martes, 2 de diciembre de 2014

CAPITULO 11


¡Hola!
Por fin tienen el mapa del tesoro. Pegaso está más cerca de alcanzar sus sueños y disfrutar su libertad. Pero, como en la vida misma, nada es fácil, muchas cosas se interponen en tu camino, y no sólo acertijos....




11

EL REGRESO DE ORUÇ


Cuando estuvieron en las afueras de Atenas, se despidieron del anciano dándoles las gracias entre abrazos y palmadas en la espalda. Amarillo le dio como agradecimiento un trozo de oro que había arrancado de la túnica de la estatua de Atenea que había en el templo de los centauros. El anciano se puso realmente contento.
Después de unas cuantas horas de camino, mientras hablaban sobre su aventura en la Acrópolis, por fin llegaron al barco. Habían dejado la escala echada para poder subir cuando volvieran. Cuando hubieron subido todos, se pusieron de nuevo en funcionamiento, volviendo a navegar sobre las aguas del mediterráneo, pero esta vez, rumbo oeste.

Los piratas viajaban más contentos que antes pues ya faltaba menos para conseguir el tesoro de Dybá. El papel que llevaba Alejandro en las manos era un verdadero mapa y no un poema, contenía la típica equis, líneas intermitentes y un punto de partida o final que parecía ser una torre. Aunque estaba muy mal dibujado.


-Parece que lo ha hecho un crío- comentó Barriga de Oso
-¿Otra torre?-dijo El Plumas. Todos, menos Profundo, se encontraban en cubierta.
-¿Es una torre? Creí que era un sombrero-dijo Amarillo
-Parece que a Dybá le gustaban las alturas-opinó Cortés
-Y eso no parece Galicia-opinó Perséfone- Creí que en el tercer párrafo se refería a Galicia como su tierra natal.
-No. Si dice tierra natal como el pirata Dybá, entonces se refiere a la India.-le explicó Barriga de Oso.
-¡Capitán!-gritó Profundo- ¡Es él! ¡Es Oruç!
-¿Qué? No puede ser-dijo Alejandro subiendo al castillo de proa rápidamente para poder mirar hacia donde miraba Profundo desde la cofa- Profundo, ese no es su barco. No es él
-¿Quién es Oruç?-preguntó Perséfone al ver que todos se habían alterado un poco. Pero no obtuvo respuesta
-Sí, es él, capitán. Lo puedo ver con mi catalejo desde aquí-le contradijo Profundo gritando desde la cofa mirando a través del catalejo-.Habrá conseguido otro barco. Lo puedo ver. Está en el castillo de proa. De hecho, está mirando hacia aquí.
-Mierda-maldijo Alejandro volviéndose y bajando rápidamente las escaleras  hasta la cubierta-¡Baja de ahí Profundo, eres un blanco fácil!
-¿Qué hacemos, capitán?-preguntaron algunos algo preocupados
-¿Nos preparamos para un ataque?-preguntó Dragón
-No, eso no-dijo Alejandro mientras se paseaba por la cubierta pensando-Podemos esquivarlo. El problema es que nos seguirá y, tarde o temprano, nos acabará alcanzando.
-Entonces, ¿qué hacemos?-preguntó Barriga de Oso.
-Si pudiéramos detenerle o atrasarle lo suficiente para perderlo, sería genial-dijo Alejandro deteniéndose frente al cañón. Entonces, miró el mástil mayor y se le ocurrió un plan- ¡Ya sé! Necesitamos una cuerda y a varios de nosotros. Vamos a atarla a la punta del cañón y tirar de éste para que quede algo elevado, ayudándonos también de la barandilla de cubierta-miró a Dragón- ¿Sabes lo que quiero decir? ¿Podrás hacerlo?
-Claro que sí-respondió Dragón excitado- Va a ser genial
-Pues movámonos, no hay tiempo que perder-alentó Alejandro con una palmada- Cuando terminéis, coged vuestras espadas porque tendremos que estar frente a ellos un ratito.
Los piratas se dispersaron enseguida por todo el barco en busca de una cuerda de la bodega y siguieron instrucciones de Dragón para mover el cañón.
-Pero, ¿qué es lo que pasa?-preguntó Perséfone, ya algo preocupada, siguiendo a Alejandro que iba a por su espada que estaba en el camarote.
-Ah, Per, no te preocupes todo saldrá bien-le dijo volviéndose hacia ella antes de entrar en el camarote, y cogiéndola por los hombros-Ya te lo explicaré después, ¿vale?
-Vale
-Espera, te doy una espada a ti también-le dijo Alejandro mientras entraba en el camarote.
-Pero, ¿tan peligroso es que todos necesitamos espada?-preguntó Perséfone que empezaba a asustarse. Pero Alejandro no le contestó, agarraba la nuez que tenía en el cuello y estaba muy pensativo.- ¿Alejandro?
-¿Qué?-dijo volviéndose para mirarla y, al hacerlo, se le iluminó la cara-. Mira, tengo una idea. Tú esconderás la nuez y la llave
Alejandro se acercó a Perséfone y le colocó los colgantes en el cuello a través de la cabeza. Sin embargo, en lugar de poner la nuez y la llave hacia delante, los puso a la espalda de Perséfone, ocultándolos con su larga melena negra.
-No los enseñes por nada del mundo, ¿de acuerdo? Esconderé el mapa en la estantería-dijo Alejandro mientra hacía. Luego, le dio una espada a Perséfone- Salgamos para ver cómo va el cañón.
Salieron a cubierta y comprobaron en seguida que el cañón estaba tal y como quería Alejandro.
 -Perfecto-dijo Alejandro alegremente-. Ahora, Dragón, necesitaré que tú no te muevas del lado del cañón para poder encenderlo cuando sea el momento. Intenta que no te vean.
-De acuerdo, capitán.-dijo Dragón, y se fue enseguida al lado del cañón que ya estaba cargado.
-¡Barriga de Oso! ¿Estamos muy cerca?-preguntó Alejandro mirando hacia la toldilla donde estaba Barriga de Oso con otro catalejo.
-Nos faltan unos cuantos metros, Alejandro. Pero estaremos paralelos en breve-le informó Barriga de Oso.
-Vale-dijo Alejandro volviendo a mirar a cubierta. Perséfone estaba en medio de ella, observando preocupada como los piratas iban de un lado a otro. Alejandro fue a por ella y, mientras la cogía del brazo para guiarla junto a las escaleras de la toldilla, le dijo:- Per, no te quedes ahí en medio o tú también serás un blanco fácil. Quédate aquí, estarás mejor.
-Me estás asustando-le dijo Perséfone angustiada.
-No te preocupes, yo te ayudaré sí se da el caso-la tranquilizó Alejandro guiñándole un ojo.
-Claro, o yo a ti-replicó Perséfone haciendo que Alejandro sonriera
-Ya veremos… ¡Sacul!-llamó Alejandro al verlo pasar cerca- Cuídala.
-Sí, capitán-dijo Sacul poniéndose al lado de Perséfone-. Per, yo seré tu escudo.
-Qué alivio-dijo Perséfone bromeando
-No pasa nada, Per-continuo Sacul para tranquilizarla-. Esto es coser y cantar. Pronto estaremos en cualquier otro lugar, con otras bellas damiselas como la de Grecia
-¿Y la de Granada? ¿No la querías tanto que no olvidarías sus ojos?-le recordó Perséfone
-¿Sus ojos?-se extrañó Alejandro- ¿Sacul recuerda los ojos de una chica?
-Claro que sí-se indignó Sacul falsamente-, y me acuerdo de la granadina. Pero también, recuerdo los bellos ojos de las griegas.
-Claro, tú y tus chicas-dijo Alejandro
-Y sus ojos-añadió Perséfone sonriendo.
-¡Alejandro!-interrumpió bruscamente Barriga de Oso mientras bajaba rápidamente de la toldilla-. Los tenemos al lado, aunque mantenemos las buenas distancias.
-Vale. Cuídala, Sacul-repitió Alejandro mientras se alejaba hacia donde estaba el cañón parar mirar desde allí. El barco de Oruç estaba muy cerca. Ahora sí podía verlo en el castillo de proa con su horrible sonrisa.- ¡Preparaos!
Alejandro se volvió hacia su tripulación. Todos tenían una espada en la mano. Dragón y Pies Largos estaban cada uno en un cañón, el primero en el que estaba elevado, ambos apuntaban hacia el frente.
-Cuando dé la señal, Dragón-le recordó Alejandro, quien también tenía la espada a punto.
El barco de Oruç empezó a aparecer poco a poco antes ellos, a unos cuantos metros de distancia. Oruç había cambiado su posición en el barco y ahora se encontraba en cubierta. Era gordo, tenía una barba rojiza y de su fajín colgaba un mangual. De repente, habló:
-Mira quien está por aquí. Mi viejo amigo Alejandro-dijo Oruç con su ronca voz- ¿Cómo tú por aquí?
-Yo me he sorprendido tanto como tú de este pequeño encuentro-respondió Alejandro
-A mí no me ha sorprendido nada. De hecho, esperaba encontrarte-le comentó Oruç y, sin dejar oportunidad a Alejandro de hablar, añadió:-¿Dónde está tu nuez?
-Se perdió-le mintió Alejandro encogiéndose de hombros.
-No mientas Alejandro, no te queda bien-le dijo Oruç
-No voy a perder el tiempo contigo. Nos vamos-le informó Alejandro
-No quiero que te vayas sin darme esa nuez
Dicho esto, Oruç dio un golpe a una especie de cañón que tenía al lado, pero en lugar de una bola salió un gancho de tres picos seguido de una gruesa cuerda. El gancho salió a gran velocidad hacia Pegaso y sobrepaso la barandilla de cubierta. Alejandro lo vio a tiempo y lo esquivó por los pelos, al hacerlo sintió un dolor agudo en el brazo. El gancho chocó contra el mástil central, cayó hincando unos de sus picos en el suelo y retrocedió rápidamente, levantando la madera a su paso, hasta engancharse en una de las barandillas de cubierta. Pegaso dio una leve sacudida hacia delante. Justo en ese momento, Alejandro dio la señal a Dragón y Pies Largos, pues comprendió lo que pretendía Oruç. Hubo un gran estruendo. Las dos bolas de cañón fueron directas al barco de Oruç. La bola de cañón de Dragón dio en el blanco, rompiendo el gran mástil del barco de Oruç y provocando que cayera violentamente hacia un lado; la bola de Pies Largos chocó contra el suelo de la cubierta y, al hacerlo, provocó una gran una humareda blanca.
-¡Rápido, plegad las velas completamente! ¡Salgamos de aquí!-gritó Alejandro mientras cortaba con la espada la gruesa cuerda del gancho que hacía que su Pegaso se uniera a ese otro espantoso barco.
Pronto, Pegaso, como si escuchase también a Alejandro, dejó de estar frente al barco de Oruç y empezó a dejarle rápidamente atrás. Cortés y Amarillo se subieron a la toldilla para comprobar si les seguían. Vieron como el barco de Oruç, perdido entre la humareda blanca, se hacía cada vez más pequeño ante sus ojos, pues este no hacia muestras de moverse.
-Lo estamos perdiendo, mi capitán-informó Amarillo- Está lejos, muy lejos.
-Empieza a ser un punto en la lejanía-concluyó Cortés
-Me alegro-dijo Alejandro soltando el gancho con dificultad y tirándolo al mar-. Mantengamos la velocidad, tenemos viento a favor.
-¿Es que siempre nos vamos a encontrar con este tipo?-dijo el Plumas con enfado- Creía que estaría en prisión.
-Yo también lo creía. Pero al parecer no es así-dijo Barriga de Oso cruzando sus enormes brazos sobre su amplia barriga
-¿Cómo habrá escapado?-se preguntó Dragón
-No lo sé…Pero has estado genial, Dragón-le dijo Alejandro sonriéndole-. Y tú también Pies Largos, ¿cómo lograste todo ese humo?
-Ni idea, esa bola me la dio Dragón-respondió Pies Largos alegre
-La conseguí en China-explicó Dragón- Una maravilla. No sé cómo pero al chocar libera todo ese humo
-Menos mal, es ideal para que el enemigo no te vea-dijo Ocho y luego, limpiando con su manga el par de monóculos que usaba para ver mejor, añadió:- Y para empañar los cristales también.
Todos rieron antes las palabras de Ocho. Estás actuaron como una especie de saca corchos. Con un ¡ploc!, habían liberado toda la tensión existente.
-Cortés, Amarillo ¿Veis algo?-preguntó Alejandro
-No, nada. Los perdimos definitivamente-le comunicó Amarillo
Los piratas aplaudieron felices y se abrazaron unos a otros. Algunos bajaron a las bodegas a por bebida y comida para festejar, incluso Profundo se olvidó de subir a la cofa del vigía. Otros ayudaron a Dragón a poner el cañón elevado en su posición original. Perséfone se acercó a Alejandro, quien había dejado la espada a un lado e inspeccionaba el suelo de la cubierta.
-Al menos el rayajo no es muy hondo-comentó Alejandro pasando la mano por la raspadura que había hecho el gancho al retroceder.
-¡Estás herido!-dijo Perséfone a Alejandro tras soltar un grito ahogado, señalando su brazo derecho. 
-¿Qué?-dijo Alejandro levantándose del suelo y mirándose el antebrazo-¡Uh! Por eso me dolía tanto el brazo. Al parecer no esquivé muy bien aquel gancho.
-Te estás poniendo blanco-observó Perséfone mientras se acercaba a él para mirarle la herida
-Es que no me gusta ver sangre-explicó Alejandro que empezaba a tener mala cara.
-Pues no mires. Ven siéntate-le indicó Perséfone tirando del brazo bueno de Alejandro hacia las escaleras de la toldilla-He visto a gente desmayarse por eso.
-Yo no me desmayo…Falta aire aquí, ¿no?-dijo Alejandro sentándose con Perséfone en las escaleras, pero enseguida se espabiló:-¡Au! ¿Qué haces?
-Parece que no es profunda-informó Perséfone mirándole la herida- Necesitaré agua.
-Ahí tienes de sobra-dijo Alejandro sonriendo y señalando el mar.-No gastaré de la otra, la necesitamos.
-No creo que te gustara el agua de mar-dijo Perséfone-. Mi saliva servirá.
-¿Cómo?
Perséfone lo ignoró. Cogió uno de los lazos de su vestido, concretamente uno que adornaba el final de una de las mangas, le dio un lametón por un lado y lo empezó a restregar con cuidado por la herida para limpiarla.
-¡Au! Y encima con saliva-se quejó Alejandro.
-Oye, que yo soy muy limpia-dijo Perséfone
-¿Y qué? Sigue siendo saliva-repuso Alejandro- ¡Ay! Está bien, lo retiro, tu saliva es magnífica.
-Y deja de quejarte-le dijo Perséfone con una sonrisa-.¡Vaya pirata que no le gusta ver sangre y le duele una herida de nada! Se supone que los piratas son fuertes.
-Es que escuece, ¿sabes?-dijo por toda respuesta Alejandro, y luego con un murmuro, añadió:-Y si soy un pirata fuerte.
-Y ahora la taparemos para que no roce con nada y así no se emponzoñe-le dijo Perséfone mientras liaba el antebrazo de Alejandro con su lazo. Cuando terminó, preguntó:-¿Mejor?
-Sí-respondió algo distraído, observando las manos de Perséfone sobre su antebrazo, tenía las manos muy suaves.
-Me alegro-dijo Perséfone quitando sus manos de Alejandro, haciendo que este levantase la mirada
-Gracias, eres una gran sanadora-le dijo Alejandro  mirándola con dulzura-. Bueno, voy a subir a la toldilla para comprobar que no nos siguen, una vez más.
-Vale
Perséfone se unió a los piratas que ya estaban en cubierta comiendo, bebiendo y riendo mientras Cortés tocaba la vihuela. Era una velada agradable. Alejandro aún no se había unido a ellos, continuaba en la toldilla frente al timón, como siempre.
-¿Qué le pasa a Alejandro?-preguntó Perséfone a Barriga de Oso que estaba a su lado- Aún no ha bajado.
-Déjale, ya vendrá. Estará algo...alicaído-respondió Barriga de Oso-. Pero enseguida se le pasa.
-Ver a Oruç a removido los recuerdos del pasado-dijo Cacín que estaba junto a ellos
-Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó con ese pirata?-preguntó Perséfone aún sin entender nada.
-Con él no fue exactamente-corrigió Pies Largos, también estaba cerca de ellos-. Fue con su hermano, Elidas
-Verás, él era de nuestra tripulación-le contó Barriga de Oso- Pero nos traicionó con su hermano.
-Yo creo que no era su intención-dijo Cacín-. Él simplemente contó a su hermano algo interesante y creyó que éste sería tan bueno como él.
-¿Qué le contó?-preguntó Perséfone interesada
-Que nosotros sabíamos quién era el pirata Dybá. Bueno, más bien, le dijo que sabíamos cómo encontrar el tesoro del pirata Dybá-le explicó Cacín-. Pero su hermano actuó de una manera descabellada y egoísta.
-Sí, al principio se portó muy bien con nosotros, ¿recordáis?-dijo Pies Largos, bebió un poco y continuó:- Nuestros barcos se encontraron cerca de Turquía, supongo que fue cuando su hermano le habló sobre el tesoro, ¿verdad? Decidimos subirnos al barco de Oruç para beber y pasar el rato. Cuando ya nos marchábamos, ¡intentó quitarle la nuez al capitán!
-Creía que las pistas del tesoro estaban en ella. Ahora que lo pienso, en parte tenía razón-siguió hablando Cacín-.Primero intentó quitársela por la buenas, con palabras amables. Alejandro le dijo que la nuez no tenía nada que ver y se negó a hablar más del tema con Oruç, éste se estaba poniendo muy pesado. Al segundo intento, quería quitarle la nuez a la fuerza.
-Y empezamos a pelearnos todos con todos. Pero en plena lucha, nos detuvimos-continuó Barriga de Oso-. Un barco de la Real Marinería se acercaba a nosotros, lo supimos por sus numerosas luces. En seguida nos dispersamos porque nos empezaron a disparar con sus cañones. Nosotros subimos a Pegaso a toda prisa. Suerte que teníamos viento a favor y pronto empezamos a movernos.
-¿Y qué pasó con Oruç?–preguntó Perséfone con curiosidad
-A pesar del tumulto, seguía intentado conseguir la nuez. Elidas quiso separar a su hermano del capitán y se quedó atrás con ellos. El capitán logró deshacerse de Oruç y saltó a Pegaso - le explicó Pies Largos, después recordó extasiado-: ¡Pero el barco de Oruç estaba siendo acribillado por los cañones de los enemigos! No sé por qué, Elidas dejó a su hermano atrás y quiso saltar a nuestro barco…pero no lo consiguió, cayó al agua.
-Alejandro trató de agarrarlo pero no pudo-contó Cacín-. Quisimos sacarle del agua pero el barco de Oruç estaba demasiado cerca y también se movía hacia nuestro lado…No lo vimos salir del agua.
-¿Lo pilló el barco?-se sorprendió Perséfone
-Eso, o se ahogó. Porque, como te ha dicho Cacín, no lo vimos salir-le respondió Barriga de Oso
-Vaya…y eso entristece a Alejandro-dedujo Perséfone
-Sí, Elidas era de nuestra tripulación-le dijo Barriga de Oso- Era el nuevo, pero llevaba unos meses embarcado.
Los cuatros se quedaron en silencio. Perséfone se volvió para mirar hacia el timón y vio que Alejandro no estaba allí. Se extrañó mucho pues no lo había visto bajar. Se levantó del suelo y se dirigió a la toldilla. Alejandro estaba tumbado junto al timón mirando las estrellas, pero al notar a Perséfone allí se incorporó rápidamente.
-Ah, eres tú
-¿Por qué no bajas? Te estás perdiendo las nuevas canciones de Cortés y los bailes de Dragón-dijo Perséfone, trataba de animarle.
-Iré más tarde-dijo Alejandro con una triste sonrisa-. Ahora mismo no tengo ganas
-¿Estás bien? Nunca te habría imaginado diciendo eso, con lo jocoso que eres.
-¿Jocoso?
-Divertido, jovial, animado…eso es jocoso-explicó Perséfone
-Ya. Es que tu saliva me ha afectado-bromeó Alejandro.
-Qué gracioso. La próxima vez usaré la saliva de Dragón-le dijo Perséfone
Alejandro sonrió un poco pero no siguió la broma, cosa que demostraba a Perséfone que estaba deprimido. Se sentó a su lado y dijo:
-No debes entristecerte por ese Oruç.
-Él no me entristece, ni si quiera me preocupa-dijo Alejandro mirando al suelo.
-Su hermano, entonces-se aventuró a decir Perséfone, y luego le aclaró-. Me han contado la historia
-Tampoco es él. Soy yo-dijo Alejandro alicaído- No lo esperé. Lo dejé atrás y por mi culpa se cayó.
-Vamos, tú no tienes la culpa de eso.
-Sí, porque lo dejé con su hermano y no lo esperé. Estaba tan enfadado con él y su estúpido hermano…Creí, que como eran hermanos, Elidas estaría del lado de Oruç-le explicó Alejandro angustiado, haciendo hincapié en la palabra "hermanos", y luego añadió un poco triste-: Pero me siguió. Entonces, estaba del mío.
-Pero no te puedes culpar por eso. Aunque lo hubieras esperado, no habría servido de nada. La Real Marinería os hubiera capturado o matado a los dos-le dijo Perséfone. Después opinó:-Además, quien sabe de qué lado estaba. A lo mejor saltó porque el barco de Oruç se estaba hundiendo y siendo capturado.
-No sé. No creo, él era buena gente…debí evitar que cayera-insistió Alejandro apesumbrado- Fui un mal capitán
-Fue un accidente, sin querer, pasan sin que sepamos que van a pasar. No tienes la culpa de ello-le dijo Perséfone tratando de consolarlo.
-Oruç seguro que no piensa eso. Él me odia. Me culpa por lo que le pasó a su hermano-contó Alejandro- Y porque no le di la nuez.
Perséfone recordó entonces que continuaba teniendo la nuez y la llave en su cuello. Se quitó los colgantes por la cabeza, se los colocó a Alejandro y le dijo mirándole a los ojos, que brillaban:
-Alejandro, eres el pirata más bueno que jamás he visto. Eres un gran capitán, harías lo que fuera por tu tripulación, la cual es igual de fantástica. Sé, sin necesidad de verlo, que hiciste todo lo que pudiste por Elidas, que habrías saltado del barco a por él. Pero no debes culparte por lo que le pasó, fue algo que ocurrió sin más. Sé que no tienes la culpa, y tú también. Y ese Oruç no merece ni que lo pienses. En mi opinión, a pirata no te llega ni al tobillo.
Alejandro se rió antes las últimas palabras de Perséfone. En general, todas sus palabras le habían agradado y animado.
-¡Ajá! Yo también te he hecho reír-señaló Perséfone sonriendo
-Gracias, por hacerme reír. Eres una gran amiga.-contestó Alejandro con una sonrisa y, acto seguido, la abrazó.
Perséfone se quedó paralizada durante un momento, pero luego sus brazos también lo rodearon. Sentía y entendía que Alejandro necesitara un abrazo. Un abrazo lo cura todo, te devuelve las energías, además de hacerle saber a la otra persona que estarás ahí siempre que te necesite. Sentía un gran cariño por Alejandro en esos momentos, y una parte de ella quería estar abrazada a él.
Luego, comprendieron que se estaban abrazando durante mucho rato y se separaron rápidamente. Hubo un breve e incómodo silencio entre ellos, en el que se miraban de reojo, silencio que rompió Alejandro.
-¿Con qué me consideras el pirata más bueno?-preguntó Alejandro pícaramente, dándole con su hombro en el suyo a la vez que guiñaba.
-En el sentido de la bondad-le aclaró Perséfone
-Claro…
-Es cierto
-Ya…
-Bueno, yo voy a bajar a cubierta-dijo Perséfone poniéndose de pie para evitarle-. Si quieres seguirme…
-Voy-dijo rápidamente Alejandro también levantándose-Porque soy jacoso
-Es jocoso-le corrigió Perséfone entre risas mientras bajaban hasta la cubierta.
Los piratas los recibieron de buena grado y pronto empezaron a cantar, reír y bailar con más entusiasmo.



Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y felicidad.


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