaron de cantarla, todos rieron. Como por arte de magia salieron las botellas y, mientras bebían, volvieron a cantar a la vez que bailaban. Los piratas se agarraban de los brazos y daban vueltas en parejas, pasándose unos a otros al son de la música. Perséfone fue arrastrada por Alejandro a la zona de baile y de repente se encontraba dando vueltas con los demás piratas, quienes la recibieron alegremente. Cuando dejaron el baile de las vueltas, empezaron a bailar unos detrás de otros formando una fila agarrados por los hombros. Perséfone tenía que reconocer que al menos, los bailes de los piratas, eran más divertidos que los bailes de las fiestas a las que había asistido. Después del baile en fila, volvieron a estar en parejas, unidos por los brazos iban desplazándose por el barco dando brincos y cambiando de vez en cuando de parejas. Todo ello, sin dejar de cantar “Pirata soy…” Verdaderamente, era una gran fiesta.
Poco a poco, los piratas fueron abandonando la fiesta para irse a dormir a la bodega, menos Profundo, quien volvió a subir a la cofa del vigía. Perséfone se dirigió hacia el castillo de proa donde aún estaba la sábana con la que la había tapado Alejandro. 
Cuando ya llevaba un rato acurrucada en el suelo y tapada por completo, una gota cayó sobre su cara, después unas tres más y, en cuestión de segundos, un chaparrón de agua caía sobre ella. Se levantó a toda prisa mientras se cubría con la manta. Casi sin ver, debido a la oscuridad y a que la lluvia la obligaba a ir inclinada, bajó del castillo de proa con la idea de guarecerse bajo las escaleras que llevaban hasta la toldilla.
-¡Au! Me has pisado
Había chocado contra Alejandro sin querer y casi se cae.
-Perdona
-No pasa nada. ¿Ves como Profundo siempre tiene razón?-le dijo Alejandro empapándose de agua- Iba a buscarte para que durmieras en mi camarote, así no te mojarás.
-No, gracias. Dormiré debajo de las escaleras-se excusó Perséfone.
-Allí te mojarás igual y terminarás enfermando-repuso Alejandro y luego, mirando hacia arriba, gritó:- ¡Profundo! ¡Baja de ahí o te acabarás ahogando, y no quiero ninguna baja en mi tripulación! Vamos, Per.
-No, en serio, yo…
-Vamos, que nos estamos empapando-insistió Alejandro mientras la cogía por el brazo, llevándola hacia el camarote. Cuando estuvieron ambos dentro de él, volvió a hablar:- Tú dormirás aquí y yo dormiré con el resto en las bodegas.
-Oh, vaya, no quería molestarte-le dijo Perséfone mientras se deshacía de la mojada manta. Aunque en el fondo le aliviaba esa decisión. Sí que parecía de fiar.
-No, no es molestia. Bueno, sería molestia si husmearas en mis cosas… ¿Tocarás mis cosas?
-No
-¡Genial! Entonces, puedes quedarte-dijo Alejandro–.Ya me voy. Hasta mañana.
-Hasta mañana, y gracias.
Alejandro le dijo adiós con la mano y salió del camarote. Mientras cerraba la puerta, Perséfone le oyó decir  “Para que luego diga que no soy educado”. 


Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.


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