¡Hola!
¿Sabéis esas veces que se escriben trozos de historias que finalmente no encajas en el argumento? Esas historias que se te ocurren para fundamentar el presente de la historia o algunas conexiones de la misma, pero que no terminas de narrar o no narras porque no le encuentras el hueco.
Por ejemplo, yo para empezar a escribir Pegaso, primero me imaginé: el pasado de Dybá, el por qué son así algunos personajes o determinados hechos de la historia... Me narraba pequeñas aventuras para fundamentar bien el argumento y saber guiarme mejor por la historia principal de Perséfone y Alejandro.
Pues bien, aquí os dejo una de esas historias extra, de esas que no incluí en la aventura de Pegaso pero que sin ella tampoco sería como es. En esta historia se narra algo muy interesante: el origen de Pegaso.
El origen de Pegaso
El barco ya estaba terminado. Su
madera pulida reflejaba la luz del sol y sus blancas velas ondeaban tensamente
en la dirección del viento. En el mar,
observó, se veía aún más bonito que cuando lo había visto por primera
vez en aquel taller del puerto.
-Muchachos, ese es el
barco-afirmó el pirata con decisión y una sonrisa en el rostro a los piratas
que le seguían.-Esta noche, será nuestro.
Se fue, pero aquella noche volvió
con un buen plan, basándose en toda su experiencia en la piratería y las
enseñanzas que había adquirido gracias al gran pirata Dybá. Este ya había dado
por zanjada la piratería, decidiéndose quedar en aquel puerto gallego de
Rísoen. Él, en cambio, jamás soñaría con dejar aquella maravillosa vida de
libertad. Tendría su propia tripulación, hallaría valiosos tesoros y, por
supuesto, poseería aquel maravilloso barco que tanto le había cautivado.
Incluso, había tomado la decisión de ir a por su pequeño hijo de seis años, de
quien un par de años atrás había conocido su existencia. Un hijo… un hijo
pirata… Ya se lo imaginaba, heredando sus dotes de pillería, su maestría con la
espada y convirtiéndose, quizás, en otro gran pirata como Dybá y él mismo.
Tras una larga noche de
escondites, pequeñas batallas con los guardias y una memorable huida, consiguió
embarcarse y robar aquel fantástico navío. En seguida, en cuanto estuvo en mar abierto, ordenó a sus piratas poner
rumbo a África donde aguardaría en aquella tribu hasta que hubiera pasado el
peligro y no echaran de menos a esa maravilla que ahora surcaba los mares bajo
su mandato. Poco a poco, fue acostumbrándose a cada parte del barco: sus cabos,
su cofa, las bodegas, el camarote, el timón… Durante la travesía a África, lo
llegó a conocer tan bien que incluso le pareció que aquel barco era una
extensión de sí mismo, una parte más de él, una parte muy esencial que le
brindaba todo aquellos sueños que anhelaba: la piratería y la libertad.
Una vez escondido en aquella
tribu africana que había conocido gracias a Dybá, mejoró un poco el aspecto del
barco. Cambió sus velas blancas por otras amarillas que adquirió por medio de
los habitantes de la tribu, y ennegreció un poco su casco, de manera que se
disfrazaba ante los ojos de quienes lo habían conocido en aquel puerto donde lo
había robado. También llenó de comida y bebida sus bodegas; colocó jergones y
hamacas en su planta baja y cubierta; un par de brújulas, catalejos y mapas
adornaron el camarote, el cual ya estaba cómodamente amueblado con estanterías,
una mesa y una cama.
Sólo le faltaba un detalle: el
nombre. ¿Cómo llamaría aquel navío? Debía de ser un nombre que hiciera honor a
su grandeza y a todo aquello que significaba para él: sueños, piratería y
libertad. Una noche, al mirar las
estrellas tumbado sobre la hierba, el nombre apareció en su cabeza con el asomo
de una sonrisa. Rápidamente, se apresuró a pintarlo en uno de los costados de
su querido barco. Se llamaría Pegaso.
Al observarlo con detenimiento,
una sensación de orgullo y felicidad lo embargó. Sería el capitán pirata del
magnífico Pegaso. Con él surcaría los mares, tendría maravillosos tesoros, su
nombre resonaría con envidia en los oídos del resto de piratas y sería temido
por los odiosos marineros. Con Pegaso volaría entre las estrellas, pensó de
manera poética. Ya podía verlo, todo
sería maravilloso… Y lo más importante, sería heredado. Su pequeño hijo también
disfrutaría de él. Sí… su hijo, Alejandro, algún día también sería el gran
capitán de Pegaso.
Y este es el origen, ¿podéis adivinar quién es el protagonista de dicha historia? Es bueno que lo adivinéis pues es otra pista más para la segunda parte de Pegaso, de hecho, es un personaje esencial para la próxima aventura.
Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario