¡Hola!
Os traigo un nuevo capítulo. Espero que os guste. Aquí, como en casi todo, no resulta tan sencillo conseguir lo que se desea. Aún queda un poco para que esta aventura llegue a su fin. De momento, os dejo disfrutar del recorrido.
Gracias por estar ahí, leyendo, no sabéis lo importantes que sois para mí. Mil gracias :)
16
LA
ESPADACHINA Y EL RESCATA PIRATAS
Tras
tres días de camino, consiguieron volver a Pegaso.
Estaban muy felices por haber encontrado el tesoro.
Cuando se encontraban a unos cuantos metros del barco, entre los últimos árboles del bosquecillo, Ocho detuvo la carreta de golpe. Todos cayeron hacia delante bruscamente.
Cuando se encontraban a unos cuantos metros del barco, entre los últimos árboles del bosquecillo, Ocho detuvo la carreta de golpe. Todos cayeron hacia delante bruscamente.
-Ocho, pero, ¿qué haces?-preguntó Cortés
algo molesto, frotándose la frente.
-Mirad, es él-dijo Ocho señalando hacia Pegaso.
Todos miraron hacia donde les indicaba. Pegaso estaba siendo invadido por
piratas. Provenían del barco de al lado, éste estaba algo retirado por culpa de
las rocas, de modo escalaban por Pegaso
desde la misma playa. Oruç se encontraba ya en cubierta, dando órdenes a los pocos
piratas que habían subido hasta el momento.
-¿Cómo nos ha encontrado? Creí que este
lugar sólo lo conocería Dybá-dijo Dragón impresionado.
-Parece que no es así-dijo Barriga de
Oso-. Ha llegado como nosotros, por el mar.
-¿Qué hacemos, capitán?-preguntó Pies
Largos.
-No voy a dejar que destroce mi
barco-dijo Alejandro muy serio mientras bajaba de la carreta-. Aún podemos
detenerles. Iremos con cuidado a por los que aún siguen en tierra sin que Oruç se
dé cuenta. Vamos, desenvainad vuestras espadas y seguidme.
Rápidamente bajaron de la carreta,
incluida Perséfone.
-Tú te quedas-le ordenó Alejandro y luego
se dirigió a los piratas- Dejaremos oculto el tesoro aquí.
-No, yo quiero ayudar. Sé manejar la
espada-replicó Perséfone
-Ni hablar, no pienso dejar que corras
ningún peligro-se negó Alejandro- Sacul, quédate con ella.
-¿Qué?-dijeron Sacul y Perséfone a la
vez.
-Por favor, Sacul. Confío en ti-dijo
Alejandro, luego ordenó al resto:-Vamos.
Todos, menos Sacul y Perséfone,
siguieron a Alejandro. Sin hacer ruido, ocultándose de vez en cuando en algunas
de las rocas que había antes de llegar a la orilla, se acercaron a los piratas
que aún estaban en la playa. Cuando sólo estaban a unos palmos de ellos, una
pluma llegó hasta El Plumas. Al principio sonrió, pero después, tras mirar hacia
Pegaso, su rostro se endureció. Uno
de los piratas que se hallaban en el barco, había encontrado el saco donde El
Plumas guardaba sus apreciadas plumas y lo vaciaba sobre la cubierta,
provocando que se esparcieran por todos lados. Alejandro se dio cuenta y miró a El
Plumas que se había apartado de la roca donde se ocultaba y se dirigía a la
orilla rápidamente. Alejandro corrió tras él seguido del resto.
-No, Plumas- lo llamó Alejandro
intentando detenerle, pero era demasiado tarde.
-¡Quietos!-les decía El Plumas.
Los pocos piratas que había en la playa
se volvieron hacia ellos con espada en mano y comenzó la lucha. Cuando parecía
que ganaban, se les unieron los piratas que había en el barco junto con Oruç.
Perséfone y Sacul observaban desde
lejos, entre los árboles, la escena con tensión.
-Tenemos que ayudarles, Sacul-le
insistió Perséfone.
-No, Per. No puedo dejarte sola-repuso
Sacul observando angustiado la lucha.
-Iré contigo-declaró Perséfone pero como
Sacul seguía poco convencido, continuó insistiendo:-Sabes que manejo la espada.
-Pero, esto es diferente…
-Tú también quieres ayudarles. Nos
necesitan, Sacul-le dijo Perséfone tratando de convencerle-. Con nosotros
igualaran a los otros piratas. Mira, Cortés está luchando contra dos y sabes
que no es muy bueno con la izquierda.
-Pero…tú no tienes espada-señaló Sacul, que empezaba a pensárselo-. Alejandro me matará.
-No podrá matarte si le pasa algo.
Además, te equivocas. Sí tengo una espada-le dijo Perséfone- La que cogimos del
tesoro.
Sacul dudó un momento, primero miró a
Perséfone y después la batalla que se libraba a las orillas del mar.
-Muy bien, coge tu espada.
-Vale.
Perséfone fue hacia donde habían
ocultado los sacos del tesoro. Cuando regresó con la espada, Sacul había
desatado uno de los caballos de la carreta.
-El elemento sorpresa-le dijo Sacul
señalando el caballo.
Perséfone montó tras Sacul y se
dirigieron galopando rápidamente hacia la orilla. En cuanto llegaron, desde el
caballo, se pusieron a dar golpes con la espada. Todos se sorprendieron mucho
de verlos y la lucha se animó a su favor. Todo iba bien en un principio, habían
logrado librar a Cortés del segundo pirata, pero de pronto alguien tiró a Sacul
del caballo y lo cogieron entre dos piratas. Perséfone bajó del caballo
rápidamente e intentó defenderle.
-¡Dejadle en paz!-les gritó Perséfone,
pero a ella también la cogieron por detrás, tirándole la espada:- ¡Suéltame!
Alejandro la oyó y paró de luchar con su
pirata contrincante para ir en su busca pero pronto se vio interrumpido por la
espada de Oruç, la cual esquivó de milagro.
-¡Quietos!-gritó
Oruç quien no paraba de señalar a Alejandro con su espada-¡Tirad las espadas o me temo que os quedaréis sin capitán!
Toda la tripulación de Alejandro se
detuvo de inmediato, además de los piratas de Oruç.
-No le hagáis caso-les dijo Alejandro.
-O eres tú, o tu amiguito-le dijo Oruç
señalando a Sacul, a quien lo mantenía sujeto por detrás el pirata que lo había
hecho caer del caballo a la vez que sostenía una espada junto a su cuello. Al
ver la cara de Alejandro, Oruç añadió:-Sabía que preferirías mi orden. Tirad
las espadas.
La tripulación de Alejandro lo hizo y,
en seguida, se vieron atrapados por las espadas de los malvados piratas de Oruç.
-He esperado este momento durante mucho
tiempo, Alejandro. Desde aquella maldita noche-le confesó Oruç en voz alta para
que todos lo escucharan, dándole a la vez una patada a la espada que Alejandro
había tirado para alejarla de él-. Escapé de aquella prisión, dejando una parte
de mi atrás-señaló el palo que había en su pierna derecha en el lugar donde
debería haber estado un pie-. Logré un barco, convenciendo aquel estúpido
príncipe de que le daría el tesoro de Dybá. Debo reconocer que fue generoso, me
dio un barco y una tripulación de honrados marineros, de la cual me desasí y
cambié por unos groseros piratas. El caso es que sigo buscando el tesoro y tú
sabes dónde está.
-Tú también, ¿no?-dedujo Alejandro
seriamente-. De lo contrario no estarías aquí.
-Lo curioso es que leí el poema que
según mi hermano, del cual te libraste, llevaba al tesoro. Pero no entendí nada.
Sólo cuales serían los lugares principales-explicó Oruç.
-¿Leíste el poema? ¿Cómo?-preguntó
Alejandro extrañado-. Yo arranqué la página del museo.
-Idiota, ese poema es el lema de aquel
pueblucho. Está en todos lados. Supongo que no sabían que era un pirata, sino
no estaría tallado en cada lado del puerto-comentó Oruç- Copié el poema y me
fui. Como no sabía qué lugar de Andalucía se refería el poema, decidí pasar a
la siguiente ciudad: Grecia. Quedaba claro que era en Atenas, la ciudad de la
diosa, así que decidí ir hacia allí. ¡Cual es mi sorpresa al cruzarme contigo!
Eso me confirmó que ibas tras el tesoro. Pero no pude seguirte, me destrozaste
el mástil. Aunque no importó, sabía dónde te dirigías.
-Lástima-se lamentó Alejandro.
-No tanta. Ahora quiero que me digas
donde está el tesoro-le ordenó Oruç alzando un poco más la espada en dirección
hacia él, mientras indicaba a uno de sus horrendos piratas que se colocara tras
Alejandro y así no tuviera oportunidad de huir.
La tripulación de Alejandro se tensionó,
al igual que Perséfone.
-¡Vamos, dímelo!-le instó Oruç con la
espada al ver que callaba- Hazlo, o verás como caen los miembros de tu
tripulación, uno por uno. Aunque claro, no sé si te importarán demasiado. Ya
dejaste caer a uno de ellos y ni te inmutaste.
-Yo no lo deje caer-replicó Alejandro,
sabía que hablaba de Elidas.
-Lo dejaste caer, a pesar de que te
defendió-le acusó Oruç enfadado- No debió saltar.
-No saltó porque me quisiese pues estaba
de tu lado-le dijo Alejandro-. Si no fuera así, me hubiese seguido en cuanto me
libré de ti, pero se quedó y saltó mucho después que yo.
Oruç se quedó por unos momentos sin
habla, pero en seguida se recompuso.
-¡Dime dónde está el tesoro!-le ordenó
gritando Oruç.
-Aunque te lo diga vas a acabar con todos-repuso
Alejandro adusto y añadió con una sonrisa:- Y prefiero que te quedes con las
ganas.
-¡Tú lo has querido!
Oruç lo empujó haciendo que chocará
contra el pirata que tenía detrás, el cual sujetó a Alejandro. Oruç levantó la
espada hacia él, y justo cuando iba asestar el golpe…
-¡No!-gritó Perséfone a la vez que
pisaba a su captor y se desasía de él. Se adelantó y dijo a Oruç:- Yo puedo
decirte donde está el tesoro.
-No, Per. No digas nada-le ordenó
Alejandro.
El pirata que la había capturado fue de
nuevo a sujetarla, pero antes de que ella se resistiera Oruç lo detuvo.
-No, déjala. Vaya, Alejandro, no sabía
que tenías un nuevo miembro en tu tripulación. Mucho más bonito que los demás, he
de reconocer-dijo Oruç mirando con mucho interés a Perséfone sin dejar de
apuntar a Alejandro-. ¿Dices que sabes dónde está el tesoro, preciosa?
-Sí, te lo diré si no haces daño a nadie-respondió
Perséfone algo asustada.
Oruç se echo a reír junto con sus
malvados piratas. Perséfone lo ignoró. Se había dado cuenta que justo a su lado
había una espada. Miró la espada y después a Alejandro, quien había comprendido
que se le había ocurrido y negó con la cabeza.
Pero no pudo ser. Oruç se dio cuenta de
sus miradas y, sin previo aviso, se dirigió furioso hacia Perséfone con su
espada en alto.
-¡Cuidado, Per!-escuchó decir a Ocho y Cacín.
Perséfone actuó instintivamente, cogió
la espada que había junto a ella en el suelo y detuvo la de Oruç. Giró
sobre sí misma para librarse del cruce de espadas y, de pronto, estaba luchando
contra él. Sus amigos la animaban aún
retenidos por los piratas enemigos.
-¿Es todo lo que sabes hacer?-se burló
Oruç riendo a la vez que luchaba- Admito que te desenvuelves pero…
Perséfone aprovechó la distracción para
ejecutar un golpe que le habían enseñado Alejandro, logrando quitar de un plumazo
la espada de la mano de Oruç. Este se quedó muy sorprendido, retrocedió y cayó
al suelo por culpa de su pata de palo. Perséfone reaccionó rápido, cogió la
espada caída y apuntó a Oruç con ambas espadas.
-¡No te muevas!-le ordenó Perséfone.
-Tranquila…Vaya, eres muy buena.
-Tuve grandes maestros-le dijo
Perséfone. Sus amigos rieron-. Ahora, suéltales.
-Claro.
Perséfone dejó que se levantara. Pero
fue un error. Oruç había aprovechado para coger arena mientras estaba sentado
el suelo y cuando se levantó se la tiró a Perséfone a los ojos.
-¡Apártate, Per!-le gritó Alejandro.
Pero no lo hizo. Oruç la empujó hacia un
lado, tirándola al suelo, y corrió hacia el caballo que Sacul había desatado de
la carreta. Perséfone se desorientó por un momento pero escuchaba golpes
seguidos en la arena.
-¡Per, ahora, a la derecha!-le gritó
Alejandro
Perséfone, sin ver nada, rodó hacia la
derecha y esquivó por muy poco a Oruç. Por fin, se levantó y vio. Oruç montaba
en el caballo a lo lejos y lo hacía girar mientras sacaba de su cinto el
mangual.
-¡Per, corre!-le dijo Barriga de Oso
Perséfone echó a correr hacia el lado
opuesto, pero de repente tuvo una alocada idea. Se giró y corrió hacia Oruç, a
la vez que este galopaba hacia ella.
-No, ¿qué haces? ¡Vuelve atrás!-le gritó
Alejandro junto al resto de su tripulación.
Perséfone, justo antes de chocar contra
el caballo, se desvió hacia el lado donde Oruç hacia girar su mangual y levantó
una de las espadas. El mangual se enredó en la espada, retrasando la mano de
Oruç. Gracias a su peso y a la ayuda de Perséfone, que tiró hacia abajo, Oruç cayó al suelo. El caballo continuó hacia delante sin jinete
que lo gobernase.
-¡Quieto!-le ordenó Perséfone a la vez
que le apuntaba con la espada que le quedaba libre, se había agachado junto él
debido al peso del mangual y del mismo Oruç- ¡Le advierto que no me dejo
engañar dos veces! ¡Libéralos!
-¡Jamás!-le gritó Oruç tirado en el
suelo e inmovilizado por la espada con la que le apuntaba. El mangual que
agarraba quedaba inutilizado por culpa de la otra espada enredada en él. Perséfone
alzó la espada con la que le apuntaba con mala cara, así que añadió
rápidamente:-¡Está bien, está bien! ¡Soltadlos, ya habéis oído a la señorita!
Los piratas de Oruç, algo atolondrados, tiraron
las espadas e inmediatamente la tripulación de Alejandro les plantó cara.
-Sacul, trae las cuerdas-ordenó Barriga
de Oso mientras apuntaba a su ex captor con la espada que le había arrebatado.
Alejandro se libró del pirata que le retenía gracias
a Pies Largos, y fue rápidamente junto a Perséfone. Profundo y Ocho también se
acercaron.
-¿Estás bien?-le preguntó Alejandro
apartándola de Oruç de quien se ocuparon Profundo y Ocho.
-Sí, estoy bien-respondió Perséfone
sonriéndole levemente, soltando las espadas.
Alejandro le sonrió también y después la
abrazó fuertemente.
-Me tienes que decir donde conseguir una
como ella-le gritaba Oruç, interrumpiendo el abrazo, mientras lo ataban junto a
sus horribles piratas.
-No creo que haya otra igual-respondió
Sacul.
Alejandro y Perséfone se acercaron donde
Oruç y sus piratas estaban muy bien atados.
-Amarillo, espero que hayas hecho uno de
tus nudos-le dijo Alejandro.
-Sí, lo hice-respondió Amarillo.
-Bien, coged los sacos-les mandó
Alejandro alzando las cejas, indicando que no dijeran que era el tesoro.
-Gran muchacha la que tienes-volvió a
decir Oruç-. Me ha vencido… una mujer…
-Siempre puedes mentir y decir que
fueron dos tipos grandes con malas pulgas-le sugirió Barriga de Oso-. Aunque nosotros
no contaremos la misma historia.
Ocho, Amarillo, Profundo y Dragón
volvieron con los sacos, y con ayuda de Barriga de Oso los empezaron a subir al
barco. Cortés y Sacul recogía las espadas junto a Cacín, y El Plumas intentaba
recuperar las plumas que habían caído en la arena.
-Estarás contento. Conmigo ya te habrás
librado de todos los hermanos Aruj-le dijo Oruç desdeñosamente a Alejandro.
-Subid al barco-dijo Alejandro a
Profundo quitándole una de las monedas de oro del saco- Tú también, Per.
Perséfone siguió a Profundo y por el
camino cogió una de las plumas que había en la arena. Antes de dirigirse a Pegaso, Alejandro se volvió a Oruç.
-¿Sabes? Pienso que le dirías algo a tu
hermano que hizo que me siguiera, tu cara me ha dado la pista antes-le comentó
Alejandro mirándole. Oruç evitó su mirada-. En todo caso, fue un accidente.
Creías que llegaría a mi barco pero cayó… En fin, espero que no nos volvamos a
ver.
Alejandro le lanzó la moneda que había
cogido del saco que llevaba Profundo. Oruç lo miró sorprendido pero Alejandro
ya le había dado la espalda y subía la escala.
Cuando Pegaso se retiraba poco a poco de la playa, una bola de cañón salió
de su cubierta y fue a chocar contra el casco del barco de Oruç.
Más en la próxima entrada.
Suerte, luz, fuerza y feliz día a todos.