¡Hola!
Os dejo el capitulo 2 de "Pegaso". He pensado que sería buena idea mostraros, al menos, tres capítulos. Siempre he creído (desde que leí "el cuento número trece") que el número tres es mágico y trae suerte. Por ello, decidí haceros este pequeño regalo hasta 3. Después, dependerá de vosotros el seguir la historia o no... Espero que os guste.
2
EL
POEMA ROBADO
-Vamos, no te quedes ahí o te verá-le
dijo el muchacho mientras la agarraba del brazo y la acercaba un poco más hacia
donde estaba el timón:-Tranquila, ese hombre no te molestará más. Por cierto,
mi nombre es Alejandro. ¿Y tú cómo te llamas?
-Perséfone-contestó algo nerviosa y aún
confundida.- Mire, yo mejor me…
-¿Perséfone? ¿En serio?-preguntó
Alejandro extrañado- Pobrecilla…te llamaré, Per.
-¿Qué?-se enfadó Perséfone a pesar de
estar asustada- ¿Por qué? Me gusta mi nombre.
-¿Ah sí?-siguió sorprendiéndose
Alejandro
-Sí-enfadándose más. Ese tal Alejandro
era muy idiota. Eso no le confirmaba que era un pirata, pero sí que era un
hombre.- Es un nombre griego muy bonito. No es común. Es difícil encontrar a
otra Perséfone. Al contrario que Alejandro que además es…feo
-No es cierto, porque lo llevo yo-dijo Alejandro
con altivez soltando una risotada y moviendo el timón. El barco ya empezaba a
moverse y alejarse poco a poco del puerto
-Pues a mí no me gusta. Por eso te
llamaré…-miró a los lados en busca de inspiración y al bajar la mirada hacia su
vestido dijo:-Nuez
-¿Nuez? ¿Por qué me…?-pero se cortó al
mirarla- ¡Tienes mi nuez!
-¿Qué? ¡Au!- gritó Perséfone pues
Alejandro le había arrancado de un tiró el colgante que se había atado al
cuello.
-Por eso huías. Habías robado a alguien
y ese guardia te pilló- reflexionó Alejandro y luego se indignó- ¡Me robaste!
-No-negó Perséfone- Yo solo…
-Sí, claro…- la cortó Alejandro- Excusas
y mentiras, las sé todas.
-Pero si no he dicho…
-Ya, ya, ya… ¡Ocho! ¡Amarillo!
-¿Qué?-se extrañó Perséfone.
Enseguida, a su lado aparecieron dos
hombres. Uno era gordo con unos enormes monóculos redondos unidos entre sí que
se mantenían sobre su nariz gracias a unas cuerdecillas enlazadas a sus orejas,
y el otro era un muchacho vestido desde la cabeza a los pies con ropas de un
destacado color amarillo.
-Llevad a esta ladrona al calabozo. Más
tarde la tiraremos por la borda-ordenó Alejandro con una sonrisa.
-¡Genial! Hace mucho que no tiramos a
nadie por la borda-se alegró Amarillo.
-¡Sí! Pero esta vez lo haremos algo
alejado de tierra firme.-dijo Ocho- ¿Os acordáis del tipo aquel? Vaya cabezazo
se dio.
Alejandro y Amarillo asintieron con
pesar.
-Pero al menos salió a flote - recordó
Alejandro- Bueno, ¿a qué esperáis? Lleváosla
-¡No, espera…!-empezó a decir Perséfone
Pero los hombres la cogieron por los
brazos y se la llevaron entre risas a la fuerza hasta los calabozos.
Mientras tanto, Alejandro se ató la nuez
al cuello y cogió el pergamino que había robado de aquel museo. El puerto ya no
se veía, el barco estaba por fin en mar abierto.
-¡Marineros!-llamó Alejandro a su
tripulación colocándose delante del timón para ver mejor. Como su tripulación
lo miraba con mala cara, se corrigió y dijo:-¡Piratas! Lo tengo. Nuestro viaje
no fue en vano.
Los piratas aplaudieron con entusiasmo,
algunos silbaron y otros pegaron un buen trago de la botella que tenían en la
mano.
-¡Vamos, capitán! Indícanos que rumbo
tomar.-dijo uno con una gran barriga
-¡Sí! ¿Dónde está el tesoro?-gritó otro
delgaducho al que le faltaban dientes
Alejandro observó el papel que tenía en
la mano y comprendió que no entendía nada. En el papel sólo había letras. Él ya
había supuesto que el papel contendría letras pero pensaba que también habría
un mapa. Sin embargo, no había indicios de que fuera un mapa, tenía una especie
de equis hacia el final del papel pero no unos pasos tras ella. Sólo había unos
dibujos y letras, palabras, frases…cosa que Alejandro no entendía porque no
sabía leer. Intentó disimular delante de su tripulación, pues si estos se
percataban de que no tenía ni idea de cómo continuar le perderían el respeto.
Entonces, tuvo una idea. Aquella chica, Per, sabía leer. Había sabido cómo se
llamaba el barco. Podría decirle que ponía en el papel.
-¡Traedme a Per!-gritó Alejandro
dirigiéndose especialmente a Amarillo y Ocho
-¿Quién es Per?-preguntaron a la vez. Lo
mismo que el resto de la tripulación.
-¡Per! La chica-explicó Alejandro- Se
llama Perséfone
-Perse… ¿Qué?-preguntó Ocho
-Vaya nombre…normal que se dedique a
robar nueces-dijo Amarillo
-Bueno, pero a ella le gusta-repuso
Alejandro encogiéndose de hombros- Vamos, id.
Amarillo y Ocho fueron a por Perséfone.
Cuando está apareció en cubierta con cara de pocos amigos, Alejandro, acercándose
ella, dijo:
-¡Per! ¡Cuánto tiempo!-la cogió por el
hombro rodeándola con un brazo y continuó:- Mira, sé que antes no hemos empezado
con buen pie. Pero estoy dispuesto a perdonarte el que me robaras mi nuez.
Total, me la has devuelto.
-¡Nunca la robe! Fue sin querer…-trató
de explicar Perséfone. No quería que la tiraran por la borda ni que su cabeza
pegara contra una roca como la de aquel tipo. Pero volvió a ser interrumpida
por Alejandro.
-¡Ah! ¡Sin querer! Asunto aclarado. Podemos
retomar nuestra amistad-dijo felizmente Alejandro soltando su hombro- Mira, tú
sabes leer, ¿verdad?
-Sí, claro.
-Bien. Lee-le dijo tendiéndole el papel
-¿Por qué no lo lees tú?... ¡No sabes
leer!
-¡Lee o te tiró por la borda!-la amenazó
Alejandro dándole el papel. Detrás, la tripulación hizo una ovación.
Perséfone lo miró enfadada. Sabía que
aunque leyese el papel, la tirarían igualmente por simple diversión. De repente,
una idea brilló en su cabeza.
-Vale, lo leeré a cambio de algo-dijo en
voz alta para que la oyese también la tripulación
-¿De qué?-preguntó Alejandro
-De una promesa…una Promesa de
Capitán-se inventó Perséfone y añadió:-Supongo que sabrás lo que es.
-Claro que sé lo que es una promesa
-Entonces, sabrás que las de Capitán son
más valiosas que las normales. Si la cumples, demostrarás no sólo ser un verdadero
capitán sino uno de los mejores.-explicó Perséfone y luego se dirigió al resto
de los piratas:- Toda tripulación es más segura si sabe que su capitán cumple
promesas, ¿verdad?
-¡Sí!-gritó la tripulación entusiasmada
-¡Claro! Vamos, capitán, demuestre que
es capaz-gritó Amarillo
-Ya…lo sé- repuso Alejandro, aunque era
la primera vez en su vida que oía algo así.
-Bien. Entonces, prométeme que, si leo esto,
no me tirarás por la borda-le dijo Perséfone
-¿Qué?
-Vamos, sé un buen capitán y
prométemelo. ¿Qué pensará tu tripulación de ti si no lo haces?-le dijo en voz
aún más alta y con seriedad.
-¡¡Promesa!! ¡¡Promesa!!-empezaron a
gritar al unísono todos los piratas, pues se dieron cuenta que si Alejandro
prometía algo así es que verdaderamente era un buen capitán.
Alejandro miró a su tripulación que
gritaba ilusionada y después a Perséfone, quien le tendió la mano.
-¿Promesa?-le preguntó Perséfone.
-¡Promesa!-gritó Alejandro para que lo
escuchasen los piratas y dándole la mano a Perséfone.
Todos empezaron a gritar como locos y a
beber cerveza. Un par de ellos se acercaron a Alejandro y lo cogieron para mantearlo
mientras lo vitoreaban. Perséfone se aguantaba la risa, no podía creer que su
plan hubiera dado tan buen resultado. Ocho se acercó a ella y la llevó donde
estaban los demás armando barullo, cosa que ya no le hizo tanta gracia. Pero los
piratas también la recibieron con alegría y le pasaban sus botellas, las cuales
rechazaba con respeto.
-¡Eres el mejor, capitán!-le dijo
Amarillo
-Lo sé-confirmó Alejandro alegremente-.
Per, ven te presentaré a mi tripulación.
Perséfone se acercó a Alejandro quien
volvió a cogerla como si fueran grandes amigos y empezó a presentarle a todos.
La tripulación se componía de diez
hombres. Sus nombres eran: Amarillo, Ocho, Dragón, Pies Largos, Barriga de Oso,
El Plumas, Profundo, Cacín, Cortés y Sacul.
-Que nombres tan…especiales- opinó
Perséfone cuando Alejandro terminó de nombrarlos. Y luego decía que su nombre
era feo.
-En fin, hice mi promesa a cambio de
algo-dijo Alejandro mirándola con los brazos cruzados- Lee.
Perséfone volvió a mirar el papel que
tenían en la mano y leyó:
Ahí nada me fue mal
Vi en ella un hogar
Pues ella me invitó a alimentar
A sus centauros de manera singular
Tanta es la belleza en
ella y tanta la paz
Que cantas victoria a los doce vientos
Sólo por encontrarte allí.
Todos se quedaron en silencio tras esta
lectura. Fue Perséfone quien lo rompió
-Este poema es el que escribió el
gobernador David poco antes de morir. Estaba en el museo del pueblo ¿Por qué lo
robaste?-le preguntó a Alejandro y luego dijo indignada:- Robas y me quisiste
tirar por la borda por algo que tú también has hecho.
-No es lo mismo-dijo despacio Alejandro
quien se veía pensativo con la mirada perdida- Yo robo pero no me gusta que me
roben.
-Eso lo aclara todo- repuso irónicamente
Perséfone- Pero, ¿por qué robas esto? Esto no tiene ningún valor, salvo el histórico
y el familiar. Bueno, a lo mejor te dan algo a cambio si se lo devuelves…
-Puedes callarte, intento pensar-la cortó
Alejandro algo fastidiado- Y no pienso devolver tan valioso papel.
-Entonces, ¿para qué…?
-Esto no es un poema, es…-empezó a
explicar El Plumas pero se detuvo, lanzó una mirada a su capitán buscando su
aprobación y, cuando éste asintió, continuó:- Es un acertijo que lleva a un tesoro
-Concretamente, al tesoro del pirata
Dybá- aclaró Profundo.
-Creo que estáis en un error-les dijo
amablemente Perséfone- Esto es un poema que escribió el gobernador David pocos
años antes de morir. Todo el pueblo lo sabe. En él habla de los viajes que
realizó siendo joven, antes de que su padre cayera enfermo y tuviera que
quedarse en Galicia sustituyendo a su padre al frente de Rísoen.
-Pero, ¿a que no sabes que hacia tu
famoso gobernador durante sus viajes de jovenzuelo?-le preguntó Barriga de Oso.
-Sí. Establecer lazos con otras tierras
para mejorar las mercancías del puerto-respondió Perséfone.
Tras esto, los piratas se miraron unos a
otros y, segundos después, hubo un estallido de estruendosas carcajadas. No podían
parar de reír, algunos hasta se tiraban al suelo sujetándose la barriga.
-Que graciosa, Per.-le dijo Alejandro
con lágrimas en los ojos y sujetándose a Amarillo. Cuando logró reponerse, se
limpió las lágrimas de los ojos y continuó hablándole:- ¿No lo entiendes aún?
El gobernador David y el pirata Dybá son la misma persona.